sacadas de una pelicula de ciencia ficcion, y todo un surtido de lanzacohetes.
– Una pandilla de tipos duros -comento Giordino con admiracion.
– No sabes lo feliz que me hace saber que estan de nuestro lado -dijo Pitt.
Despegaron y en un par de minutos estaban sobre el lago. Solo habia veinticuatro kilometros hasta las instalaciones de Odyssey. Toda la operacion se basaba en la sorpresa. El plan del teniente coronel Nash era reducir a los guardias, rescatar a los rehenes y despues evacuar a los centenares de trabajadores en las embarcaciones que ya habian zarpado desde las ciudades y pueblos costeros hacia Ometepe. En cuanto sacaran a la ultima persona de la isla, Nash transmitiria la orden al piloto del bombardero B52 -que volaba en circulos sobre la isla, a una altura de veinte mil metros- para que dejara caer una bomba de demolicion en la base del volcan y provocar una avalancha que hundiria los tuneles y arrastraria las instalaciones al fondo del lago.
Pitt tuvo la sensacion de que el helicoptero no habia acabado de despegar cuando se detuvo en el aire y aterrizo. Nash y sus hombres saltaron a tierra sin perder un segundo e instaron a dejar las armas a los guardias que vigilaban la cerca electrificada que rodeaba el edificio donde estaban los rehenes.
Los otros cuatro helicopteros tambien estaban en tierra. Un punado de guardias abrieron fuego sin tener idea de que se enfrentaban a una fuerza de elite. Al ver que era inutil cualquier resistencia, se apresuraron a arrojar las armas y levantaron las manos. No los habian contratado para luchar contra soldados profesionales. Su mision se limitaba a vigilar las instalaciones y no estaban dispuestos a perder la vida en el intento.
Pitt, con Giordino pisandole los talones, cruzo la verja y entro en el edificio antes que Nash y sus hombres. Los guardias apostados en el interior, aunque habian escuchado los disparos, se quedaron de una pieza al verse encanonados por sendas pistolas automaticas antes de tener la oportunidad de comprender lo que estaba pasando. El miedo, mas que la sorpresa, los convirtio en estatuas.
Nash se enfurecio al ver que Pitt y Giordino iban armados.
– ?Entreguenme esas armas! -grito.
Pitt y Giordino no le hicieron caso y comenzaron a abrir a puntapies las puertas de las habitaciones. La primera, la segunda, la tercera y la cuarta. Todas estaban vacias. Pitt corrio detras de los guardias que los hombres de Nash se llevaban prisioneros. Cogio al mas cercano y le puso la pistola contra la nariz, con tanta fuerza que se la aplasto.
– ?Hablas ingles?
– No, senor.
– ?Donde estan los cientificos? -le pregunto en espanol.
El guardia abrio mucho los ojos, que se le pusieron bizcos en su intento por mirar el canon del arma que le aplastaba la nariz.
– Los llevaron a la darsena y los subieron al transbordador.
– ?Que pasa? -pregunto Nash-. ?Donde estan los rehenes?
– Se lo acabo de preguntar -respondio Pitt-. Dice que se los llevaron al muelle para embarcarlos en un transbordador.
– Yo diria que se los llevan al lago para hundir la embarcacion con todos los que estan a bordo -opino Giordino, con un tono grave.
Pitt miro al teniente coronel.
– Necesitaremos a sus hombres y a un helicoptero para detenerlos antes de que los guardias de Odyssey echen a pique el transbordador.
Nash sacudio la cabeza al escuchar la peticion.
– Lo siento, no puede ser. Mis ordenes son asegurar la base y evacuar a todo el personal. No puede prescindir de ninguno de mis hombres ni de un helicoptero.
– Esas personas son vitales para el interes nacional -protesto Pitt-. Tienen la clave de la tecnologia de las celdas de combustible.
El rostro del militar era una mascara de granito.
– Mis ordenes estan por encima de todo lo demas.
– En ese caso, facilitenos un fusil lanzagranadas y nosotros nos apoderaremos del transbordador.
– Ya sabe que no puedo darles armas a los civiles.
– Es usted de una gran ayuda -se mofo Giordino-. No podemos perder el tiempo con un cabeza cuadrada. - Senalo un cochecito de golf identico al que habia conducido en los tuneles-. Si no podemos detenerlos en el muelle, quiza consigamos apoderarnos de una de las lanchas patrulleras de Odyssey.
Pitt miro a Nash sin disimular su enojo y luego el y Giordino corrieron a montarse en el cochecito.
Ocho minutos mas tarde, con Giordino al volante, llegaron al muelle. Una expresion desesperada aparecio en el rostro de Pitt al comprobar que el viejo transbordador se alejaba, seguido por una lancha patrullera.
– Demasiado tarde -exclamo Giordino-. Los acompana la patrullera para recoger a los guardias despues de que vuelen el fondo del transbordador.
Pitt corrio al lado opuesto del muelle. Vio una pequena embarcacion con motor fuera de borda amarrada a un noray a unos veinte metros mas alla.
– Vamos, el
Era un Boston Whaler de seis metros de eslora y un motor Mercury de ciento cincuenta caballos. Pitt lo puso en marcha mientras Giordino soltaba la amarra. Giordino apenas si tuvo tiempo de apartar el cabo, cuando Pitt movio la palanca del acelerador hasta el tope y la pequena embarcacion salio disparada como si le hubiesen propinado un puntapie en la popa tras la estela del transbordador y la patrullera.
– ?Que haremos cuando le demos alcance? -grito Giordino por encima del estrepito del motor.
– Ya se me ocurrira algo cuando llegue el momento -respondio Pitt a voz en cuello.
Giordino observo como se acortaba rapidamente la distancia entre las embarcaciones.
– Pues mas te vale que se te ocurra algo ya mismo. Tienen fusiles de asalto contra nuestras pistolas de aire comprimido, y la patrullera lleva un canon a proa que no me hace ninguna gracia.
– A ver que te parece esto -dijo Pitt-. Voy a virar y me metere entre el transbordador y la patrullera. Asi neutralizaremos su campo de tiro. Luego nos acercamos al transbordador y saltamos a bordo.
– Recuerdo haber escuchado planes peores -manifesto Giordino con un tono lugubre-, pero de eso hace mas de diez anos.
– Creo que hay dos o tres guardias en el puente junto a la timonera. Coge mi Colt y haz de pistolero desesperado. Si los asustas, quiza levanten las manos y se rindan.
– Yo no me haria muchas ilusiones.
Pitt giro el timon y comenzo a trazar un circulo alrededor del transbordador antes de que los tripulantes de la patrullera pudieran hacer servir el canon de proa. La lancha salto una pequena ola de la estela del transbordador y se hundio en el seno en el momento en que una lluvia de balas pasaba por encima de sus cabezas. Giordino respondio al fuego. Apretaba los gatillos lo mas rapido que sus dedos le permitian. Sus disparos pillaron a los guardias por sorpresa. Uno se desplomo en cubierta con una bala en una pierna, y otro giro como una peonza cuando un proyectil lo alcanzo en el hombro. El tercero dejo caer el arma.
– Lo ves, te lo dije -exclamo Pitt.
– Si, claro, despues de tumbar a dos.
Pitt disminuyo la velocidad cuando estaba a unos veinte metros de la embarcacion y giro el timon hacia estribor. Con la habilidad de los muchos anos de practica, puso suavemente la Whaler contra la amura del transbordador. Giordino se le adelanto en saltar a bordo y ya estaba desarmando a los guardias cuando Pitt salto a cubierta.
– Tiene el cargador lleno. ?Cogela!
Le arrojo a Pitt la pistola calibre.50; Pitt la cogio al vuelo. Sin perder ni un segundo corrio a una escotilla para ir bajo cubierta. Apenas si habia pisado el pasillo cuando se escucho una explosion sorda en la sala de maquinas, que sacudio la embarcacion. Uno de los guardias habia detonado una bomba y la explosion habia abierto un boquete en la sentina. La onda expansiva derribo a Pitt, pero se levanto de un salto y corrio por el pasillo al tiempo que abria las puertas de los camarotes a puntapies.
– ?Vamos, fuera, fuera! -grito a los espantados cientificos encerrados-. ?El barco se hunde! -Comenzo a guiarlos hacia la escalerilla que llevaba a cubierta. Detuvo a un hombre con los cabellos y la barba canosa-. ?Hay alguno mas?