y avanzaron silenciosamente gracias a las botas de goma. Un unico rayo de luz escapaba entre las tablas que cubrian las ventanas, colocadas para protegerlas de los vientos huracanados.
Pitt se acerco a gatas hasta la ventana para espiar a traves de la grieta. Vio un cuarto sin ningun mobiliario. El interior tenia el aspecto de no haber sido habitado en anos. A la vista de que no habia ninguna necesidad de actuar con sigilo, Pitt se puso de pie y le dijo a Giordino con un tono normal:
– Este lugar esta abandonado y lleva asi mucho tiempo.
La expresion de extraneza en el rostro de Giordino era imposible de ver en la oscuridad.
– Eso no tiene sentido. El propietario de una exotica isla en las Antillas nunca se aloja en la unica casa. ?Que sentido tiene poseer este lugar?
– Moreau menciono que van y vienen aviones durante algunos meses del ano. Tiene que haber algun otro sitio para alojar a los huespedes.
– Ha de ser subterraneo -opino Giordino-. Las unicas edificaciones en la superficie son la casa, el decorado y el hangar donde funciona el taller de mantenimiento.
– En ese caso, ?por que un comite de recepcion armado? -murmuro Pitt-. ?Que intenta ocultar Epona?
La respuesta se la dio el repentino sonido de una musica extrana, seguido por un despliegue de luces de colores en el decorado que imitaba a Stonehenge.
La puerta del calabozo de Dirk golpeo contra la pared cuando la abrieron violentamente. Las paredes de piedra retenian el calor de la tarde, y el interior de la pequena celda era como un horno. La guardia movio el canon del fusil para indicarle que saliera. Dirk sintio un frio subito, como si hubiese entrado en una camara frigorifica. Se le puso la carne de gallina en los brazos y la espalda. Comprendio que era inutil hacerle preguntas a la mujer. No le diria nada de interes.
Esta vez no entraron en la sala de la decoracion exotica. Pasaron por una puerta que daba a un largo pasillo de cemento que parecia extenderse hasta el infinito. Caminaron por lo que le parecio un par de kilometros antes de llegar a una escalera de caracol que subia hasta una altura que Dirk calculo de cuatro pisos. En lo alto, el rellano llevaba a traves de una arcada de piedra a una silla muy parecida a un trono, pobremente iluminada por una luz dorada. Dos mujeres vestidas con tunicas azules salieron de entre las sombras y lo encadenaron a las argollas atornilladas a la silla. Una de las mujeres lo amordazo con un panuelo de seda negra. Luego las tres se esfumaron entre las sombras.
Sin solucion de continuidad, un despliegue de luces color lavanda se encendieron y comenzaron a ondular en el interior de un anfiteatro de piedra concavo, sin asientos para espectadores. Luego una bateria de rayos laser atravesaron el cielo nocturno e iluminaron las columnas alrededor del cuenco y otro anillo mas grande de columnas de lava negra. Solo entonces Dirk vio el gran bloque de piedra negra con la forma de un sarcofago. Al comprender que se trataba de un altar de sacrificios, se tenso y se echo hacia delante, pero lo retuvieron las cadenas. El horror aparecio en sus ojos por encima de la mordaza cuando vio a Summer vestida con una tunica blanca tendida, con los brazos y las piernas en aspa, como si estuviese pegada en la superficie. Se estremecio de terror mientras forcejeaba como un loco en un inutil intento por romper las cadenas o arrancar las anillas. A pesar de la adrenalina que multiplicaba su fuerza, no consiguio nada. Habria sido necesario tener la fuerza de cuatro Arnold Schwarzenegger para romper los eslabones de las cadenas o arrancar de cuajo las anillas. Asi y todo, continuo luchando hasta que se le agotaron las fuerzas.
Las luces se apagaron bruscamente y los extranos sones de la musica celta se escucharon entre las columnas. Se encendieron de nuevo diez minutos mas tarde y quedaron a la vista treinta mujeres vestidas con largas tunicas de colores. Sus cabellos rojos resplandecian con las luces, y la purpurina plateada en su piel brillaba como las estrellas. Luego las luces ondularon como habian hecho muchas veces antes, mientras Epona aparecia, vestida con su peplo dorado. Se acerco al altar negro, levanto una mano y comenzo a cantar:
– Oh, hijas de Ulises y Circe, que la vida pueda ser arrebatada de aquellos que no son dignos…
La voz de Epona continuo con la letania, con algunas pausas cuando las demas mujeres levantaban los brazos y cantaban a coro. Como antes, se repitio el canto cada vez mas fuerte, hasta descender de pronto hasta un susurro mientras bajaban los brazos.
Dirk vio que Summer permanecia ajena a todo lo que ocurria a su alrededor. Miraba a Epona y las columnas que se levantaban alrededor del altar, sin verlas. No habia miedo en sus ojos. Estaba tan drogada que no se daba cuenta de la amenaza contra su vida.
Epona saco de entre los pliegues de su tunica la daga ceremonial y la alzo por encima de la cabeza. Las otras mujeres subieron los escalones para rodear a su diosa, todas con las dagas por encima de sus cabezas.
Los ojos verdes de Dirk amenazaban con salirse de las orbitas; eran los ojos de alguien que sabe que su mundo no tardara en quedar hundido en la tragedia. Solto un grito de angustia, pero el sonido de su voz quedo ahogado por la mordaza.
Epona canto la estrofa mortal:
– Aqui yace alguien que no deberia haber nacido.
Su daga y las de todas las demas brillaron con las luces ondulantes.
47
En la fraccion de segundo que transcurrio antes de que ella y las demas pudieran clavar las dagas en el cuerpo indefenso de Summer, dos fantasmas vestidos totalmente de negro aparecieron como por arte de magia delante del altar. El mas alto sujeto por la muneca el brazo alzado de Epona y se lo retorcio hasta hacerla caer de rodillas, para el mas absoluto asombro de las mujeres que rodeaban a Summer.
– Esta noche no -dijo Pitt-. La funcion ha terminado.
Giordino se movio como un gato alrededor del altar al tiempo que apuntaba con el fusil a las mujeres, ante la posibilidad de que a alguna de ellas se le ocurriera intervenir.
– ?Apartense! -ordeno con voz aspera-. Dejen caer las dagas y retrocedan hasta los escalones.
Con la boca del fusil apoyada en el pecho de Epona, Pitt procedio con toda calma a liberar a Summer, que estaba sujeta al altar por una faja alrededor del estomago.
Desconcertadas y temerosas, las mujeres pelirrojas se apartaron lentamente del altar y se agruparon, como impulsadas por un instinto colectivo de proteccion. Giordino no se dejo enganar ni por un momento. Sus hermanas habian luchado como fieras contra las fuerzas especiales en Ometepe. Tenso los musculos al ver que no hacian el menor amago de soltar las dagas, y comenzaban a moverse en circulo a su alrededor.
Giordino sabia que aquel no era el momento para comportarse como un caballero y repetirles que dejaran caer las armas. Apunto cuidadosamente, apreto el gatillo y le arranco de un balazo el pendiente que llevaba en la oreja izquierda la que parecia ser la lider.
Giordino se quedo de piedra al ver que la mujer no daba la menor muestra de dolor o emocion. No levanto la mano para tocarse el lobulo, que sangraba profusamente. Se limito a mirar a Giordino con una expresion de colera. Apenas si volvio la cabeza para dirigirse a Pitt, que estaba muy ocupado desatando la faja que sujetaba a Summer al altar.
– Necesito que me eches una mano. Estas locas se comportan como si se dispusieran a atacar.
– Pues preparate, porque los guardias apareceran deprisa y corriendo en cuanto se huelan que algo no va bien.
Pitt miro a las treinta mujeres y vio que de nuevo se movian hacia el altar. Disparar contra una mujer iba en contra de su instinto natural y de todo lo que habia aprendido, pero alli habia en juego algo mas que sus propias vidas. Sus hijos moririan si no conseguian impedir que las treinta aguerridas mujeres de la hermandad se les echaran encima con sus afiladas dagas. Eran como una manada de lobas que tuvieran cercados a un par de leones. Con fusiles contra dagas, una relacion de uno a cinco todavia les daba ventaja a los hombres, pero una carga de quince contra uno era demasiada diferencia.
Interrumpio la tarea de desatar a Summer. En el mismo momento, Epona consiguio soltar su muneca de la presa de Pitt, y le hizo un corte muy profundo en la palma con el anillo, filoso como una navaja. El la sujeto de nuevo y miro el anillo que le habia hecho el tajo. Llevaba una piedra de tanzanita tallada con la forma del caballo de Uffington. Se olvido del dolor en la mano y la aparto de un empellon. Luego levanto el fusil.