Jurgens, con un audible suspiro-. Las ruedas se han detenido.

– ?Magnifico! ?Magnifico! -grito Foley.

– Felicitaciones, Dave -anadio Mitcheli-. Nadie habria podido hacerlo mejor.

Burkhart miro a Jurgens y no dijo nada; se limito a levantar los dos pulgares.

Jurgens permanecio sentado, descargando todavia adrenalina, gozando de un triunfo contra todas las probabilidades. Su fatigada mente empezo a divagar y, sin darse cuenta, empezo a preguntarse quien era Dirk Pitt. Despues apreto el boton del intercomunicador.

– Senor Steinmetz.

– ?Si, comandante?

– Sea bienvenido en su regreso a la Tierra. Estamos en casa.

59

Pitt echo una rapida mirada a su alrededor y volvio al despacho de Velikov. Todos estaban de rodillas, agrupados alrededor de Raymond LeBaron, que yacia en el suelo. Jessie le asia una mano y le murmuraba algo. Gunn miro hacia arriba al oir acercarse a Pitt y sacudio la cabeza.

– ?Que ha pasado? -pregunto rapidamente Pitt.

– Se puso en pie para ayudarte y recibio la bala que te hirio en la oreja -respondio Giordino.

Antes de arrodillarse, Pitt miro un momento al millonario mortalmente herido. En la ropa que cubria la parte superior del abdomen se extendia una mancha carmesi. Los ojos tenian todavia vida y estaban fijos en el rostro de Jessie. La respiracion era rapida y jadeante. Trato de levantar la cabeza para decir algo a Jessie, pero el esfuerzo fue demasiado grande y volvio a reclinarla en el suelo.

Pitt hinco despacio una rodilla al lado de Jessie. Ella se volvio a mirarle y las lagrimas resbalaron por sus palidas mejillas. El correspondio brevemente a su mirada, en silencio. No se le ocurria nada que decirle; su mente estaba agotada.

– Raymond trato de salvarte -dijo ella con voz ronca-. Yo sabia que no podrian cambiarle del todo. Al final volvio a ser como antes.

LeBaron tosio; una tos extrana y aspera. Miro a Jessie, turbios los ojos, blanca y exangue la cara.

– Cuida de Hilda -murmuro-. Lo dejo todo en tus manos.

Antes de que pudiese decir nada mas, la habitacion retemblo con el estruendo de explosiones alla a lo lejos; el equipo de Quintana habia empezado a destruir las instalaciones electronicas en el interior del edificio. Tendrian que marcharse pronto, y no llevarian a Raymond LeBaron con ellos.

Pitt penso en todos los reportajes de los periodicos y los articulos de las revistas que glorificaban al moribundo que ahora yacia sobre la alfombra como un comerciante de temple de acero que podia levantar o derribar a directivos de corporaciones gigantescas o a politicos de alto nivel en el Gobierno: como un brujo en la manipulacion de los mercados financieros del mundo; como un hombre frio y vengativo que habia dejado tras de si los huesos de sus competidores y no habia dudado en echar a la calle a miles de sus empleados. Pitt habia leido todo esto, pero lo unico que veia ahora era un viejo moribundo, una paradoja de la fragilidad humana, que le habia robado la esposa a su mejor amigo y despues le habia matado por un tesoro. Pitt no podia sentir compasion, ni una pizca de emocion, por un hombre semejante.

Ahora el hilo delgado del que pendia la vida de LeBaron estaba a punto de romperse. Pitt se inclino y acerco los labios a la oreja del viejo potentado.

– La Dorada -murmuro-. ?Que hizo con ella?

LeBaron le miro y sus ojos brillaron un instante al pasar por su nublada mente un ultimo recuerdo del pasado. Hizo acopio de fuerzas para responder y su voz fue muy debil. Las palabras brotaron casi en el mismo instante de morir.

– ?Que ha dicho? -pregunto Giordino.

– No estoy seguro -respondio Pitt, con expresion perpleja-. Fue algo asi como «Look on the main sight». [2]

A los oidos de los cubanos de la isla grande, las detonaciones sonaron como un trueno lejano, y no les prestaron atencion. Ninguna erupcion volcanica tino el horizonte de rojo y naranja; ninguna terrible columna de llamas elevandose en el negro cielo atrajo su curiosidad. El ruido llego extranamente sofocado, debido a que el edificio habia sido destruido desde el interior. Incluso la tardia destruccion de la gran antena paso inadvertida.

Pitt ayudo a Jessie a cruzar la playa, seguido de Giordino y de Gunn, que era transportado en una camilla por los cubanos. Quintana se reunio con ellos y prescindio de toda precaucion al enfocar a Pitt con los finos rayos de una linterna.

– Deberia vendarle la oreja.

– Sobrevivire hasta que lleguemos al TSE.

– Tuve que dejar dos hombres atras, enterrados donde nadie podra encontrarlos nunca. Pero volvemos mas de los que vinimos. Alguien tendra que llevar a otro en su Dasher. Tullevaras a la senora LeBaron, Dirk, El senor Gunn puede navegar conmigo. El sargento Lopez puede…

– El sargento puede ir solo -le interrumpio Pitt.

– ?Solo?

– Tambien nosotros dejamos un hombre atras -dijo Pitt.

Quintana paso rapidamente el rayo de su linterna sobre los otros.

– ?Raymond LeBaron?

– No vendra.

Quintana encogio ligeramente los hombros, inclino la cabeza delante de Jessie y dijo simplemente:

– Lo siento.

Entonces se volvio y empezo a reunir a sus hombres para el viaje de regreso a la embarcacion nodriza.

Pitt sostuvo a Jessie junto a el y dijo amablemente:

– Te pidio que cuidases de su primera esposa, Hilda, que todavia vive.

No pudo ver la sorpresa que se pinto en la cara de ella, pero si sentir que su cuerpo se ponia rigido.

– ?Como lo has sabido? -pregunto ella, con incredulidad.

– La conoci y hable con ella hace unos dias.

Jessie parecio aceptarlo y no le pregunto como habria ido a parar a la residencia de ancianos.

– Raymond y yo celebramos la ceremonia y representamos nuestros papeles de marido y mujer. Pero el nunca pudo renunciar completamente a Hilda o divorciarse de ella.

– Un hombre que amaba a dos mujeres.

– De una manera diferente, especial. Era un tigre en los negocios, pero un cordero en la vida del hogar. Raymond se sintio perdido cuando la mente y el cuerpo de Hilda empezaron a deteriorarse. Necesitaba desesperadamente una mujer en la que apoyarse. Empleo su influencia para simular la muerte de Hilda e ingresarla en una residencia bajo el apellido de su primer matrimonio.

– Y entonces entraste tu en escena.

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