misero. Budizinski era un callejon sin salida.

En cambio, Rogers habia resultado un filon. El numero de la seguridad social que habia escrito en la solicitud de empleo era autentico, la unica pega era que correspondia a una empleada del departamento de Estado que se encontraba en Tailandia desde hacia dos anos. Sin duda sabia que en la compania de limpieza de alfombras no se molestarian en comprobarlo. ?A ellos que mas les daba? La direccion era de un motel en Beltsville, Maryland. Nadie con ese nombre se habia registrado en el motel durante el ultimo ano y alli no habian visto a nadie que encajara con la descripcion de Rogers. No habia antecedentes del hombre en el estado de Kansas. Ademas, tampoco habia cobrado ninguno de los cheques que le habia dado la Metro. Esto solo ya resultaba muy significativo.

En estos momentos, un dibujante de la policia preparaba un retrato robot basado en la descripcion de Pettis y lo distribuirian por la zona.

Rogers era el tipo. Frank lo intuia. Habia estado en la casa, y desaparecido dejando atras una estela de informaciones falsas. Simon se ocupaba ahora de revisar la furgoneta de Pettis con la ilusion de encontrar alguna huella digital de Rogers en algun recoveco. No habian encontrado huellas en la escena del crimen, pero si conseguian identificar a Rogers, y estaba seguro que tenia antecedentes, entonces el caso de Frank comenzaria a tener una base. Seria un gran paso adelante si la persona que esperaba decidia cooperar.

Por otra parte, Walter Sullivan confirmo que faltaba un abrecartas antiguo del dormitorio. Frank deseaba mas que nada en el mundo hacerse con esta prueba tan importante. Habia comentado a Sullivan la teoria de que su esposa habia herido al atacante con dicho instrumento. El viejo no habia reaccionado ante la informacion y Frank se pregunto si Sullivan no estaria perdiendo facultades.

El detective repaso una vez mas la lista de empleados de la residencia Sullivan, aunque ya se la sabia de memoria. Solo estaba interesado en uno de ellos.

No conseguia apartar de su cabeza la declaracion del representante de la compania de seguridad. Era imposible descubrir con un ordenador portatil un codigo de cinco digitos en la secuencia correcta que se generaba con las combinaciones de quince digitos, maxime si se tenia en cuenta el poco tiempo disponible y la respuesta inmediata a cualquier fallo por parte del ordenador del sistema. Para hacerlo habia que eliminar algunas de las posibilidades. Y eso ?como se conseguia?

El examen del teclado mostraba que lo habian rociado con un producto quimico -Frank no recordaba el nombre que le habia dicho Simon- solo visible en cada una de las teclas con luz fluorescente.

Frank se reclino en la silla y se imagino a Walter Sullivan -o al mayordomo, o al que le tocaba conectar la alarma- bajar al vestibulo y marcar el codigo. El dedo apretaria las teclas correctas, las cinco, y la alarma quedaria conectada. La persona se iria, sin darse cuenta de que ahora llevaba restos de una sustancia quimica invisible al ojo, e inodora, en la punta del dedo. Y, lo que era mas importante, sin apercibirse de que acababa de revelar los numeros del codigo secreto. Con una lampara de luz fluorescente, los ladrones sabrian cuales eran los numeros marcados porque la sustancia quimica aparecia emborronada en las teclas. Con esa informacion el ordenador podia dar la secuencia correcta, segun el empleado de la empresa, en el tiempo asignado, ya que se habian eliminado el 99,9 por ciento de las combinaciones posibles.

Aclarado esto, la pregunta seguia siendo la misma: ?quien habia rociado la sustancia? Al principio, Frank habia pensado que Rogers, o como se llamara en realidad, podia haberlo hecho mientras estaba en la casa, pero los hechos demostraban que no era posible. Primero, en la casa siempre habia gente; un extrano rondando el panel de la alarma habria despertado sospechas incluso al mas despistado. Segundo, el vestibulo era grande, abierto y el lugar menos intimo de la casa. Y tercero, la aplicacion habria llevado algun tiempo y cuidado. Rogers no podia permitirse ninguna de las dos cosas. La mas minima sospecha, la mirada mas pasajera y el plan se habria desmoronado. La persona que habia planeado esto no era de las que corrian esos riesgos. Rogers no lo habia hecho. Frank estaba muy seguro de saber quien era.

A primera vista, la mujer se veia tan delgada que daba la impresion de demacrada quiza debido a una enfermedad. Pero despues, el color saludable de las mejillas, los huesos finos y la gracia de los movimientos indicaban que pese a la delgadez gozaba de buena salud.

– Por favor, sientese, senora Broome. Le agradezco que haya venido.

La mujer asintio y se sento en una de las sillas. Llevaba una falda floreada a media pierna. Un collar de una sola hilera de perlas falsas le rodeaba el cuello. El pelo recogido en un mono; algunas hebras sobre la frente comenzaban a encanecer. Por la tersura de la piel y la ausencia de arrugas, Frank hubiese dicho que tenia unos treinta y nueve anos. En realidad tenia unos cuantos mas.

– Creia que ya habia acabado conmigo, senor Frank.

– Por favor, llameme Seth. ?Fuma?

Ella meneo la cabeza negativamente.

– Se me quedaron en el tintero algunas preguntas, nada importante, pura rutina. Usted no es la unica. Tengo entendido que deja el trabajo con el senor Sullivan, ?es cierto?

La mujer trago saliva, bajo la mirada y despues miro otra vez a Frank.

– Tenia una cierta amistad con la senora Sullivan. Ahora es dificil, ya sabe… -Le fallo la voz.

– Ya lo creo, se como son esas cosas. Fue algo terrible. -Frank hizo una pausa-. ?Cuanto tiempo lleva con los Sullivan?

– Poco mas de un ano.

– Hace la limpieza ?y…?

– Ayudo en la limpieza. Somos cuatro, Sally, Rebeca y yo. KarenTaylor se encarga de la cocina. Yo tambien me encargaba de las cosas de la senora Sullivan. Las ropas y todo lo demas. Era una especie de asistenta. El senor Sullivan tiene su propio asistente, Richard.

– ?Le apetece un cafe?

Frank no espero la respuesta. Se levanto y abrio la puerta de la sala de interrogatorios.

– Eh, Molly, ?puedes traerme un par de cafes? -Se volvio hacia la senora Broome-. ?Solo o con leche?

– Solo.

– Que sean dos solos, Molly, gracias.

Cerro la puerta y volvio a su silla.

– Hace frio aqui adentro. No consigo entrar en calor. -Toco la pared desnuda-. Los ladrillos de cemento siempre dan frio. ?Que me decia de la senora Sullivan?

– Era muy buena conmigo. Me refiero a que me comentaba cosas. Ella no era… no era, ya sabe, de esa clase de personas, quiero decir la clase alta. Fue al mismo instituto que yo aqui, en Middleton.

– Y supongo que no se llevaban muchos anos.

El comentario provoco la sonrisa de Wanda Broome y en un gesto inconsciente levanto una mano para arreglar un mechon de pelo invisible.

– Mas de lo que me gustaria admitir.

Se abrio la puerta y les sirvieron el cafe caliente y recien hecho. Frank no mentia sobre el frio.

– No me atreveria a decir que ella encajaba del todo con esa clase de gente, pero sabia como comportarse. No aceptaba tonterias de nadie, si sabe lo que quiero decir.

Frank tenia sus razones para creer que era verdad. Por lo que sabia la difunta senora Sullivan habia sido una golfa en muchos aspectos.

– ?Como calificaria las relaciones entre los Sullivan: buenas, malas o normales?

– Muy buenas -respondio la mujer sin vacilar-. Se lo que la gente piensa de las diferencias de edad y todas esas cosas, pero ella era muy buena con el, y el le correspondia. Se lo juro. El la queria, eso lo se de seguro. Quiza mas como un padre quiere a su hija, pero era amor.

– ?Y ella a el? -pregunto Frank. Esta vez fue evidente el titubeo de Wanda al escuchar la pregunta.

– Debe tener presente que Christy Sullivan era un mujer muy joven, quiza mas joven en muchos sentidos que otras mujeres de su edad. El senor Sullivan le abrio un mundo totalmente nuevo y… -Se interrumpio, sin saber como continuar.

– ?Que me dice de la caja fuerte en el dormitorio? -Frank cambio de tema-. ?Quien lo sabia?

– Yo no. Desde luego que no. Supongo que el senor y la senora Sullivan lo sabian. Quizas el criado del senor Sullivan, Richard, estaba enterado. Pero no lo se a ciencia cierta.

– ?Asi que Christine Sullivan o el marido nunca le mencionaron que habia una caja fuerte detras del espejo?

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