– Son demasiado pequenos para ser vistos.

– ?Y si aumentamos el alcance por ordenador?

– Podemos probar.

– Adelante.

Al cabo de medio minuto, el operador sacudio la cabeza.

– Nada en dos millas.

– Aumente el alcance a cinco.

– Nada.

– Pase a diez.

El operador prescindio de la pantalla de radar y observo atentamente la imagen ampliada del ordenador.

– Bien, distingo un objeto diminuto que es una posibilidad. Nueve millas al sudoeste, torciendo dos-dos-dos grados.

– Tienen que haberse perdido -murmuro Kleist.

El operador de radar sacudio la cabeza.

– No, a menos que esten ciegos o sean completamente estupidos. El cielo esta claro como el cristal. Hasta un boy scout podria encontrar la Estrella Polar.

Quintana y Kleist se irguieron y se miraron con mudo asombro, incapaces de comprender del todo lo que sabian que era verdad. Kleist fue el primero en hacer la ineludible pregunta.

– ?Por que? -pregunto, perplejo-. ?Por que tienen que ir deliberadamente a Cuba?

Quinta parte

El Amy Bigalow

60

6 de noviembre de 1989

Costa Norte de Cuba

Pitt y Jessie esquivaron una lancha patrullera cubana y se hallaban a mil metros de la costa de Cuba cuando acabo de descargarse la bateria del Dasher. Quitaron los tapones de los flotadores y se alejaron nadando mientras la pequena embarcacion deportiva se hundia hasta el fondo del mar. Las botas de campana eran muy ajustadas y dejaban entrar poca agua en su interior; por consiguiente, se las dejaron puestas, conscientes de que serian esenciales cuando pisasen tierra.

El agua era agradablemente tibia y las olas permanecian bajas. La media luna de la manana temprana se deslizaba sobre el horizonte dos horas antes de que saliese el sol. Bajo aquella luz, Pitt podia facilmente no perder de vista a Jessie. Esta tosio como si hubiese tragado un poco de agua, pero parecia nadar sin esfuerzo.

– ?Que tal nadas de espalda? -pregunto el.

– Bien. -Ella espurrio y escupio durante un momento, y dijo-: quede tercera en un campeonato escolar del Estado.

– ?Que Estado?

– Wyoming.

– No sabia que en Wyoming hubiese piscinas.

– Eres muy gracioso.

– La marea nos favorece; debemos darnos prisa antes de que cambie.

– Pronto sera de dia -dijo ella.

– Mayor motivo para que lleguemos a tierra y busquemos donde refugiarnos.

– ?Que me dices de los tiburones?

– Nunca desayunan antes de las seis- dijo el, con impaciencia-. Vamos, basta de charla.

Empezaron a nadar de espalda, echando atras los brazos y pataleando. La marea creciente les empujaba a casi un nudo de velocidad y hacian un buen crono. Jessie era buena nadadora. Seguia el ritmo de Pitt y se mantenia a su lado. El se maravillo de su resistencia despues de todo lo que habia tenido que sufrir durante los ultimos seis dias y la compadecio por los dolores y la fatiga que sabia que estaba padeciendo. Pero no podia permitir ahora que aflojase; no hasta que llegasen a la costa y encontrasen un poco de seguridad.

Ella no le habia explicado la razon por la que le obligaba a dirigirse a Cuba, y Pitt no se la habia preguntado. No tenia que ser clarividente para saber que ella tenia un proposito definido en su mente, capaz de llevarla hasta la locura. Podia haberla desarmado volcando el Dasher en un rapido viraje al descender de una ola, y estaba bastante seguro de que Jessie no habria apretado el gatillo si el se hubiese negado a obedecerla.

Pero, para Pitt, era una cosa normal. «Con poco o mucho dinero, es el amor lo que mueve el mundo.» Solo que el no estaba enamorado; atraido, si, pero no encalabrinado. La curiosidad pesaba mas que cualquier impulso pasional. Nunca podia resistir la tentacion de asomarse a la puerta de lo desconocido. Y ademas estaba el senuelo del tesoro de La Dorada. La pista que le habia dado LeBaron era muy vaga, pero la estatua tenia que estar en algun lugar de Cuba. La unica pega era que facilmente podrian matarle.

Pitt se detuvo y se sumergio, tocando fondo a una profundidad que calculo seria de tres metros. Volvio a subir y accidentalmente rozo una de las piernas de Jessie al emerger. Ella chillo, creyendo que era atacada por una criatura grande de aleta triangular, ojos ciegos y una boca que solo un dentista podria apreciar.

– ?Silencio! -dijo el-. O pondras sobre aviso a todas las patrullas a millas de distancia.

– ?Dios mio, eras tu! -gruno ella, asustada.

– Habla bajo -murmuro el a su oido-. El sonido se transmite con mucha claridad sobre el agua. Descansaremos un rato y observaremos por si hay alguna senal de actividad.

Ella no le respondio; le toco ligeramente un hombro en senal de asentimiento. Patalearon en el agua durante varios minutos, mirando en la oscuridad. La palida luz de la luna iluminaba suavemente la costa de Cuba, la estrecha franja de arena blanca y las oscuras sombras que se alzaban detras. A unas dos millas a su derecha pudieron ver luces de coches que circulaban por una carretera proxima a la costa. Cinco millas mas alla, un resplandor incandescente revelaba la posicion de una pequena ciudad portuaria.

Pitt no podia detectar ningun indicio de movimiento. Senalo hacia delante y empezo a nadar de nuevo, ahora en braza para poder ver lo que tenia delante. Alturas y formas, angulos y contornos, se convirtieron en nebulosas siluetas al acercarse ellos. Cincuenta metros mas adelante, Pitt bajo los pies y toco arena. Se levanto y el agua le llego al pecho.

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