clavado como un cerdo por una puta borracha.

La boca del presidente esbozo lo que pretendia ser una sonrisa, aunque ni Collin ni Burton lo recordarian asi. El presidente comenzo a levantarse.

– ?Donde esta mi ropa? -pregunto.

– Aqui, senor. -Burton volvio a la realidad; se agacho para recoger las prendas. Estaban muy manchadas, todo el cuarto parecia estarlo, con los sesos de ella.

– Bueno, ayudenme a levantarme, y a vestirme, maldita sea. Tengo que ir a dar un discurso en alguna parte, ?no es asi? -Solto una risa aguda. Burton miro a Collin y este a su companero. Ambos contemplaron como el presidente se quedaba dormido en la cama.

En el momento que sonaron los disparos, Gloria Russell, jefa del gabinete, estaba en el bano del primer piso, lo mas lejos posible de aquella habitacion.

Habia acompanado al presidente en muchas de estas aventuras, pero en lugar de acostumbrarse, le disgustaban cada vez mas. Imaginar a su jefe, el hombre mas poderoso sobre la faz de la tierra, en la cama con todas esas putas de la alta sociedad, las admiradoras de la politica. No conseguia entenderlo, y casi habia aprendido a no hacer caso. Casi.

Se subio las bragas, cogio el bolso, abrio la puerta, cruzo el vestibulo y a pesar de los tacones altos subio los escalones de dos en dos. Cuando llego a la puerta del dormitorio el agente Burton le cerro el paso.

– Senora, no querra ver esto, no es agradable.

Ella le aparto, cruzo el umbral y se detuvo. Su primer pensamiento fue el de salir corriendo, bajar las escaleras, meterse en la limusina, salir de alli, salir del estado, salir de este horrible pais. No sintio pena por Christy Sullivan, que queria que el presidente se la follara. Esa habia sido su meta durante los ultimos dos anos. Bueno, algunas veces no siempre se consigue lo que se desea; algunas veces se consigue mucho mas.

Russell recupero el control y se enfrento al agente Collin. -?Que diablos ha pasado?

Tim Collin era joven, duro y devoto del hombre que le habian asignado proteger. Estaba entrenado para morir defendiendo al presidente, y no tenia ninguna duda de que si llegaba ese momento lo haria. Habian pasado unos anos desde que habia atrapado a un atacante en el aparcamiento de un centro comercial, donde el entonces candidato presidencial Alan Richmond participaba en un acto. Collin habia tumbado al presunto agresor sobre el asfalto y le habia inmovilizado antes de que el tipo pudiera desenfundar del todo el arma, antes de que cualquiera de los demas reaccionara. Para Collin, la unica mision en su vida era proteger a Alan Richmond.

El agente Collin tardo un minuto en informar a Russell de los hechos, con frases cortas y coherentes. Burton confirmo el relato.

– Era cuestion de elegir entre el o ella, senora Russell. No hay otra manera de decirlo. -Burton miro instintivamente al presidente, que continuaba tendido en la cama, perdido para el mundo. Habian cubierto la parte mas estrategica de su cuerpo con una sabana.

– ?Quieren decir que no oyeron absolutamente nada? ?Ningun sonido violento antes…, antes de esto? -Con un gesto indico el desastre en la habitacion.

Los agentes intercambiaron una mirada. Habian escuchado muchos ruidos procedentes de los dormitorios donde estaba su jefe. Algunos podian ser interpretados como violentos, otros no. Pero antes todos habian salido sanos y salvos.

– Nada extrano -contesto Burton-. Entonces oimos el grito del presidente y entramos. El cuchillo estaba a punto de clavarse en su pecho. La unica cosa lo bastante rapida era una bala.

Se irguio en toda su estatura y le miro a los ojos. El y Collin habian hecho su trabajo, y esta mujer no iba a convencerlos de lo contrario. Nadie iba a echarles la culpa.

– ?Habia un maldito cuchillo en la habitacion? -La mujer miro a Burton incredula.

– Si fuera cosa mia, el presidente no saldria a realizar estas pequenas excursiones. La mitad de las veces no nos deja comprobar nada antes. No tuvimos oportunidad de revisar la habitacion. -La miro-. El es el presidente, senora -anadio como si eso lo justificara todo. Y para Russell por lo general asi era, algo que Burton sabia muy bien.

Russell echo una ojeada a la habitacion, sin perder un solo detalle. Habia sido profesora de Ciencias Politicas en Stanford y gozaba de una reputacion a nivel nacional antes de unirse a la campana de Alan Richmond para conseguir la presidencia. El era una fuerza poderosa, todo el mundo queria subir al carro del vencedor.

En la actualidad era jefa del gabinete, y se rumoreaba que se convertiria en secretaria de Estado si Richmond ganaba la reeleccion, cosa que todos daban por hecho. ?Quien lo sabia? ?Por que no la formula Richmond-Russell? Formaban una combinacion brillante. Ella era la estratega, el un politico consumado. El futuro de ambos era cada vez mas prometedor. Pero ?ahora? Ahora tenia un cadaver y a un presidente borracho en el interior de una casa que se suponia vacia.

De pronto recupero el control. Este pequeno monton de basura humana no le estropearia el futuro. ?Ni por esas!

– ?Quiere que llame a la policia, senora? -pregunto Burton.

Russell le miro como si el agente hubiese perdido el juicio.

– Burton, permitame recordarle que nuestro trabajo es proteger los intereses del presidente en todo momento y que nada, absolutamente nada, esta por encima de eso. ?Esta claro?

– Senora, la mujer esta muerta. Pienso que…

– Asi es. Usted y Collin dispararon contra ella y esta muerta. -Las palabras de Russell flotaron en el aire.

Collin se froto los dedos; una mano toco instintivamente el arma en la funda. Miro a la difunta senora Sullivan como si pudiera resucitarla.

Burton flexiono los hombros; se acerco un poco a Russell para resaltar la diferencia de estatura.

– Si no llegamos a disparar, el presidente estaria muerto. Ese es nuestro trabajo. Mantener al presidente sano y salvo.

– Muy bien, Burton. Y ahora que ha impedido su muerte, ?como piensa explicarle a la policia, a la mujer del presidente, a sus superiores, a los abogados, al Congreso, a los mercados financieros, al pais y al resto del maldito mundo, por que el presidente estaba aqui? ?Que hacia aqui? ?Y las circunstancias que le llevaron a usted y al agente Collin a disparar contra la esposa de uno de los hombres mas ricos e influyentes de Estados Unidos? Porque si llama a la policia, si llama a cualquiera, eso es lo que tendra que hacer. Ahora, si esta preparado a aceptar la plena responsabilidad de ese cometido, alli tiene el telefono, llame.

El rostro de Burton cambio de color. Dio un paso atras, ahora ser mas alto no le servia de nada. Collin se habia quedado de una pieza mientras presenciaba el enfrentamiento. Nunca habia visto a nadie capaz de hablarle asi a Bill Burton. El hombre podia partirle el cuello a Russell como quien aplasta una mosca.

Burton miro una vez mas el cadaver. ?Como podia explicarlo para que todo saliera bien? La respuesta era facil: no podia.

Russell le observo de cerca. Burton le devolvio la mirada pero fue incapaz de sostenerla. Ella habia ganado. Sonrio bondadosa y asintio. Estaba al mando de la funcion.

– Vaya y prepare cafe. Una cafetera llena -le ordeno a Burton, disfrutando por un momento del cambio de poderes-. Despues quedese en la puerta principal, no sea que tengamos algun visitante inesperado.

»Collin, vaya a la furgoneta, y hable con Johnson y Varney. No les diga nada de esto. Por ahora solo digales que ha habido un accidente, y que el presidente esta bien. Eso es todo. Y que permanezcan alerta. ?Comprendido? Ya llamare si les necesito. Preciso tiempo para pensar.

Luther no se habia movido desde que los disparos habian destrozado la cabeza de la mujer. Tenia miedo. Habia superado la conmocion, pero su mirada volvia una y otra vez a lo que habia sido un ser humano vivo. En todos los anos como delincuente solo habia visto matar a otra persona. Un pedofilo condenado tres veces, al que otro preso le habia cortado la medula con un trozo de hierro afilado como una daga. Las emociones que sentia ahora eran muy diferentes, como si fuese el unico pasajero de un barco que habia atracado en un puerto extranjero. Nada se parecia ni se notaba conocido. Se sento antes de que las piernas dejaran de sostenerle.

Miro como Russell se movia por la habitacion, como se inclinaba sobre la mujer muerta, pero sin tocarla. Despues, como cogia el abrecartas por la punta de la hoja con un panuelo que saco del bolsillo. La vio observar un buen rato el objeto que casi habia acabado con la vida de su jefe y le habia costado la vida a la mujer; como metia el abrecartas en el bolso de cuero que habia dejado sobre la mesa de noche, y guardaba el panuelo en el bolsillo. Echo una ojeada a los despojos de Christine Sullivan.

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