esperaba una sorpresa.
– ?Estas seguro?
Jack se volvio. Kate le miraba con los ojos muy abiertos e hinchados. Los nervios de su cuerpo parecian a punto de estallar. De pronto comprendio que, preocupado en las propias vivencias de la tragedia, no era consciente del dolor y la culpa que experimentaba Kate. Fue algo que le dejo pasmado, mucho mas que el sonido del disparo mientras estaban cogidos de la mano, cuando supo incluso antes de que sus dedos se separaran que Luther estaba muerto.
– Lo estoy.
Aquella noche el se acosto en el sofa, con la manta hasta el cuello para protegerse del relente que se colaba por una rendija de la ventana. Entonces oyo el chirrido de la puerta y ella salio del dormitorio. Llevaba la misma bata de antano, y el pelo recogido en un mono bien apretado. Su rostro se veia fresco y limpio; solo una patina rojiza en las mejillas revelaba el dolor interno.
– ?Necesitas alguna cosa?
– Estoy bien. Este sofa es mucho mas comodo de lo que parece. Todavia conservo el mismo que teniamos en nuestro apartamento de Charlottesville, y eso que ya no le quedan muelles. Creo que se han jubilado.
Ella no sonrio, pero se sento junto a el.
En los anos que habian vivido juntos, ella se banaba todas las noches. Cuando se acostaba olia tan bien que Jack casi se volvia loco. Olia como un bebe, no habia nada imperfecto en ella. Y jugaba a hacerse la tonta durante un rato hasta que el se quedaba exhausto encima de ella y entonces ella le sonreia con aire perverso y le acariciaba mientras Jack pensaba durante un rato lo facil que resultaba a las mujeres dirigir el mundo.
Descubrio que los instintos basicos afloraban cada vez con mas fuerza mientras ella apoyaba la cabeza contra su hombro. Pero el agotamiento que se manifestaba en el rostro de Kate, la apatia, acabaron por dominar rapidamente las inclinaciones de Jack y se sintio un tanto culpable.
– No creo que vaya a ser muy buena compania -dijo Kate. ?Habia intuido lo que el sentia? ?Como era posible? Sus pensamientos estaban sin duda muy lejos de aqui.
– Ser agasajado no forma parte del trato. Puedo cuidar de mi mismo, Kate.
– Te agradezco lo que haces.
– No se me ocurre nada mas importante.
Kate le apreto la mano. En el momento que se levantaba del sofa se le abrio la bata y Jack vio algo mas que las piernas largas y delgadas. Se alegro de que esta noche ella durmiera en otro cuarto. Permanecio despierto hasta casi el alba pensando en caballeros de armaduras blancas con grandes manchas oscuras en las corazas impolutas, y en abogados idealistas que dormian solos.
La tercera noche se acosto una vez mas en el sofa. Y, como en las ocasiones anteriores, ella salio del dormitorio, y Jack, al oir el ruido de la puerta, dejo a un lado la revista que estaba leyendo. Pero esta vez ella no se acerco al sofa. Jack volvio la cabeza y vio que Kate le miraba. Esta noche no parecia apatica. Y esta noche no llevaba la bata. La joven dio media vuelta,y regreso a su dormitorio. La puerta quedo abierta.
Por un instante, Jack permanecio inmovil. Despues se levanto, se acerco a la puerta y asomo la cabeza. En la penumbra vio la silueta de Kate acostada. La sabana estaba al pie de la cama. Su cuerpo, en otros tiempos tan conocido para el como el propio, le hacia frente. Ella le miraba. Jack veia sus ojos. Kate no le tendio la mano; nunca lo habia hecho.
– ?Estas segura de esto? -Jack no queria sentimientos heridos por la manana ni palabras agrias.
Como unica respuesta, ella se levanto y le arrastro a la cama. El colchon era firme, tibio en el lugar donde ella habia estado. El se desnudo en un instante. En un movimiento instintivo recorrio con un dedo el contorno de la media luna, paso la mano alrededor de la boca, que ahora toco la suya. Kate tenia los ojos abiertos, y esta vez, desde hacia mucho tiempo, no habia lagrimas sino solo la mirada que tan bien recordaba, la que deseaba ver durante el resto de su vida. Jack la estrecho entre los brazos.
La casa de Walter Sullivan habia recibido las visitas de muchas personalidades de alto rango. Pero la reunion de esta noche era especial incluso comparada con las anteriores.
Alan Richmond alzo la copa de vino y ofrecio un breve pero elocuente brindis al anfitrion mientras las otras cuatro parejas escogidas con mucho esmero chocaban las copas. La primera dama, muy elegante con su sencillo vestido negro, y el pelo rubio plateado que enmarcaba unas facciones que soportaban muy bien el paso de los anos, sonrio al multimillonario. Acostumbrada desde pequena a estar rodeada de riqueza, inteligencia,y refinamiento, ella, como la mayoria de la gente, aun se sentia impresionada ante hombres como Walter Sullivan, aunque solo fuera por los pocos que habia en el mundo.
Sullivan, a pesar de que aun estaba de luto, se mostraba como un anfitrion muy ameno. Mientras tomaban el cafe en la biblioteca, la conversacion abordo temas como las oportunidades empresariales a escala mundial, las ultimas medidas de la Reserva Federal, las posibilidades de victoria del equipo de los Skins frente a los San Francisco 49ers, en el partido del domingo, y las elecciones presidenciales del proximo ano. Ninguno de los presentes pensaba que Alan Richmond cambiaria de ocupacion despues del recuento electoral.
Todos excepto una persona.
En el momento de las despedidas, el presidente se inclino sobre Walter Sullivan para abrazarle y decirle algunas palabras en privado. El anciano sonrio al escuchar los comentarios del presidente. Entonces Sullivan se tambaleo, y tuvo que sujetarse a los brazos de Richmond para recuperar el equilibrio.
Cuando se marcharon los invitados, Sullivan encendio un puro. Las luces de la caravana presidencial se perdian a lo lejos cuando se acerco a la ventana. En su rostro aparecio una sonrisa. La imagen del leve gesto de dolor en los ojos del presidente en el momento de apretarle el antebrazo le habia deparado un momento de gloria. Habia sido un disparo al azar, pero algunas veces daba resultado. El detective Frank no se habia comedido a la hora de explicarle sus teorias sobre el caso. Una de ellas habia sido muy interesante para Walter Sullivan. Frank habia mencionado la posibilidad de que Christine hubiera herido al agresor con el abrecartas, quizas en el brazo o en la pierna. Sin duda el corte habia sido mas profundo de lo que pensaba la policia. Tal vez habia afectado algun nervio. Una herida superficial habria cicatrizado sin problemas despues de tanto tiempo.
Sullivan apago la luz y salio del estudio a paso lento. El presidente Alan Richmond habia sentido un dolor leve cuando los dedos del millonario se hundieron en la carne. Pero como en los infartos, despues de un dolor leve venia otro mucho mas fuerte. Sullivan sonrio complacido mientras consideraba las posibilidades.
Sullivan contemplo la pequena casa de madera con el techo de cinc pintado de verde desde lo alto de la loma. Arreglo la bufanda para protegerse las orejas. El frio era intenso en las colinas del sudoeste de Virginia en esta epoca del ano y las predicciones meteorologicas anunciaban fuertes nevadas.
Con la ayuda de un baston bien grueso bajo a paso lento por el terreno helado en direccion a la casa, mantenida en perfecto estado. Le invadio una profunda sensacion de nostalgia a medida que se acercaba a este trozo de su pasado.
Woodrow Wilson estaba en la Casa Blanca y el mundo se estremecia con las sangrientas batallas de la Gran Guerra cuando Walter Patrick Sullivan vio el primer destello de luz con la ayuda de una comadrona y la firme decision de su madre, Millie, que habia perdido a los tres hijos anteriores, dos en el parto.
Su padre, minero del carbon -por aquel entonces los padres de todo el mundo aparentemente era mineros en aquella parte de Virginia- habia vivido hasta que su hijo cumplio doce anos, y entonces murio sin mas, a consecuencia de una serie de enfermedades producidas por el exceso de polvo de carbon y el agotamiento fisico. Durante anos, el futuro multimillonario habia visto a su padre entrar tambaleante en la casa, exhausto hasta la medula, el rostro negro como el manto del perro labrador que jugaba en el patio, y se desplomaba en el camastro instalado en la habitacion trasera. Sin fuerzas para comer, o jugar con el nino que cada dia esperaba recibir un poco de atencion pero que nunca la recibia de un padre cuyo perpetuo agotamiento era tan penoso contemplar.
La madre habia vivido lo suficiente para ver al retono convertido en uno de los hombres mas ricos del mundo, y el, como un buen hijo, se habia preocupado de ofrecerle todas las comodidades. Como un tributo a su difunto padre, Sullivan habia comprado la mina que le habia matado. Cinco millones al contado. Habia pagado una indemnizacion de cincuenta mil dolares a cada uno de los mineros, y despues la habia cerrado en un acto solemne.
Abrio la puerta y entro en la casa. La estufa de gas calentaba la habitacion y evitaba depender de la lena. En