Rooney miro a Sweat y se encogio resignadamente de hombros.

– Si tiene la bondad de seguirme… Los restos se conservan en la camara frigorifica.

Todos le siguieron, obedientes, hasta una puerta maciza con una ventanilla al nivel de los ojos, y permanecieron en silencio mientras el corria un pesado cerrojo. Broto aire frio al abrirse la puerta, y Jessie se estremecio involuntariamente cuando Rooney les invito a entrar. Aparecio un empleado del deposito que les condujo a una de las puertas cuadradas a lo largo de la pared. La abrio, tiro de una camilla de acero inoxidable con ruedas y se aparto a un lado.

Rooney asio una punta de la sabana que cubria el cadaver y vacilo. Esta era la unica parte de su trabajo que aborrecia. Las reacciones al ver al muerto solian pertenecer a una de cuatro categorias de personas: los que vomitaban, los que se desmayaban, los que sufrian un ataque de histerismo. Pero era la cuarta categoria la que intrigaba a Rooney. Los que permanecian como petrificados y no mostraban emocion alguna. Habria dado un mes de su salario por saber los pensamientos que pasaban por sus mentes.

Levanto la sabana.

El ayudante del gobernador echo una mirada, emitio un patetico grunido y se desmayo en brazos del sheriff. Los terribles efectos de la descomposicion se manifestaron en todo su horror.

A Rooney le pasmo la reaccion de Jessie. Miro larga y fijamente aquella cosa grotesca que se pudria sobre la camilla. Contuvo el aliento y todo su cuerpo se puso rigido. Despues levanto los ojos, sin pestanear y hablo con voz tranquila y controlada.

– ?.Eso no es mi marido!

– ?Esta segura? -pregunto suavemente Rooney.

– Vealo usted mismo -dijo ella llanamente-. La linea de los cabellos no es la de el. Tampoco la estructura osea. Raymond tenia la cara angulosa. Esa es mas redonda.

– La descomposicion de la carne deforma las facciones -explico Rooney

– Por favor, observe los dientes.

Rooney bajo la mirada.

– ?Que hay de particular en ellos?

– Tienen fundas de plata.

– No comprendo.

– Mi marido llevaba fundas de oro.

No podia discutir con ella a este respecto, penso Rooney. Un hombre acaudalado como Raymond LeBaron no habria aceptado una protesis dental barata.

– Pero la ropa, el reloj…, usted los ha identificado como suyos.

– ?Me importa un bledo lo que haya dicho! -grito ella-. Esa cosa asquerosa no es el cadaver de Raymond LeBaron.

Rooney se quedo pasmado por su furia. Atolondrado y sin saber que decir, la vio salir, frenetica, de la habitacion. El sheriff confio el blandengue ayudante al empleado del deposito y se volvio al forense.

– ?Que diablos piensa usted de esto?

Rooney sacudio la cabeza.

– No lo se.

– Yo supongo que ha sufrido una terrible impresion. Esta ha sido demasiado fuerte, y ha empezado a delirar. Usted sabe mejor que yo que la mayoria de la gente se niega a aceptar la muerte de un ser amado. Ella ha cerrado su mente y se ha negado a aceptar la verdad.

– No estaba delirando.

Sweat le miro.

– ?Como lo llamaria usted?

– Yo diria que ha representado una magnifica comedia.

– ?Como ha llegado a esta conclusion?

– El reloj de pulsera -respondio Rooney-. Un miembro de mi equipo trabajo un tiempo de noche en una joyeria para pagarse los estudios en la Facultad de Medicina. Lo descubrio en seguida. El costoso reloj Cartier que la senora LeBaron regalo a su marido en su aniversario de boda es falso, es una de esas imitaciones baratas que se fabrican ilegalmente en Taiwan o en Mexico.

– ?Por que una mujer que puede firmar cheques de un millon de dolares tendria que regalar una imitacion barata a su marido?

– Raymond LeBaron no era tonto en lo tocante a estilo y a buen gusto. Debio darse cuenta de lo que era en realidad. Sera mejor que nos hagamos esta pregunta: ?por que acepto llevarlo?

– Entonces, ?cree usted que ha representado una comedia y ha mentido sobre la identidad del cadaver?

– Mi instinto me dice que se habia preparado para lo que esperaba encontrar -respondio Rooney-. Y llegaria al extremo de apostar mi Mercedes nuevo a que la investigacion genetica, el dictamen sobre la dentadura y los resultados del analisis por los laboratorios del FBI de los restos de huellas digitales que pude tomar y les envie, demostraran que ella tiene razon. -Se volvio y contemplo el cadaver-. No es Raymond LeBaron el que yace sobre esta camilla.

6

El teniente detective Harry Victor, distinguido investigador del Departamento de Policia de Dade County, se retrepo en un sillon giratorio y estudio varias fotografias tomadas en el interior de la cabina de mandos del Prosperteer. Al cabo de unos minutos, levanto las gafas sin montura sobre la frente, rematada por un postizo de cabellos rubios, y se froto los ojos.

Victor era un hombre ordenado; todo estaba en su sitio, cuidadosamente clasificado por orden alfabetico y numerado, y era el unico policia en la historia del Departamento que disfrutaba realmente redactando informes. Mientras la mayoria de los hombres miraban retrasmisiones deportivas en la television los fines de semana o descansaban junto a la piscina de un lugar de vacaciones, leyendo las novelas policiacas de Rex Burns, Victor revisaba los expedientes sobre casos no resueltos. Obstinado, preferia atar cabos sueltos a obtener una condena.

El caso del Prosperteer era diferente de todos los que habia visto en dieciocho anos de servicio en la Policia. Tres hombres muertos cayendo del cielo en un dirigible antiguo no requerian exactamente una investigacion policiaca de rutina. No existian pistas. Los tres cuerpos que se hallaban en el deposito de cadaveres no presentaban ninguna indicacion de donde habian estado escondidos durante una semana y media.

Bajo las gafas y empezaba a observar de nuevo las fotografias cuando sono el telefono que tenia sobre la mesa. Levanto el aparato y dijo pensativamente:

– ?Si?

– Aqui hay un testigo que quiere hablarle sobre una declaracion - respondio la recepcionista.

– Hagale pasar -dijo Victor.

Cerro la carpeta que contenia las fotografias y la dejo sobre la mesa de metal, cuya superficie estaba completamente limpia, salvo por un pequeno rotulo con su nombre y el telefono. Sostuvo el auricular junto al oido, como si recibiese una llamada, y se volvio a un lado, mirando a traves de la espaciosa oficina de Homicidios y manteniendo los ojos enfocados de soslayo hacia la puerta que daba al pasillo.

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