– Dijo llamarse Dirk Pitt.

– ?Dios mio, ese hombre esta en todas partes! -exclamo el presidente.

– Jessie LeBaron y dos hombres de AMSN del almirante Sandecker fueron rescatados -siguio diciendo Brogan-. Raymond LeBaron resulto muerto.

– ?Se ha confirmado esto? -pregunto el presidente, con expresion solemne.

– Si, senor, se ha confirmado.

– Una gran desgracia. Merecia nuestro reconocimiento por su contribucion a la Jersey Colony.

– Pero la mision fue un gran exito -dijo pausadamente Brogan-. El comandante Quintana capturo un caudal de material secreto, incluidas las ultimas claves sovieticas. Llego hace solamente una hora. Los analistas de Langley lo estan estudiando ahora.

– Tengo que felicitarle -dijo el presidente- Su gente ha realizado una hazana increible.

– Deberia reservar sus alabanzas, senor presidente, hasta que haya oido toda la historia.

– Esta bien, Martin. Prosiga.

– Dirk Pitt y Jessie LeBaron… -Brogan hizo una pausa y encogio desalentado los hombros-. No volvieron a la embarcacion nodriza con el comandante Quintana y sus hombres.

– ?Murieron en la isla como Raymond LeBaron?

– No, senor. Partieron con los otros, pero cambiaron de rumbo y se dirigieron a Cuba.

– Cuba -repitio el presidente en voz baja. Miro a Oates y a Fawcett, que le miraron a su vez con incredulidad-. Dios mio, Jessie esta tratando todavia de entregar nuestra respuesta a la proposicion de pacto entre Cuba y los Estados Unidos.

– ?Podra establecer contacto con Castro? -pregunto Fawcett.

Brogan sacudio dudosamente la cabeza.

– La isla esta llena de fuerzas de seguridad, policias y milicianos que registran minuciosamente las carreteras. Seran detenidos dentro de una hora, si pueden eludir las patrullas en la playa.

– Tal vez Pitt tenga suerte -murmuro esperanzado Fawcett.

– No -dijo gravemente el presidente, con semblante preocupado-. Ese hombre ha gastado ya toda la suerte que tenia.

En un pequeno despacho de la sede de la CIA en Langley, Bob Thornburg, jefe analista de documentos, estaba sentado con los pies cruzados sobre su mesa y leia un monton de material enviado por avion desde San Salvador. Expelio una bocanada de humo azul de su pipa y tradujo los textos rusos.

Reviso rapidamente tres pliegos y tomo un cuarto. El titulo le intrigo. La redaccion era tipicamente americana. Era una accion secreta que llevaba por nombre una mezcla de bebidas. Echo una ojeada al final y, de momento, se quedo pasmado. Despues dejo la pipa en un cenicero, quito los pies de la mesa y leyo el contenido del pliego con mas atencion, frase por frase, y tomando notas en un bloc amarillo.

Casi dos horas mas tarde, Thornburg levanto su telefono y marco un numero interior. Le respondio una mujer, y el le pregunto por el director delegado.

– Eileen, soy Bob Thornburg. ?Puedo hablar con Henry?

– Esta comunicando por otra linea.

– Digale que me llame lo antes posible; es urgente.

– Se lo dire.

Tornburg recogio sus notas y estaba leyendo por quinta vez el pliego cuando el timbre del telefono le interrumpio. Suspiro y levanto el auricular.

– Bob, soy Henry. ?Que pasa?

– ?Podemos vernos en seguida? Acabo de repasar parte de los datos secretos capturados en la operacion de Cayo Santa Maria.

– ?Algo de valor?

– Digamos una bomba.

– ?Puedes indicarme algo?

– Se refiere a Fidel Castro.

– ?Que diablura se propone ahora?

– Va a morir pasado manana.

62

En cuanto Pitt se desperto, miro su reloj. Eran las doce y dieciocho. Se sentia descansado, animado, incluso optimista.

Al pensar en ello, encontro que su estado de animo era tristemente divertido. Su futuro no era exactamente brillante. No tenia dinero cubano ni documentos de identidad. Estaba en un pais comunista, sin un amigo al que contactar y sin ninguna excusa para estar en el. Y llevaba el uniforme menos adecuado. Tendria suerte si podia pasar el dia sin que le matasen como espia.

Alargo una mano y sacudio delicadamente el hombro de Jessie. Despues salio del tunel de desague, observo cautelosamente la zona y empezo a hacer gimnasia para desentumecer los musculos.

Jessie abrio los ojos y desperto despacio, languidamente, de un profundo y voluptuoso sueno, poniendo gradualmente su mundo en perspectiva. Desencogiendose y estirando los brazos y las piernas como una gata, gimio debilmente al sentir el dolor, pero lo agradecio al ver que espoleaba su mente.

Primero penso en cosas tontas (en a quien invitaria a su proxima fiesta, en que tenia que proyectar el menu con su cocinero, en que habia de recordar al jardinero que podase los setos que flanqueaban los paseos), y entonces empezaron a pasar por su pantalla interior los recuerdos de su marido. Se pregunto como podia una mujer trabajar y vivir veinte anos con un hombre y no rebelarse contra sus malos humores. Sin embargo, veia mejor que nadie a Raymond LeBaron simplemente como un ser humano, ni mejor ni peor que los demas hombres, y con una mente que podia irradiar compasion, mezquindad, brillantez o crueldad segun las necesidades del momento.

Cerro los ojos con fuerza para no pensar en su muerte. Piensa en otra persona o en otra cosa, se dijo. Piensa en como sobrevivir durante los proximos dias. Piensa en… Dirk Pitt.

Se pregunto quien era este. ?Que clase de hombre? Le miro a traves del tunel, mientras el doblaba y desdoblaba su cuerpo, y, por primera vez desde que le habia conocido, se sintio sexualmente atraida por el. Era ridiculo, se dijo, ya que tenia al menos quince anos mas que el. Y ademas, no habia mostrado ningun interes por ella como mujer deseable; no se habia insinuado en absoluto, ni tratado de flirtear. Decidio que Pitt era un enigma, el tipo de hombre que intrigaba a las mujeres, que las incitaba a un comportamiento licencioso, pero que nunca podria ser poseido o seducido por los ardides femeninos.

Jessie volvio a la realidad cuando Pitt se asomo al tunel y sonrio.

– ?Como te sientes?

Ella desvio nerviosamente la mirada.

– Molida, pero dispuesta a afrontar el dia.

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