Jack miro la hora, observo las posiciones de las fuerzas de seguridad y despues miro al grupo de periodistas. Los reporteros eran los mejores amigos o la peor pesadilla de los abogados defensores. Muchas cosas dependian de lo que los reporteros pensaran sobre un acusado o un crimen en particular. Un buen reportero pondria el grito en el cielo respecto a su objetividad en el tratamiento informativo al mismo tiempo que crucificaba al acusado en la ultima edicion, mucho antes de que se llegara a un veredicto. Las mujeres periodistas tendian a ser generosas con los acusados de violacion, ya que intentaban demostrar que no tomaban partido por razones de sexo. Por la misma razon, los hombres se inclinaban por las mujeres maltratadas que, por fin, se defendian. Luther no tendria esa suerte. Los ex presidiarios asesinos de mujeres jovenes, ricas y hermosas, recibian los palos de todos los plumiferos, con independencia del sexo.

Jack habia recibido una docena de llamadas de productoras de Los Angeles que pedian a gritos la historia de Luther. Antes de que el tipo tuviera oportunidad de pedir la absolucion. Querian la historia y pagarian por ella. Pagarian bien. Quiza Jack tendria que aceptar, pero con una condicion. «Si el les dice algo avisenme, porque ahora mismo, no tengo nada.»

Miro al otro lado de la calle. La presencia de los agentes armados le tranquilizaba un poco. Aunque la ultima vez tambien habia polis por todas partes y no sirvio de nada. Al menos ahora la policia estaba sobre aviso. Tenian las cosas controladas. Pero no habian contado con algun imprevisto, y este venia ahora por la calle.

Jack volvio la cabeza mientras miraba al peloton de reporteros y a la multitud de curiosos volverse en masa y correr hacia la caravana de coches. En un primer momento penso que llegaba Walter Sullivan, hasta que vio a los motoristas de la policia seguidos por las furgonetas del servicio secreto, y por ultimo los dos banderines estadounidenses en la limusina.

El ejercito que acompanaba a este hombre empequenecia al que se preparaba para recibir a Luther Whitney.

Vio a Richmond salir del vehiculo. Detras de el se situo el agente con el que habia hablado en una ocasion. Burton. Ese era el nombre del tipo. Un tipo duro, muy serio. Su mirada recorria la zona como un radar. Mantenia una mano casi pegada al presidente, listo para tirarle al suelo en el acto. Las furgonetas del servicio secreto aparcaron al otro lado de la calle. Una aparco en un callejon delante mismo del juzgado y Jack volvio a mirar al presidente.

Se monto un podio improvisado y Richmond comenzo la inesperada conferencia de prensa mientras se disparaban las camaras y cincuenta adultos, todos periodistas licenciados, intentaban apartar al colega para situarse en primera fila. Un pequeno grupo de ciudadanos mas discretos y sensatos revoloteaban por el fondo; dos, con camaras de video, grababan lo que para ellos era, en efecto, un momento muy especial.

Jack se volvio y casi choco con el alguacil, un gigante negro, que estaba detras de el.

– Llevo aqui veintisiete anos y nunca vi antes a ese tipo por aqui. Ahora ha venido dos veces en el mismo ano. Las cosas que se ven.

– Bueno, si tiene un amigo que invirtio diez millones en su campana estoy seguro de que usted tambien estaria ahi fuera -comento Jack con una sonrisa.

– Tiene a un monton de tios muy grandes contra usted. -No pasa nada. Traigo un bate gigante…

– Samuel, Samuel Long.

– Jack Graham, Samuel.

– Lo necesitara, Jack, espero que este cargado con plomo.

– ?Usted que opina, Samuel? ?Cree que aqui mi cliente recibira un trato justo?

– Si me lo hubiera preguntado hace dos o tres anos, le habria contestado que si, desde luego. Si, senor. -Miro a la multitud que se apinaba en el exterior-. Si me lo pregunta ahora, le dire que no lo se. No tiene importancia el juzgado que sea. El Tribunal Supremo, el de trafico. Las cosas estan cambiando. No solo en los juzgados. En todas partes. En todo el mundo. Todo esta revuelto y yo ya no se nada.

Ambos volvieron a mirar por la ventana.

Se abrio la puerta y aparecio Kate. Jack se dio la vuelta por instinto y la miro. No vestia para actuar de fiscal. Llevaba una falda negra plisada sujeta a la cintura con un cinturon negro. La blusa era sencilla y abotonada hasta el cuello. Se habia peinado para atras y el pelo le caia sobre los hombros. Tenia las mejillas rojas por el frio y llevaba el abrigo en el brazo.

Se sentaron juntos en la mesa de la defensa. Samuel desaparecio discretamente.

– Ya es casi la hora, Kate.

– Lo se.

– Escucha, Kate, es tal como te lo dije por telefono, no es que no quiera verte, esta asustado. Tiene miedo por ti. Tu padre te quiere por encima de cualquier otra cosa en el mundo.

– Jack, si no se decide a hablar, tu ya sabes las consecuencias.

– Quiza, pero tengo algunas pistas. El caso del estado no es tan perfecto como parece creer la mayoria.

– ?Como lo sabes?

– Confia en mi ?Has visto al presidente?

– Es imposible no verle. A mi me vino bien. Nadie se fijo en mi cuando entre.

– Es obvio que la gente solo se fija en el.

– ?Luther ya esta aqui?

– Dentro de unos minutos.

Kate abrio el bolso y busco con manos torpes el paquete de caramelos. Jack le aparto las manos con una sonrisa, cogio el paquete y se lo dio.

– ?Puedo hablar con el por telefono?

– Vere que puedo hacer.

Jack cogio la mano de Kate y juntos miraron el enorme estrado. Dentro de muy poco comenzaria la audiencia. Por ahora no podian hacer otra cosa que esperar. Juntos.

La furgoneta blanca aparecio por la esquina, paso entre el semicirculo de agentes y se detuvo a un par de metros de la puerta lateral. Frank aparco el coche detras de la furgoneta y se apeo, con el radio-transmisor en la mano. Dos agentes salieron de la furgoneta y observaron el lugar. No vieron nada anormal. La muchedumbre se concentraba delante del edificio atenta solo a lo que decia el presidente. El oficial al mando le hizo una sena a los agentes que se encontraban en el interior del vehiculo. Un instante despues aparecio Luther Whitney, con las manos esposadas y grilletes en los tobillos, con un abrigo oscuro sobre el traje marron. Piso el suelo y, con un agente delante y otro detras, camino hacia el juzgado.

En aquel momento, la muchedumbre llego a la esquina. Seguia al presidente que caminaba por la acera en direccion a la limusina, respondiendo a los gritos y aplausos del publico. Cuando paso por el lateral del juzgado, Richmond miro hacia donde estaba la policia. Como si presintiera su presencia, Luther, que hasta ese momento miraba al suelo, levanto la cabeza. Sus miradas se cruzaron por un momento terrible. Las palabras escaparon de los labios de Luther antes de saber que pasaba.

«Mentiroso cabron hijo de puta.» Lo dijo sin gritar, pero los agentes escucharon algo, porque se volvieron para mirarle cuando el presidente pasaba a unos treinta metros de distancia. Se sorprendieron. Y entonces solo pensaron en una cosa.

A Luther no le aguantaban las piernas. En un primer instante, los agentes pensaron que intentaba resistirse, pero entonces vieron la sangre que le caia por una de las mejillas. Uno solto una maldicion al tiempo que sujetaba a Luther por el brazo. El otro desenfundo el revolver y lo movio trazando un arco hacia el lugar desde donde pensaba que habian disparado. Los hechos que se sucedieron a continuacion fueron muy confusos para la mayoria. El sonido del disparo no se escucho con claridad entre el griterio. Sin embargo, los agentes del servicio secreto si lo escucharon. En una fraccion de segundo Richmond estaba en el suelo protegido por un escudo de veinte agentes armados con armas automaticas.

Frank vio salir del callejon la furgoneta del servicio secreto que se situo como una barrera entre la muchedumbre histerica y el presidente. Un agente salio del vehiculo con una metralleta en la mano y observo la calle, sin dejar de dar instrucciones por radio.

El teniente ordeno a sus hombres que cerraran la zona; instalarian barreras en los cruces y realizarian una busqueda casa por casa. Traerian unos cuantos centenares de agentes mas, pero Frank sabia que era tarde.

Un segundo despues Frank estaba junto a Luther. Miro incredulo la sangre que se derramaba sobre la nieve formando un repugnante charco rojo. Una ambulancia llegaria en cuestion de minutos. Pero el teniente tambien

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