Pitt se dejo caer hasta el fondo del barranco seco, que seguia un curso quebrado alrededor de una colina sembrada de grandes guijarros y de pinos achaparrados. Paso por debajo de la carretera por un tubo de hormigon de un metro de diametro y que daba a unos pastos vallados al otro lado. Volvio a subir a la carretera, tomo en silencio a Jessie de la mano y la condujo, tropezando y resbalando, al pedregoso fondo del barranco. Dirigio el rayo de luz de la linterna al tubo de desague.
– La unica habitacion vacia en la ciudad -dijo, con la voz mas animada de que fue capaz, dadas las circunstancias.
No era una suite de lujo, pero habia en el fondo curvo unos pocos centimetros de blanda arena y era el refugio mas seguro que Pitt habia podido encontrar. Si los guardias daban con su pista y la seguian hasta la carretera, sin duda pensarian que la pareja habia sido recogida por un coche, segun un plan preestablecido.
De algun modo consiguieron encontrar una posicion comoda en el estrecho y oscuro espacio. Pitt dejo el arma y la linterna al alcance de la mano y por fin se relajo.
– Muy bien, senora -dijo, y sus palabras resonaron en la tuberia-. Creo que ya es hora de que me digas que diablos estamos haciendo aqui.
Pero Jessie no le respondio.
Olvidando su uniforme frio, humedo y mal ajustado, olvidando incluso el dolor de los pies y de las articulaciones, se habia acurrucado en posicion fetal y dormia profundamente.
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– ?Muertos? ?Todos muertos? -repitio furioso el jefazo del Kremlin, Antonov-. ?Toda la instalacion destruida, y ningun superviviente, ninguno en absoluto?
Polevoi asintio tristemente con la cabeza.
– El capitan del submarino que detecto las explosiones y el coronel al mando de las fuerzas de seguridad enviadas a tierra para investigar, informaron que no habian encontrado a nadie vivo. Recogieron el cadaver de mi primer delegado, Lyev Maisky, pero el general Velikov todavia no ha sido encontrado.
– ?Se echaron en falta claves y documentos secretos?
Pelevoi no estaba dispuesto a poner la cabeza en el tajo y asumir la responsabilidad de un desastre en los servicios secretos. Se hallaba a un pelo de perder su encumbrada posicion y convertirse rapidamente en un burocrata olvidado, encargado de un campo de trabajo.
– Todos los datos secretos fueron destruidos por el personal del general Velikov antes de morir luchando.
Antonov acepto la mentira.
– La CIA -dijo reflexivamente-. Ellos estan detras de esta infame provocacion.
– Creo que, en este caso, no podemos hacer de la CIA el chivo expiatorio. Los primeros indicios senalan una operacion cubana.
– Imposible -salto Antonov-. Nuestros amigos en los circulos militares de Castro nos habrian advertido con mucha antelacion de cualquier plan para atacar la isla. Ademas, una operacion tan audaz e ingeniosa y de esta magnitud no esta al alcance de ningun cerebro latino.
– Tal vez, pero nuestros mejores elementos en el servicio secreto creen que la CIA no sospechaba ni remotamente la existencia de nuestro centro de comunicaciones en Cayo Santa Maria. No hemos descubierto al menor indicio de vigilancia. La CIA es habil, pero sus hombres no son dioses. No podia en modo alguno proyectar, ensayar y llevar a cabo la incursion en las pocas horas que mediaron entre el momento en que la lanzadera salio de la estacion espacial hasta que se desvio de pronto del rumbo a Cuba que nosotros habiamos programado.
– ?Perdimos tambien la lanzadera?
– Nuestros instrumentos de observacion del Centro Espacial Johnson revelaron que habia aterrizado a salvo en Key West.
– Con los colonos americanos de la Luna -anadio Antonov.
– Iban a bordo, si.
Antonov permanecio unos segundos sentado alli, demasiado furioso para reaccionar, apretados los labios, sin pestanear y mirando a ninguna parte.
– ?Como lo hicieron? -gruno al fin-. ?Como salvaron su preciosa lanzadera espacial en el ultimo minuto?
– La suerte de los tontos -dijo Polevoi, siguiendo de nuevo el dogma comunista de echar las culpas a los otros-. Salvaron el pellejo gracias a la tortuosa interferencia de los Castro.
Antonov fijo de pronto la mirada en Polevoi.
– Como me ha recordado a menudo, camarada director, los hermanos Castro no pueden ir al retrete sin que la KGB se entere de cuantas piezas de papel higienico emplean. Digame como se acostaron de pronto con el presidente de los Estados Unidos sin que sus agentes lo advirtiesen.
Polevoi se habia metido involuntariamente en un agujero y ahora salio astutamente de el cambiando de tema.
– La operacion Ron y Cola sigue adelante. Pueden habernos birlado la lanzadera espacial y un rico caudal de datos cientificos, pero es una perdida aceptable en comparacion con el dominio total de Cuba.
Antonov considero las palabras de Polevoi y mordio el anzuelo.
– Tengo mis dudas. Si Velikov no dirige la operacion, las probabilidades de exito quedan reducidas a la mitad.
– El general ya no es esencial para Ron y Cola. El plan esta concluido en un noventa por ciento. Los barcos entraran en el puerto de La Habana manana por la tarde, y el discurso de Castro esta previsto para la manana siguiente. El general Velikov realizo un trabajo esplendido para establecer las bases. Los rumores sobre un nuevo complot de la CIA para asesinar a Castro han sido ya difundidos en todo el mundo occidental, y hemos preparado pruebas que demuestran la intervencion americana. Ahora solo falta apretar un boton.
– ?Esta sobre aviso nuestra gente en La Habana y Santiago?
– Estan preparados para actuar y constituir un nuevo Gobierno en cuanto se confirme el asesinato.
– ?Quien sera el proximo lider?
– Alicia Cordero.
Antonov se quedo boquiabierto.
– ?Una mujer? ?Vamos a nombrar a una mujer para que gobierne Cuba despues de la muerte de Fidel Castro?
– La candidata perfecta -dijo firmemente Polevoi-. Es secretaria del Comite Central y secretaria del Consejo de Estado. Mas importante aun, goza de toda la confianza de Fidel y es idolatrada por el pueblo, por el exito de sus programas economicos familiares y su fogosa oratoria. Tiene un encanto y un carisma que igualan a los de Castro. Su fidelidad a la Union Sovietica es indiscutible y tendra todo el apoyo de los militares cubanos.
– Que trabajan para nosotros.
– Que nos pertenecen -le corrigio Polevoi.
– Entonces, estamos comprometidos.
– Si, camarada presidente.
– ?Y despues? -pregunto Antonov.
– Nicaragua, Peru, Chile y, si