– Ni por asomo. No habria podido identificar a mi propio padre en aquellas condiciones.
– ?Alguna idea de quienes podian ser?
– Presumo que uno de ellos era Raymond LeBaron.
– ?Se entero de la desaparicion del
– Los medios de comunicacion se ocuparon de ello en detalle. Solamente un recluso en un lugar remoto pudo no haberse enterado.
– ?Tiene alguna teoria sobre donde permanecieron el dirigible y su tripulacion ocultos durante diez dias?
– No tengo la menor pista.
– ?Ni siquiera una idea extravagante? -insistio Victor.
– Podria ser un truco colosal de publicidad, una campana de prensa para promover el imperio editorial de LeBaron.
Victor le miro con interes.
– Prosiga.
– O tal vez un plan ingenioso para jugar con las acciones del conglomerado Raymond LeBaron. Vende grandes paquetes de acciones antes de desaparecer y compra cuando los precios caen en picado. Y vende de nuevo cuando suben al conocerse su resurreccion.
– ?Como explica sus muertes?
– La intriga fracaso.
– ?Por que?
– Preguntelo al instructor.
– Se lo pregunto a usted.
– Probablemente comieron pescado en malas condiciones en la isla desierta donde se escondieron -dijo Pitt, cansandose del juego-. ?Como puedo saberlo? Si quiere un argumento, contrate a un guionista.
El interes se extinguio en la mirada de Victor. Se retrepo en su silla y suspiro, desalentado.
– Por un momento pense que podria decirme algo, alguna sorpresa que pudiese sacarnos, a mi y al departamento, del atolladero. Pero su teoria ha quedado en nada, como todas las demas.
– No me sorprende en absoluto -dijo Pitt, con una sonrisa de indiferencia.
– ?Como pudo parar los motores a los pocos segundos de entrar en la cabina de mandos? -pregunto Victor, recobrando el hilo del interrogatorio.
– Despues de pilotar veinte aviones diferentes durante mi servicio en las Fuerzas Aereas y en la vida civil, sabia donde tenia que mirar.
Victor parecio satisfecho.
– Otra pregunta, senor Pitt. Cuando vio por primera vez el dirigible, ?de que direccion venia?
– Del nordeste, empujado por el viento.
Victor alargo una mano y cerro el magnetofono.
– Creo que esto es suficiente. ?Podre hablar con usted si le llamo a su oficina durante el dia?
– Si no estoy alli, mi secretaria sabra donde encontrarme.
– Gracias por su ayuda.
– Temo que le servira de poco -dijo Pitt.
– Tenemos que tirar de todos los hilos. Las presiones son grandes, ya que LeBaron era un personaje. Y este es el caso mas misterioso con que jamas se haya tropezado el departamento.
– No le envidio su trabajo. -Pitt miro su reloj y se levanto-. Sera mejor que vaya en seguida al aeropuerto.
Victor se puso en pie y le tendio la mano sobre la mesa.
– Si suena en alguna otra intriga, senor Pitt, tenga la bondad de llamarme. Siempre me interesan las buenas fantasias.
Pitt se detuvo en el umbral y se volvio, con una expresion de zorruno en su semblante.
– ?Quiere una pista, teniente? Fijese en esta. Los dirigibles necesitan helio para elevarse. Una antigualla como el
– Depende de adonde quiera ir a parar.
– El dirigible no podia aparecer en Miami, a menos que una tripulacion experta y con los materiales necesarios lo hubiese inflado cuarenta y ocho horas antes.
Victor tenia el aire de un hombre antes del bautismo.
– ?Que esta sugiriendo?
– Que busque una estacion de servicio complaciente en el vecindario, capaz de bombear siete mil metros cubicos de helio.
Y Pitt salio del pasillo y desaparecio.
7
– Odio las embarcaciones -gruno Rooney-. No se nadar, no puedo flotar y me mareo mirando por la ventanilla de una lavadora.
El sheriff Sweat le tendio un Martini doble.
– Tome, esto le curara de su obsesion.
Rooney miro tristemente las aguas de la bahia y bebio la mitad de su vaso.
– Espero que no saldra a altamar.
– No, sera solamente un viaje de placer alrededor de la bahia.
Sweat se agacho para entrar en la cabina de proa de su resplandeciente barca blanca de pesca y puso en marcha el motor. El turbo Diesel de 260 caballos se animo. Los tubos de escape rugieron en la popa y la cubierta temblo bajo sus pies. Entonces recogio los cables anclados y aparto la barca del muelle, navegando en un laberinto de yates anclados en Biscayne Bay.
Cuando la proa rebaso las boyas del canal, Rooney necesitaba una segunda copa.
– ?Donde guarda el tonico?
– Abajo, en el camarote de delante. Sirvase usted mismo. Hay hielo en el casco metalico de buzo.
Cuando volvio Rooney, pregunto:
– ?A que viene todo esto, Tyier? Hoy es domingo. No me habra sacado de mi palco en medio de un buen partido de futbol para mostrarme Miami Beach desde el agua.
– La verdad es que oi decir que habia terminado su dictamen sobre los cadaveres del dirigible, la noche pasada.
– A las tres de esta manana, para ser exacto.
– Pense que tal vez querria decirme algo.