– Por el amor de Dios, Tyler, ?tan urgente es que no pudo esperar hasta manana por la manana?

– Hace aproximadamente una hora, recibi una llamada telefonica de un federal, desde Washington. -Sweat se interrumpio para reducir un poco la velocidad-. Dijo que era una agencia de informacion de la que yo no habia oido hablar jamas. No le aburrire contandole sus agresivas palabras. Nunca he podido entender por que piensan todos los del Norte que pueden deslumbrar a los muchachos del Sur. La cuestion es que pidio que entreguemos los cadaveres del dirigible a las autoridades federales.

– ?A que autoridades federales?

– No quiso nombrarlas. Su respuesta no pudo ser mas vaga cuando se lo pregunte.

Rooney se sintio de pronto sumamente interesado.

– ?Dio alguna indicacion de por que queria los cadaveres?

– Afirmo que era un asunto secreto.

– Usted se nego, naturalmente.

– Le dije que lo pensaria.

El giro que tomaban las cosas, combinado con la ginebra, hizo que Rooney se olvidase de su miedo al agua. Empezo a fijarse en la esbelta linea de la embarcacion de fibra de vidrio. Era la segunda oficina del sheriff Sweat, ocasionalmente puesta en servicio como embarcacion auxiliar de la policia, pero empleada con mas frecuencia para distraer a funcionarios del condado o del Estado en excursiones de pesca de fin de semana.

– ?Como se llama? -pregunto Rooney.

– ?Quien?

– La barca.

– Oh, la Southern Comfort. Tiene treinta y cinco pies de eslora y navega a quince nudos. Fue construida en Australia por una empresa denominada Stebercraft.

– Volviendo al caso de LeBaron -dijo Rooney, sorbiendo su Martini-, ?va a darse por vencido?

– Tentado estoy de hacerlo -dijo sonriendo Sweat-. Homicidios no ha encontrado todavia una sola pista. Los medios de comunicacion lo estan convirtiendo en un espectaculo circense. Todo el mundo, desde el gobernador para abajo, me esta apretando las clavijas. Y para colmo, existe todavia la probabilidad de que el crimen no se hubiese cometido en territorio de mi jurisdiccion. Pues si, estoy tentado de cargarle el muerto a Washington. Solo que soy lo bastante terco como para pensar que podemos encontrar nosotros la solucion de este lio.

– Esta bien, ?que quiere de mi?

El sheriff se volvio del timon y le miro fijamente.

– Quiero que me diga lo que ha escrito en su dictamen.

– Lo que he descubierto ha aumentado el enigma.

Una barquita de vela con cuatro adolescentes paso por delante de su proa; Sweat redujo la marcha y la dejo pasar.

– Digame lo que es.

– Empecemos al reves; por el final y sigamos hacia atras. ?Le parece bien?

– Adelante.

– Esto me saco de quicio al principio. Sobre todo porque no lo esperaba. Tuve un caso parecido hace quince anos. El cadaver de una mujer fue descubierto sentado en el jardin de su casa. Su marido declaro que habian estado bebiendo la noche anterior y que el se habia ido a la cama solo, pensando que ella le seguiria. Cuando se desperto por la manana y la busco, la encontro sentada donde la habia dejado; solo que ahora estaba muerta. Tenia todo el aspecto de una muerte natural, no habia senales de violencia ni rastros de veneno, solamente una cantidad importante de alcohol. Los organos parecian estar bastante sanos. No habia indicios de enfermedades o dolencias anteriores. Para una mujer de cuarenta anos, tenia el cuerpo de una joven de veinte. Me puso en un aprieto. Despues empezaron a juntarse las piezas del rompecabezas. La lividez cadaverica, decoloracion de la piel causada por el efecto de la gravedad sobre la sangre, es generalmente purpurea. Su lividez era la de un rosa de cereza, cosa que indicaba una muerte por intoxicacion de cianuro o de monoxido de carbono o por hipotermia. Tambien descubri una hemorragia en el pancreas. A traves de un proceso de eliminacion, descarte las dos primeras hipotesis. El ultimo clavo del ataud fue el trabajo del marido. La prueba no era exactamente irrebatible, pero fue suficiente para que el juez condenase al marido a cincuenta anos de prision.

– ?En que trabajaba el marido? -pregunto Sweat.

– Conducia un camion de una empresa de productos congelados. El plan era perfecto. La atiborro de alcohol hasta que perdio el conocimiento. La metio en el camion, que siempre traia a casa por la noche y los fines de semana; puso en marcha la refrigeracion y espero a que ella se endureciese. Cuando la pobre mujer hubo expirado, volvio a ponerla en la silla del jardin y se fue a la cama.

Sweat le miro sin comprender.

– No me estara diciendo que los cadaveres encontrados en el dirigible eran de hombres que murieron congelados.

– Exactamente eso.

– ?No estara equivocado?

– En una escala de certidumbre de uno a diez, puedo prometerle un ocho.

– ?Se da cuenta de como suena esto?

– Supongo que a locura.

– ?Desaparecen tres hombres en el Caribe, a una temperatura de treinta grados, y mueren por congelacion? -pregunto Sweat, a nadie en particular-. Nunca conseguiremos probarlo, doctor. No, si no encontramos un camion de productos congelados.

– En todo caso, no tenemos nada en que apoyarnos.

– ?Que quiere decir?

– Ha llegado el informe del FBI. La identificacion de Jessie LeBaron ha pesado mucho. No es su marido el que esta en el deposito de cadaveres. Los otros dos tampoco son Buck Caesar ni Joseph Cavilla.

– Dios mio, ?y que mas? – gimio Sweat-. ?Quienes son?

– Sus huellas dactilares no figuran en los archivos del FBI. Lo mas probable es que fuesen extranjeros.

– ?Encontro algo que pueda dar una pista sobre su identidad?

– Puedo decirle su estatura y su peso. Puedo mostrarle radiografias de sus dientes y de antiguas fracturas de huesos. El estado del higado sugirio que los tres eran fuertes bebedores. Los pulmones revelaron que eran fumadores, y los dientes y las puntas de los dedos, que fumaban cigarrillos sin filtro. Tambien eran comilones. Su ultima comida fue de pan moreno y zanahorias. Dos de ellos tenian poco mas de treinta anos. El otro, cuarenta o algo mas. Sus condiciones fisicas eran superiores a lo normal. Aparte de esto, puedo decirle muy poco que pueda contribuir a su identificacion.

– Ya es algo, para empezar.

– Pero todavia nos enfrentamos con la desaparicion de LeBaron y Caesar y Cavilla.

Antes de que Sweat pudiese replicar, una voz femenina sono ronca en la radio de la barca. Sweat respondio y, siguiendo instrucciones, puso otro canal.

– Disculpe la interrupcion -dijo a Rooney-. Acabo de recibir una llamada de urgencia desde tierra.

Rooney asintio con la cabeza, se dirigio al camarote de proa y se sirvio otra copa. Un calor delicioso circulo por su cuerpo. Espero unos momentos. Cuando volvio a subir a la cubierta y a

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