– ?Podran conseguirlo?
– Si el viento sigue como ahora, tienen una pequena posibilidad. Pero si aumenta a veinte nudos, estan listos.
No se sentia miedo en la cabina del
– Tenemos un acompanante -dijo Burkhart.
Por primera vez, Jurgens desvio la mirada de los instrumentos y miro por la ventanilla. Pudo distinguir a duras penas un caza F-15 que volaba a su lado a una distancia de unos doscientos metros. Mientras lo observaba, el piloto encendio las luces de navegacion e hizo oscilar las alas del aparato. Otros dos aviones en formacion siguieron su ejemplo. Jurgens volvio a ajustar la radio a una frecuencia militar.
– ?De donde vienen, muchachos?
– Estabamos dando una vuelta por el barrio en busca de alguna chica y vimos su maquina volante. ?Podemos ayudarles? Cambio.
– ?Tienen un cable para remolcarnos? Cambio.
– Se nos han acabado.
– De todos modos, gracias por la compania.
Jurgens sintio un ligero alivio. Si no llegaban a Key West y tenian que caer al agua, al menos los cazas podrian permanecer en el lugar y guiar a los que viniesen a auxiliarles. Volvio de nuevo a fijar su atencion en los indicadores de vuelo y se pregunto distraidamente por que no le habia puesto Houston en comunicacion con la Estacion Aeronaval de Key West.
– ?Que diablos es eso de que Key West esta cerrado? -grito Mitchell a un palido ingeniero que estaba a su lado y sostenia un telefono. Y sin esperar respuesta, agarro el auricular-. ?Con quien hablo? -pregunto.
– Soy el capitan de corbeta Redfern.
– ?Se da cuenta de la gravedad de la situacion?
– Nos la han explicado, senor, pero nada podemos hacer Esta tarde una camion cisterna ha chocado contra nuestras lineas de energia electrica y todo el campo ha quedado inmediatamente a oscuras.
– ?Y sus generadores de emergencia?
– El motor Diesel que los activa funciono bien durante seis horas y despues fallo por un problema mecanico. Ahora estan trabajando en esto y volvera a funcionar dentro de una hora.
– Demasiado tarde -grito Mitchell-. El
– No podemos hacerlo -respondio el capitan-. Todo nuestro equipo esta inutilizado.
– Entonces iluminen la pista con los faros de los coches y los camiones, con cualquier cosa de que dispongan.
– Haremos todo lo que podamos, senor; pero no sera mucho, con solo cuatro hombres de servicio a esta hora de la madrugada. Lo siento.
– No es usted el unico que lo siente -gruno Mitchell, y colgo el telefono de golpe.
– Ahora, ya tendriamos que ver la pista -dijo Burkhart, con inquietud-. Veo las luces de la ciudad de Key West, pero ni senales de la estacion aeronaval.
Por primera vez, aparecieron unas gotitas de sudor en la frente de Jurgens.
– Es muy extrano que no nos hayan dicho nada las torres de control.
En aquel momento, oyeron la voz tensa de Mitchell.
–
– Si, Control. Entendido.
– Vemos que esta a cuatro mil metros, Dave. Velocidad, seiscientos kilometros por hora. Un minuto y diez segundos, y nueve kilometros, para el aterrizaje. Tome el mando manual. Cambio.
– Bien, paso al mando manual.
– ?Puede ver la pista?
– Todavia no veo nada.
– Disculpe la interrupcion,
– Muchas gracias, amiguito -dijo, agradecido, Jurgens.
Observo como los F-15 le adelantaban, bajaban el morro y apuntaban en direccion a Key West. Se pusieron en linea, como jugando a seguir al jefe, y encendieron las luces de aterrizaje. AI principio, los brillantes rayos solamente se reflejaron en el agua; pero despues iluminaron unas salinas y luego la pista de la estacion aeronaval.
–
– Si subo un centimetro mas, se calara.
La pista parecio tardar una eternidad en hacerse mas ancha. La lanzadera estaba solo a seis kilometros, pero parecian cien. Jurgens creyo que podria conseguirlo. Era preciso. Puso en accion a todas las celulas de su cerebro, para que el
– Velocidad quinientos kilometros, altitud seiscientos metros, cinco kilometros hasta la pista -informo Burkhart, con voz ligeramente ronca.
Jurgens pudo ver ahora las luces de los vehiculos de los servicios de socorro y contra incendios. Los cazas volaban sobre el, iluminando la pista de hormigon de dos mil metros de longitud por sesenta de anchura.
La lanzadera descendia rapidamente. Jurgens la retenia lo mas que podia. Las luces de aterrizaje brillaron sobre la linea de la costa, a no mas de treinta metros debajo de el. Espero hasta el ultimo segundo y desplego el tren de aterrizaje. Una maniobra normal de aterrizaje exigia que las ruedas tocasen el suelo a novecientos metros del principio de la pista, pero Jurgens contuvo el aliento, confiando, contra toda esperanza, en alcanzar el hormigon.
La salina fue iluminada por los brillantes rayos y se perdio en la oscuridad. Burkhart se agarro a los brazos del sillon y recito los numeros decrecientes:
– Velocidad trescientos cincuenta. Tren de aterrizaje a tres metros… dos… uno, contacto.
Los cuatro gruesos neumaticos del tren de aterrizaje principal chocaron con la dura superficie y protestaron por la subita friccion lanzando una nube de humo. Una medicion ulterior demostraria que Jurgens habia tocado el suelo a solo veinte metros del principio de la pista. Jurgens bajo suavemente el morro de la nave espacial hasta que la rueda delantera establecio contacto con el suelo, y entonces apreto los dos pedales del freno. Cuando detuvo el aparato, todavia le sobraban trescientos metros de pista.
– ?Lo han conseguido! -grito Hollyman, por radio.