– Ademas, no se usted, pero yo no pienso pasarme el resto de mi vida mirando por encima del hombro a ver cuando cae el hacha.

– Pero ?como podemos encontrarlo?

A Burton le resulto divertido ver como la jefa de gabinete habia aceptado sus planes casi sin discusion. Al parecer, el valor de una vida no significaba mucho para esta mujer cuando estaba en juego el propio bienestar. No habia esperado menos.

– Antes de saber lo de las cartas, pensaba que no teniamos ninguna oportunidad. Pero si quiere cobrar el dinero del chantaje tendra que fijar un punto de encuentro. Alli es donde sera vulnerable.

– Pero le bastara con pedir una transferencia. Si lo que usted dice es cierto, ese tipo es demasiado listo como para buscar una maleta llena de dinero en un contenedor de basura. Y no sabremos donde estara el abrecartas hasta mucho despues de que se haya ido -rebatio la mujer.

– Quiza si, quien sabe. Deje que yo me preocupe de ese tema. Lo mas urgente ahora es que le de largas al tipo. Si quiere cerrar el trato en dos dias, usted diga cuatro. Lo que escriba en los anuncios personales lo dejo de su cuenta, profesora, pero que parezca sincero. Necesito que me consiga un poco de tiempo. -Burton se levanto. Ella le sujeto del brazo.

– ?Que va usted a hacer?

– Cuanto menos sepa mejor. Pero ?tiene claro que si este asunto revienta nos hundimos todos, incluido el presidente? En este momento no hay nada que yo pueda o quiera hacer por evitarlo. A lo que a mi respecta, los dos se lo merecen.

– No se anda con rodeos.

– No sirve para nada. -Se puso el abrigo-. Por cierto, ?es consciente de que Richmond le dio a Christine Sullivan una paliza de cuidado? Por el informe de la autopsia parece que intento retorcerle el cuello como a una gallina.

– Creo que si. ?Tiene alguna importancia?

– Usted no tiene hijos, ?verdad?

Russell sacudio la cabeza.

– Yo tengo cuatro. Dos hijas, no mucho mas jovenes que Christine Sullivan. Como padre, uno piensa en cosas como esas. Seres queridos en manos de algun cretino. Solo queria advertirle que clase de sujeto es su jefe. Si alguna vez el tipo se pone cachondo, quiza mas le valga pensarselo dos veces.

Burton se fue y Russell se quedo sentada en la sala pensando en su vida destrozada.

Mientras subia al coche, Burton se tomo un momento para encender un cigarrillo. Desde hacia unos dias, se dedicaba a repasar los ultimos veinte anos de su vida. El precio que pagaba por preservarlos se estaba volviendo astronomico. ?Valia la pena? ?Estaba dispuesto a pagarlo? Podia ir a la poli. Contarles todo. Desde luego, su carrera se habria acabado. Los polis le acusarian de obstruccion a la justicia, conspiracion para cometer asesinato, quizas una acusacion de homicidio involuntario por matar a Christine Sullivan y algunas cosillas mas. Pero todo sumaria. Incluso si llegaba a un arreglo tendria que cumplir una condena bastante larga. Pero lo soportaria. Tambien estaba dispuesto a soportar el escandalo. Toda la mierda que escribirian en los periodicos. Pasaria a la historia como un criminal. Estaria unido para siempre a la corrupta administracion Richmond. Y sin embargo era capaz de soportarlo todo si se daba el caso. Lo que el duro Bill Burton no podria soportar seria la mirada de sus hijos. Nunca volveria a ver en sus ojos el respeto y el amor que le profesaban. Y la absoluta y total confianza en que su papa, este hombre grande como una montana, era, sin lugar a dudas, uno de los buenos. Esto era algo demasiado duro, incluso para el.

Estos eran los pensamientos que le llenaban la cabeza desde la conversacion con Collin. Una parte de el deseaba no haber preguntado. No haberse enterado del intento de chantaje. Porque eso le habria dado una oportunidad. Y las oportunidades iban siempre acompanadas de elecciones. Burton ya habia hecho la suya. No estaba orgulloso de la misma. Si las cosas funcionaban segun el plan, haria todo lo posible para olvidar que hubiera ocurrido alguna vez. ?Y si las cosas no funcionaban? Bueno, mala suerte. Pero si el caia, tambien caerian todos los demas.

Este pensamiento provoco otra idea. Burton abrio la guantera. Saco una minigrabadora y un punado de casetes. Miro hacia la casa mientras daba una chupada al cigarrillo.

Puso el coche en marcha. Mientras pasaba por delante de la casa de Gloria Russell penso que las luces permanecerian encendidas mucho tiempo.

16

Laura Simon estaba a punto de renunciar a cualquier esperanza de dar con alguna pista.

La furgoneta habia sido espolvoreada por dentro y por fuera en busca de huellas digitales. Incluso habian traido un laser especial de la jefatura de la policia estatal en Richmond, pero cada vez que encontraban una huella, correspondia a la de algun otro. Alguien que ya conocian. Laura se sabia de memoria las huellas de Pettis. El pobre tenia todos arcos, una de las composiciones de huellas mas raras, ademas de una pequena cicatriz en el pulgar, lo que de hecho habia permitido arrestarlo anos atras por robar un coche. Los ladrones con cicatrices en las yemas de los dedos eran un regalo del cielo para los tecnicos en identificacion de huellas.

Las huellas de Budizinski habian aparecido porque habia metido un dedo en disolvente y despues lo habia apretado contra un trozo de contrachapado que habia en la parte de atras de la furgoneta, una huella tan perfecta como si se la hubiese tomado ella misma.

En total habia encontrado cincuenta y tres huellas, pero no le servia ninguna. Se sento en el centro de la zona de carga y observo cariacontecida el interior. Habia repasado todos los lugares posibles donde se pudiera encontrar una huella. Habia revisado cada hueco y recoveco del vehiculo con el laser portatil y ya no se le ocurria donde mas mirar.

Por enesima vez repaso en la imaginacion los movimientos de los hombres cargando la furgoneta, conduciendola -el espejo retrovisor era el lugar ideal para encontrar huellas-, moviendo el equipo, levantando los bidones, arrastrando las mangueras, abriendo y cerrando las puertas. Para complicar todavia mas las cosas, las huellas tendian a desaparecer con el paso del tiempo, segun las caracteristicas de la superficie donde estaban y las condiciones ambientales. El calor y la humedad eran los mejores conservantes, el tiempo frio y seco, el peor.

Abrio la guantera y examino otra vez el contenido. Cada objeto habia sido inventariado y espolvoreado. Paso las hojas del libro de mantenimiento del vehiculo. Las manchas rojizas en el papel le recordaron que hacia falta pedir mas reactivos para el laboratorio. Las paginas estaban muy ajadas, aunque la furgoneta habia tenido pocas averias en los tres anos de uso. Al parecer, la compania era partidaria de un programa de mantenimiento riguroso. Cada entrada llevaba las iniciales del responsable y la fecha. La compania tenia sus propios mecanicos.

Mientras pasaba las paginas, le llamo la atencion una entrada. Todas llevaban las iniciales de G. Henry o H. Thomas, ambos mecanicos de la Metro. Esta entrada tenia al lado las iniciales J. P. Jerome Pettis. La nota indicaba que habia bajado el nivel de aceite de la furgoneta y le habian anadido dos litros. Todo muy rutinario excepto que la fecha correspondia al dia que habian limpiado la casa de los Sullivan.

Simon respiro un poco mas rapido mientras cruzaba los dedos y se apeaba de la furgoneta. Abrio el capo y comenzo a mirar el motor. Alumbro con el laser de aqui para alla y la encontro en menos de un minuto. Una huella aceitosa plantada en el costado del deposito de agua del limpiaparabrisas. El lugar logico para apoyar la mano cuando habia que abrir o cerrar el tapon del aceite. Y una ojeada le dijo que no era de Pettis. Tampoco era de cualquiera de los dos mecanicos. Cogio la tarjeta con las huellas de Budizinski. Estaba segura de que no era de el y acerto. Espolvoreo y recogio la huella, relleno la tarjeta y corrio hacia la oficina de Frank. Le encontro con el abrigo y el sombrero puestos, prendas que se quito en el acto.

– Estas de cona, Laura.

– ?Quieres hacer el favor de llamar a Pettis a ver si recuerda si Rogers anadio el aceite aquel dia?

Frank llamo a la compania de limpieza, pero Pettis ya se habia marchado. En su casa nadie atendio el telefono.

Simon miro la tarjeta con la huella como si fuese la joya mas valiosa del mundo.

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