– Lamento no tener preparado el desayuno -dijo el, y su voz resono en el tubo-. El servicio deja mucho que desear en estos andurriales.

– Venderia el alma por una taza de cafe.

– Segun un rotulo que he visto a pocos cientos de metros carretera arriba, estamos a diez kilometros de la proxima poblacion.

– ?Que hora es?

– La una menos veinte.

– Mas de mediodia -dijo Jessie, deslizandose a gatas hacia la luz-. Tenemos que ponernos en marcha.

– Quedate donde estas.

– ?Por que?

El no respondio, pero se volvio y se sento a su lado. Tomo delicadamente su cara entre las manos y la beso en la boca.

Jessie abrio mucho los ojos y despues devolvio afanosamente el beso. Despues de un largo momento, el se echo atras. Ella espero con expectacion, pero Pitt solo se quedo sentado, mirandola a los ojos.

– Te deseo -dijo Jessie.

– Si.

– Ahora.

El la atrajo hacia si, apretandose contra su cuerpo, y la beso de nuevo. Despues se aparto.

– Lo primero es lo primero.

Ella le dirigio una mirada ofendida y curiosa.

– ?Como que?

– Como el motivo de que me secuestrases para traerme a Cuba.

– Tienes un extrano sentido de la oportunidad.

– Generalmente, tampoco suelo hacer el amor dentro de un tubo de desague.

– ?Que quieres saber?

– Todo.

– ?Y si no te lo digo?

El se echo a reir.

– Nos estrecharemos la mano y nos separaremos.

Durante unos segundos, ella permanecio apoyada en la pared del tunel, considerando lo lejos que podria ir sin el. Probablemente, no mas alla de la proxima poblacion, del primer policia receloso o guardia de seguridad con quien se encontrase. Pitt parecia ser un hombre de recursos increibles. Lo habia demostrado en varias ocasiones. No podia dejar de ver el duro hecho de que le necesitaba mas que el a ella.

Trato de encontrar las palabras adecuadas, una introduccion que tuviese un poco de sentido. Por ultimo, renuncio y dijo bruscamente:

– El presidente me envio para encontrarme con Fidel Castro.

Los profundos ojos verdes de Pitt la observaron con franca curiosidad.

– Un buen comienzo. Me gustaria oir el resto.

Jessie respiro hondo y prosiguio.

Revelo el sincero ofrecimiento de un pacto que habia hecho Fidel Castro y su extrana manera de enviarlo de manera que pasara inadvertido a los ojos vigilantes del servicio secreto sovietico.

Explico su reunion secreta con el presidente, despues del inesperado retorno del Prosperteer, y la peticion que el le habia hecho de que llevase la respuesta repitiendo el vuelo de su marido en el dirigible, una accion encubierta que Fidel Castro habria reconocido.

Confeso el engano de que se habia valido para reclutar a Pitt, a Giordino y a Gunn, y pidio a Pitt que la perdonase por un plan que habia fracasado a causa del ataque por sorpresa del helicoptero cubano.

Y por ultimo, describio las crecientes sospechas del general Velikov del verdadero objetivo que se ocultaba detras del intento de alcanzar a Castro, y su exigencia de respuestas a traves de los metodos de tortura de Foss Gly.

Pitt escucho toda la historia sin hacer comentarios.

Su reaccion era lo que ella temia. Temia lo que el diria o haria al saber como habia abusado de el, mintiendole y desorientandole, haciendo que sufriese y casi le matasen en varias ocasiones, por una mision de la que el nada sabia. Penso que tenia derecho a estrangularla.

Solo se le ocurrio decir:

– Lo siento.

Pitt no la estrangulo. Le tendio una mano. Ella la asio, y el la atrajo hacia si.

– Conque me estuviste enganando durante todo el tiempo -dijo.

Esos ojos verdes, penso ella. Habria querido sumergirse en ellos.

– No puedo reprocharte que estes furioso.

El la abrazo unos momentos en silencio.

– ?Y bien?

– Y bien, ?que?

– ?No vas a decir algo? -pregunto timidamente Jessie-. ?No estas siquiera enfadado?

El le desabrocho la camisa del uniforme y le acaricio ligeramente el pecho.

– Afortunadamente para ti, soy incapaz de guardar rencor.

Entonces hicieron el amor, mientras retumbaba el trafico en la carretera, encima de ellos.

Jessie se sentia increiblemente tranquila. Esta agradable impresion no la habia abandonado durante la ultima hora, mientras caminaban sin ocultarse por la orilla de la carretera. Se difundia como un anestesico, amortiguando su miedo y reforzando su confianza. Pitt habia aceptado su explicacion y convenido en ayudarla en su busca de Castro. Y ahora ella caminaba a su lado, mientras el la guiaba por los campos de Cuba como si fuesen suyos, sintiendose segura y animada por el resplandor de su intimidad.

Pitt birlo unos mangos, una pina y un par de tomates medio maduros. Comieron mientras andaban. Varios vehiculos, en su mayoria camiones cargados de cana de azucar y de citricos, les adelantaron. De vez en cuando, pasaba un transporte militar llevando milicianos. Jessie se ponia rigida y miraba nerviosamente sus botas de apretados cordones, mientras Pitt levantaba su fusil en el aire y gritaba «?Saludos, amigos!» en espanol.

– Menos mal que no pueden oirte claramente -dijo ella.

– ?Por que? -pregunto ei, con fingida indignacion.

– Tu espanol es horrible.

– Siempre me sirvio en las carreras de galgos de Tijuana.

– Pero no aqui. Sera mejor que dejes que hable yo.

– ?Crees que tu espanol es mejor que el mio?

– Puedo hablarlo como un nativo. Y tambien puedo conversar con fluidez en ruso, en frances y en aleman.

– Continuamente me sorprende tu talento -dijo sinceramente Pitt-. ?Sabia Velikov que hablabas ruso?

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