– Mire, Kate, si no nos ayuda, no tendremos ninguna oportunidad de cogerle. Si es como usted dice y no tenemos una acusacion en firme, entonces el quedara en libertad. Pero si el lo hizo, y nosotros podemos probarlo, entonces usted sera la ultima persona en este mundo que querra ver que no recibe su castigo. Ahora, si cree que estoy equivocado, la llevare de regreso a su casa y me olvidare de que nos conocimos, y su padre podra continuar robando… o quiza matando. -Frank la miro a los ojos.

Kate abrio la boca pero no dijo ni una palabra. Miro mas alla del detective donde la llamaba una vision surgida del pasado, una vision que se esfumo bruscamente.

A punto de cumplir los treinta, Kate Whitney ya no era el bebe que reia cuando su padre la lanzaba al aire, o la nina pequena que le contaba al padre secretos muy importantes que no le revelaba a nadie mas. Era una persona mayor, una adulta madura, que vivia por su cuenta desde hacia muchos anos. Ademas, era funcionaria de la administracion de justicia, una fiscal que habia jurado cumplir con las leyes y la constitucion de la mancomunidad de Virginia. Era su trabajo asegurar que las personas que quebrantaban las leyes recibieran el castigo merecido con independencia de quienes eran o del vinculo que tuvieran.

Entonces otra imagen aparecio en su mente. Su madre mirando la puerta mientras esperaba que el llegara, preguntandose si estaria bien, visitandole en la prision, haciendo listas de cosas para hablar con el. Hacia vestir a Kate para las visitas, y su entusiasmo iba en aumento a medida que se acercaba la fecha de su salida de la carcel, como si se tratara de un gran heroe que acabara de salvar al mundo, y no de un ladron. Revivio el dolor producido por las palabras de Jack. El le habia acusado de vivir una mentira. El esperaba que sintiera carino por el hombre que la habia abandonado. Como si Luther Whitney fuera el inocente y ella la culpable. Bueno, Jack podia irse al infierno. Dio gracias a Dios por no haberse casado con el. Un hombre capaz de decirle cosas tan malas no se la merecia. En cambio, Luther Whitney se merecia lo que le esperaba. Quiza no habia matado a la mujer. O quiza si. Ella no decidia. Su trabajo consistia en exponer los hechos y que los miembros del jurado tuvieran la oportunidad de tomar la decision correcta.

Su padre era carne de presidio. Alli, al menos, no haria dano a nadie. No podria arruinar mas vidas.

Con este ultimo pensamiento acepto entregar a su padre a la policia.

Frank se sintio culpable cuando salieron del restaurante. No habia sido sincero con Kate Whitney. De hecho, le habia mentido con todo descaro sobre la parte mas critica del caso, aparte de no saber donde estaba Luther Whitney. No se sentia muy bien consigo mismo. A veces la policia tenia que mentir como todo el mundo. Sin embargo, no por esto le resultaba facil de tragar, sobre todo si tenia en cuenta que Kate era una persona que le merecia todo su respeto y por la que ahora sentia una profunda compasion.

18

Kate hizo la llamada aquella noche; Frank no queria perder tiempo. La voz en el contestador automatico la asombro; era la primera vez en anos que escuchaba aquel tono. Tranquilo, eficaz, medido como el paso de un soldado veterano. Se echo a temblar a medida que sonaba la voz y tuvo que apelar a toda su voluntad para pronunciar las pocas palabras destinadas a atraparlo. Se recordo a si misma lo astuto que era su padre. Ella queria verle, hablar con el. Cuanto antes. Se pregunto si el oleria la trampa, y entonces recordo la ultima vez que se habian visto; comprendio que el no se daria cuenta. Nunca desconfiaria de la nina que le habia hecho participe de su mas preciosa informacion. Incluso ella tenia que reconocerlo.

No habia pasado ni una hora cuando sono el telefono. Levanto el auricular mientras deseaba no haber aceptado nunca la peticion de Frank. Estar sentada en un restaurante planeando como atrapar a un presunto asesino era muy distinto a participar de verdad en un engano destinado unicamente a entregar a su padre a la policia.

– Katie. -Ella noto el pequeno quiebro en la voz mezclado con un ligero toque de incredulidad.

– Hola, papa. -Agradecio que las palabras salieran solas. En aquel momento le resultada imposible articular el pensamiento mas sencillo.

El apartamento de ella no era el lugar adecuado. El lo comprendia. Demasiado intimo, demasiado personal. A su casa no podian ir, por razones obvias. Luther sugirio encontrarse en un lugar neutral. Seria lo mejor. Ella queria hablar, y el queria escuchar. Estaba dispuesto a hacerlo con autentica ansiedad.

Fijaron la hora, al dia siguiente, a las cuatro de la tarde, en un pequeno cafe cerca de la oficina de Kate. A esa hora no habria nadie, estarian tranquilos; tendrian todo el tiempo del mundo. El estaria alli. Kate estaba segura de que nada excepto la muerte le impediria a Luther ir a la cita.

Colgo y llamo a Frank. Le comunico la hora y el lugar. Al escucharle a si misma comprendio por fin lo que acababa de hacer. Noto como si el mundo se desmoronara a su alrededor sin poder hacer nada por evitarlo. Tiro el telefono y se echo a llorar con unas sacudidas y unos sollozos tan tremendos que cayo al suelo. Le temblaban todos los musculos. Sus gemidos llenaban el pequeno apartamento como el helio que hincha un globo; todo amenazaba con una explosion brutal.

Frank se habia quedado en el telefono un segundo mas y deseo no haberlo hecho. Le grito pero ella no podia oirle, aunque tampoco hubiese servido de nada. Ella habia hecho lo correcto. No tenia nada de que avergonzarse, nada por lo que sentirse culpable. Cuando por fin desistio y colgo, su momento de euforia por estar cada vez mas cerca de la presa se habia apagado como una cerilla.

Su pregunta habia sido contestada. Ella aun le queria. Al teniente esto no le preocupaba pues podia controlarlo. En cambio, como padre de tres hijas, se le llenaron los ojos de lagrimas y de pronto su trabajo no le parecio tan agradable.

Burton colgo el telefono. El detective Frank habia cumplido la promesa de dejar que el agente participara en la caceria.

Al cabo de unos minutos, Burton estaba en la oficina de Russell.

– No quiero saber como piensa hacerlo -dijo Russell preocupada. Burton sonrio para si mismo. Tal como suponia, ahora ella se hacia la remilgada. Queria que hicieran el trabajo, pero no queria ensuciarse las manos tan bonitas.

– Lo unico que debe hacer es decirle al presidente donde le detendran. Y despues asegurese de que se lo comunique a Sullivan antes de que ocurra. Tiene que avisarle.

– ?Por que? -pregunto Russell intrigada.

– Deje que yo me preocupe de esa parte. Solo haga b que le digo. -Burton se marcho antes de que Russell pudiera replicarle.

– ?La policia esta segura de que es el? -La voz del presidente tenia un punto de ansiedad mientras miraba a la jefa de gabinete que se paseaba por el despacho.

– Alan, doy por hecho que si no es el tipo no se tomarian tantas molestias para arrestarlo.

– Ya han cometido errores otras veces, Gloria.

– Eso si. Como todos nosotros.

El presidente cerro la carpeta y se puso de pie. Contemplo los jardines de la Casa Blanca a traves de la ventana.

– ?O sea que el hombre no tardara en estar detenido? -Richmond se volvio para mirar a Russell.

– Asi parece.

– ?Que quieres decir con eso?

– Solo que a veces los mejores planes no salen como se esperaba.

– ?Burton lo sabe?

– Al parecer Burton es el que ha organizado todo el montaje.

El presidente se acerco a Russell; apoyo una mano suavemente sobre su hombro.

– ?De que hablas?

Russell informo a su jefe de los acontecimientos de los ultimos dias. El presidente se rasco la barbilla.

– ?Que se trae Burton entre manos? -La pregunta de Richmond iba mas dirigida a si mismo que a la mujer.

– ?Por que no le llamas y se lo preguntas? Solo insistio en que avisaras a Sullivan ahora mismo.

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