– ?Jack?
Se abalanzo sobre el telefono al escuchar aquella voz que acababa de surgir del pasado como una pelota retenida debajo del agua hasta que se suelta y sale a la superficie con un estallido.
– ?Luther?
El restaurante, uno de los favoritos de Jack, era poco mas que una fonducha. Aqui se podia conseguir una comida digna a cualquier hora, de dia y de noche. Era un lugar en el que Jennifer Baldwin nunca hubiera puesto los pies y que el y Kate habian frecuentado. Hasta hacia muy poco, los resultados de esta comparacion le habrian preocupado, pero ya lo habia decidido, y no tenia la intencion de volver al tema. La vida no era perfecta, y nadie se podia pasar toda la existencia buscando esa perfeccion. No pensaba hacerlo.
Jack devoro los huevos revueltos, el beicon y las cuatro tostadas. El cafe recien hecho le quemaba la garganta. Despues de cinco dias de cafe instantaneo y agua mineral, le sabia a gloria.
Miro a Luther, que entre trago y trago de cafe miraba la calle mal iluminada a traves de la ventana sucia.
– Pareces cansado -comento Jack.
– Tu tambien, Jack.
– He estado fuera del pais.
– Yo tambien.
Eso explicaba el estado del jardin y la correspondencia. Una preocupacion innecesaria. Jack aparto el plato y pidio mas cafe. -El otro dia fui a tu casa.
– ?Para que?
Jack se esperaba la pregunta. Luther Whitney nunca se iba por las ramas. Pero la anticipacion era una cosa: y otra tener la respuesta preparada. Encogio los hombros.
– No lo se. Solo queria verte. Ha pasado mucho tiempo.
Luther asintio.
– ?Sales otra vez con Kate?
Jack bebio un trago de cafe antes de contestar. Noto el latido en las sienes.
– No. ?Por que?
– Pensaba que los habia visto juntos hace un tiempo.
– Nos encontramos por casualidad. Nada mas.
Jack no podia afirmarlo, pero la respuesta parecia inquietar a Luther. El hombre advirtio la mirada atenta de Jack y sonrio.
– Sabes, tu eras el unico medio para saber como le iban las cosas a mi pequena. Eras mi canal de informacion, Jack.
– ?Alguna vez has pensado en hablar con ella directamente, Luther? Sabes que valdria la pena intentarlo. Los anos pasan.
Luther descarto la propuesta con un ademan. Volvio a mirar a la calle.
Jack le observo. El rostro se notaba mas delgado, los ojos hinchados. Tenia mas arrugas en la frente y alrededor de los ojos de las que recordaba. Pero habian pasado cuatro anos. Luther habia llegado a una edad en que el deterioro era muy rapido, se hacia evidente cada dia.
Se descubrio a si mismo mirando los ojos de Luther. Siempre le habian fascinado. Verde oscuro, y grandes, como los de una mujer, demostraban una confianza absoluta. Eran los ojos de los pilotos, con una calma infinita sobre la vida en general. Nada les sacudia. Jack habia visto la felicidad en aquellos ojos, cuando el y Kate anunciaron su compromiso, pero la mayoria de las veces habia visto tristeza. Y sin embargo debajo mismo de la superficie Jack vio dos cosas que nunca habia visto antes en los ojos de Luther Whitney. Vio miedo. Vio odio. Y no estaba seguro cual de las dos cosas le preocupaba mas.
– ?Luther, tienes problemas?
Luther saco el billetero y, a pesar de las protestas de Jack, pago la cena.
– Vamos a dar un paseo.
Un taxi los llevo hasta el Mall y caminaron en silencio hasta un banco delante del castillo del Smithsonian. El aire de la noche era fresco y Jack se subio el cuello del abrigo. Jack se sento mientras Luther permanecia de pie y encendia un cigarrillo.
– Eso es nuevo. -Jack miro las volutas de humo que subian lentamente en el aire.
– A mis anos… ?que mas da? -. Luther arrojo la cerilla y la hundio en la tierra con el pie. Se sento en el banco.
– Jack, quiero que me hagas un favor.
– De acuerdo.
– Todavia no sabes cual es el favor. -Luther se levanto-. ?Te importaria caminar? Se me agarrotan las articulaciones.
Pasaron por delante del monumento a Washington y caminaban hacia el Capitolio cuando Luther rompio el silencio.
– Estoy metido en un aprieto, Jack. Por ahora no es muy serio, pero tengo la impresion de que no tardara mucho en empeorar. -Luther no le miro, mantenia la vista puesta en la enorme cupula del Capitolio-. No estoy muy seguro de como ira el asunto, pero si va por donde creo, entonces necesitare un abogado, y te quiero a ti, Jack. No quiero a un picapleitos ni a un principiante. Tu eres el mejor abogado defensor que he visto en toda mi vida, y eso que conozco a muchos bien de cerca y personalmente.
– Ya no me ocupo de esos casos, Luther. Ahora me encargo de documentos, hago tratos. -En aquel momento, Jack se dio cuenta de que era mas un empresario que un abogado. Descubrirlo no le hizo ninguna gracia.
– No trabajaras gratis -continuo Luther, como si no le hubiese oido-, te pagare. Pero quiero alguien en el que pueda confiar, y tu eres el unico en el que confio, Jack. -Luther se detuvo y miro al joven a la espera de una respuesta.
– Luther, ?quieres decirme que pasa?
Luther sacudio la cabeza con mucho vigor.
– No a menos que me vea obligado. Lo que no sepas no te hara dano a ti ni a nadie. -Miro a Jack con una mirada tan intensa que le hizo sentir incomodo-. Pero te dire algo, Jack, si vas a ser mi abogado, este asunto puede ponerse muy feo.
– ?A que te refieres?
– A que la gente puede hacerse dano con este asunto, Jack. Dano de verdad, de ese del que no se vuelve.
– Si tienes algunos tipos asi detras tuyo quiza lo mejor seria hacer un trato ahora mismo, conseguir inmunidad y desaparecer en el programa de proteccion de testigos. Hay muchisima gente que lo hace. No es una idea original.
Luther solto una ruidosa carcajada. Continuo riendo hasta que se ahogo y acabo vomitando lo poco que tenia en el estomago. Jack le ayudo a enderezarse. Sintio el temblor en los miembros de su amigo. No se dio cuenta de que temblaba de rabia. El estallido era algo tan poco caracteristico en un hombre como que a Jack se le puso la piel de gallina. Sudaba a pesar de que el frio congelaba las nubecillas del aliento.
Luther recupero la compostura. Inspiro con fuerza un par de veces. Parecia avergonzado.
– Gracias por el consejo, enviame la minuta. Tengo que irme.
– ?Irte? ?A donde demonios vas? Quiero saber que pasa, Luther.
– Si me ocurre alguna cosa…
– Maldita sea, Luther, estoy un poco harto de tanta historia de capa y espada.
Luther entrecerro los parpados. De pronto recupero la confianza con un toque de ferocidad.
– Todo lo que hago tiene una razon, Jack. Si ahora no te cuento de que va todo el asunto es porque tengo una razon muy buena. Quiza no lo entiendas ahora, pero lo hago para protegerte hasta donde pueda. No te mezclaria para nada si no necesitara saber que estas dispuesto a representarme si te necesito. Porque si no vas a ayudarme, olvidate de esta conversacion, olvidate de que alguna vez me conociste.
– No lo dices en serio.
– Totalmente en serio, Jack.
Los dos hombres se miraron. Los arboles detras de la cabeza de Luther habian perdido casi todas las hojas. Las ramas desnudas se elevaban hacia el cielo, como rayos negros congelados en el lugar.