trabajadores que se vayan de la lengua?

– No me hables de intrusos. En cualquier caso, nuestras sospechas han quedado confirmadas -manifesto Pitt lentamente-. Estan vertiendo el legamo marron en el mar sin preocuparse en absoluto de las terribles consecuencias.

Giordino sacudio la cabeza, asombrado ante tanta irresponsabilidad.

– Un vertido contaminante que no tiene parangon.

Pitt metio la mano en la mochila. Saco una camara digital de pequenas dimensiones y comenzo a sacar fotos de la estacion de bombeo.

– Por casualidad, ?no llevaras en tu bolsa magica algo de comer y beber? -pregunto Giordino.

Pitt metio de nuevo la mano en la mochila y esta vez saco un par de barritas de caramelo con frutos secos.

– Lo siento, esto es todo lo que hay.

– ?Que mas llevas?

– Mi fiel Colt.45.

– Bueno, siempre nos podemos pegar un tiro antes de que nos cuelguen -opino Giordino con un tono lugubre.

– Hemos encontrado lo que vinimos a buscar. Es hora de regresar a casa.

Giordino apreto el acelerador antes de que Pitt acabara la frase.

– Lo mejor sera largarnos de aqui cuanto antes. No quiero abusar de nuestra buena fortuna.

Pitt continuo sacando fotos mientras avanzaban.

– Un desvio mas antes de irnos: quiero ver que hay en los tuneles transversales.

Mientras conducia a toda velocidad, Giordino tuvo el presentimiento de que meterse por uno de los tuneles transversales solo era una parte del plan de su companero. Estaba seguro de que Pitt queria ver el otro extremo del tunel y a la gigantesca tuneladora en funcionamiento.

Pitt saco fotos de todos los equipos que encontraron a su paso. No dejaron ni un solo detalle de la construccion del tunel sin fotografiar.

Giordino giro a la derecha en el primer tunel transversal que encontro sin disminuir la velocidad, y el vehiculo tomo la curva en dos ruedas. Pitt se sujeto como pudo al tiempo que miraba furioso a su companero, aunque no dijo nada. No habian recorrido mas de sesenta metros cuando el cochecito entro en otro tunel. Giordino freno bruscamente y ambos miraron a uno y otro lado, boquiabiertos.

– Esto es alucinante -murmuro Giordino.

– No te detengas. Sigue -le ordeno Pitt.

Giordino apreto el acelerador y pasaron a toda velocidad por otro tunel. Esta vez no espero a que Pitt le dijera que continuara. No levanto el pie del acelerador mientras seguian por el tunel transversal hasta un cuarto tunel. Ya no podian seguir adelante, y Giordino freno el cochecito antes de golpear contra la pared mas lejana. Permanecieron sentados en silencio mientras miraban a izquierda y derecha durante lo que parecio una eternidad, mientras intentaban hacerse una idea de la inmensidad de lo que estaban viendo.

La enormidad de la red de tuneles se hizo todavia mas espectacular cuando Pitt y Giordino superaron el asombro y se obligaron a aceptar la realidad de que no se trataba de un unico tunel sino de cuatro tuneles gigantescos interconectados. Giordino, que no era hombre de asombrarse facilmente, estaba abrumado por lo que veia.

– Esto no puede ser real -opino, con una voz apenas audible.

Pitt se concentro para proteger su mente del impacto y evitar que se ofuscara su capacidad de analisis. Tenia que haber una explicacion para una empresa que parecia obra de titanes. ?Como era posible que Specter hubiese construido cuatro tuneles gigantescos por debajo de las montanas de Nicaragua sin que lo descubrieran las agencias de inteligencia internacionales ni la prensa? ?Como podia ser que un proyecto de estas dimensiones pasara inadvertido durante mas de cuatro anos?

– ?Cuantos trenes pretende Specter poner en funcionamiento? -pregunto Giordino, que aun no se habia repuesto del asombro.

– Estos tuneles no los construyeron para el transporte de cargas por ferrocarril de un mar a otro -replico Pitt.

– ?Quieres decir que podria tratarse de un rio subterraneo por el que navegarian las barcazas?

– No seria rentable. Detras de todo esto tiene que haber algun otro objetivo.

– Lo que tiene que haber es un inmenso caldero lleno de oro al final del arco iris, para justificar una inversion de estas proporciones.

– El coste sin duda supera de largo el presupuesto inicial de siete mil millones de dolares.

Sus voces resonaban por el inmenso tunel, donde no se veian otros hombres ni vehiculos. Si no hubiese sido por la perfeccion de la curva de las paredes y el techo y la lisura del suelo, podrian haber imaginado que se encontraban en una enorme caverna natural. Pitt inclino la cabeza hacia el suelo.

– Aqui tienes la prueba de que no tienen la intencion de instalar un ferrocarril para el transporte de cargas. Han quitado los rieles.

Giordino indico discretamente una camara de vigilancia montada en un poste, que los enfocaba de lleno.

– Sera mejor que volvamos cuanto antes al tunel principal y busquemos otro medio de transporte. El cochecito es demasiado visible.

– Una excelente idea -aprobo Pitt-. Si todavia no han descubierto que tienen aqui dentro una pareja de intrusos es que son unos descerebrados.

Volvieron a recorrer el tunel transversal en sentido inverso y despues de cruzar los tres tuneles desiertos se detuvieron antes de entrar en el cuarto, desde donde habian salido. Aparcaron el cochecito en el tunel, mas alla de una camara de vigilancia, y caminaron con toda naturalidad por la carretera hasta que llegaron a una parada donde ocho trabajadores esperaban la llegada del autobus. A esa distancia y a pesar de las gafas de sol, Pitt vio sus ojos. Todos eran asiaticos. Pitt toco a Giordino con el codo, y su companero capto el mensaje.

– Te apuesto lo que quieras a que son de la China Roja -susurro Pitt.

– No acepto la apuesta.

El autobus de dos pisos no habia acabado de detenerse en la parada cuando un grupo de cochecitos con las luces rojas y amarillas encendidas pasaron a gran velocidad y entraron en el tunel transversal del que ellos acababan de salir.

– En cuanto descubran el cochecito aparcado, tardaran diez segundos en saber que estamos en este autobus -dijo Giordino.

Pitt miraba el tren que se acercaba desde la seccion este del tunel.

– Comparto tu opinion.

Levanto una mano para indicarle al conductor del autobus que podia continuar su recorrido despues de que subieran los trabajadores. La puerta se cerro con un siseo y el vehiculo se alejo.

– ?Cuando fue la ultima vez que te colaste en un tren de carga? -le pregunto Pitt a Giordino, mientras cruzaban la carretera a paso ligero y luego continuaban conversando tranquilamente como si no hicieran caso del paso de la locomotora. El maquinista, entretenido en la lectura de una revista, no se fijo en ellos.

– Hace algunos anos, en el desierto del Sahara. Era un tren que transportaba productos quimicos toxicos al fuerte Foureau.

– Creo recordar que casi te caiste.

– Te detesto cuando te diviertes a mi costa -afirmo Giordino, con un mohin.

En cuanto paso la locomotora, corrieron a lo largo de la via. Pitt ya habia calculado la velocidad del tren en unos treinta kilometros por hora, y ajustaron su carrera a esa velocidad. Giordino era rapido para su corpulencia. Agacho la cabeza y corrio junto a una batea como un delantero que corre sin obstaculos hacia la meta contraria. Se cogio del pasamanos de la escalerilla, y dejo que el arrastre del tren lo lanzara sobre la plataforma. Pitt utilizo la misma tecnica para subir al tren.

En la batea habia dos camionetas de fabricacion desconocida, equipadas con motores electricos. Flamantes, parecian recien descargadas del barco. Sin decir ni una palabra, Pitt abrio la puerta de una de las cabinas y ambos se colaron en el interior, bien acurrucados en el suelo. No podian haberlo hecho mas a tiempo, porque en aquel momento aparecieron dos de los vehiculos de los guardias de seguridad, que se lanzaron en persecucion del

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