apoyo con todo el peso contra la hoja de madera.
En la habitacion se hizo el silencio absoluto y todos escucharon las voces de los guardias que se acercaban por el pasillo. Al parecer estaban comprobando los cerrojos. Las pisadas se detuvieron delante de la puerta.
En los ojos de la pareja alemana aparecio la expresion de panico cerval del conejo al escuchar los aullidos de los coyotes, pero se esfumo cuando las pistolas automaticas de Pitt y Giordino aparecieron como por arte de magia, y comprendieron que estaban en compania de unos hombres que dominaban la situacion.
– Esta puerta esta danada -dijo uno en espanol.
Pitt susurro la traduccion al ingles.
Uno de los guardias movio el picaporte y empujo, pero la puerta no se movio porque soportaba el peso de Giordino.
– Parece segura -comento otra voz.
Pitt volvio a traducir.
– La repararemos por la manana.
Pitt no habia acabado de traducir cuando las voces y los pasos de los guardias se alejaron por el pasillo.
Pitt se volvio para mirar a los Lowenhardt con mucha atencion.
– Tendremos que marcharnos de la isla. Ustedes vendran con nosotros.
– ?Crees que es sensato? -pregunto Giordino.
– Al menos es expeditivo. Estas personas son la clave del misterio. A la vista de lo que saben, no hay motivos para continuar rondando por aqui y correr el riesgo de que nos atrapen. Ademas, no conseguiriamos averiguar ni una decima parte de lo que saben.
– ?No, no! -exclamo Hilda-. ?No podemos marcharnos! En cuanto los guardias descubran que nos hemos fugado, los monstruos de Odyssey querran vengarse y asesinaran a nuestros hijos.
Pitt cogio las manos de la mujer y se las apreto con ternura.
– Su familia estara protegida. Se lo prometo. Ninguno de ellos sufrira el menor dano.
– No acaba de gustarme -dijo Giordino, que analizaba las circunstancias y las posibles consecuencias-. Cuando abandonamos la moto de agua, el unico plan para escapar de la isla era hacernos con una embarcacion o un avion, puesto que los guardias impedirian cualquier intento de rescate desde un helicoptero. No sera facil ejecutar ese plan si tenemos que hacernos cargo de un par de personas mayores.
Pitt se dirigio de nuevo a los cientificos.
– Han pasado algo por alto y es que, cuando dejen de serles utiles, tendran que eliminarlos a ustedes y a los demas cientificos que tienen secuestrados. Specter no puede correr el riesgo de que divulguen lo que se ha hecho aqui.
La expresion en el rostro de Claus demostro claramente que por fin habia comprendido el dilema en que se encontraban, aunque aun le costaba aceptar la realidad de las palabras de Pitt.
– No a todos. Es diabolico… No se atreverian a matarnos a todos. El mundo acabaria por descubrir la verdad.
– No si el avion que los lleva de regreso a casa se estrella misteriosamente en el mar. Mas alla de la investigacion para determinar las causas del accidente, nadie sabra lo que ocurrio en realidad.
Claus miro a su esposa y apoyo un brazo sobre sus hombros.
– Mucho me temo que el senor Pitt tenga razon. Specter no puede permitir que ninguno de nosotros regrese vivo.
– En cuanto ustedes se lo cuenten todo a los reporteros, Specter no se atrevera a matar a los demas miembros de su equipo cientifico. Todos los organismos policiales de sus respectivos paises se uniran para acabar con Specter y su imperio con todos los medios legales a su alcance. Creanme, marcharse ahora con nosotros es el unico camino que tienen.
– ?Puede garantizarnos que nos sacara de la isla sanos y salvos? -pregunto Hilda con voz vacilante.
Pitt parecia muy preocupado por la pregunta.
– No puedo prometerle algo que no puedo prever a ciencia cierta. Pero esta claro que morira si permanece aqui.
Claus apreto afectuosamente el hombro de su mujer.
– Bien, mama, esta parece ser la oportunidad para ver de nuevo a nuestros seres queridos.
La mujer levanto la cabeza y le dio un beso en la mejilla.
– Entonces nos iremos juntos.
– Ya vuelven -anuncio Giordino, con la oreja apoyada en la puerta.
– Si tienen ustedes la bondad de vestirse -le dijo Pitt a la pareja-, mi amigo y yo nos ocuparemos de los guardias. -Dio la espalda a los cientificos, que comenzaron a vestirse, y se unio a Giordino, con la Colt.45 en la mano.
Pasaron los segundos mientras los guardias se acercaban por el pasillo. Pitt y Giordino esperaron pacientemente hasta que el sonido de los pasos les indico que los guardias estaban al otro lado de la puerta. Giordino tiro violentamente del pomo y dejo que se estrellara contra el suelo. La sorpresa paralizo a los guardias, que se vieron arrastrados al interior de la habitacion. Miraron con asombro las pistolas que les apuntaban a la cabeza.
– Al piso, rapido -les ordeno Pitt, mientras Giordino comenzaba a rasgar una sabana. En cuestion de segundos los desarmaron, ataron y amordazaron.
Cinco minutos mas tarde, Pitt, escoltado por Claus y Hilda, y Giordino en la retaguardia, salieron del recinto, cruzaron la calle donde una multitud de guardias y bomberos rodeaban la barredora que continuaba ardiendo, y desaparecieron al amparo de las sombras.
38
Tenian un largo camino por delante. Los hangares, situados en el istmo al final de la pista, estaban a casi dos kilometros del barracon donde habian estado prisioneros los Lowenhardt. Ademas de la fotografia aerea de las instalaciones para guiarse, en esos momentos contaban con la ayuda de los cientificos, que conocian el trazado de las calles. Claus Lowenhardt acorto un poco el paso para hablar en voz baja con Giordino.
– ?Su amigo tiene realmente el control de la situacion?
– Digamos que Dirk es un hombre de infinitos recursos, capaz de salir con bien de las situaciones mas complicadas.
– Usted confia en el. -Era una declaracion mas que una pregunta.
– Completamente. Lo conozco desde hace casi cuarenta anos y jamas me ha dejado en la estacada.
– ?Es un agente de inteligencia?
– Que va. -Giordino no pudo contener la risa-. Dirk es ingeniero naval. Es el director de proyectos especiales de la
– ?Dios nos proteja! -murmuro Lowenhardt-. Si hubiese sabido que ustedes no eran agentes de la CIA, especializados en misiones secretas, no habria venido con ustedes ni arriesgado la vida de mi esposa.
– Sus vidas no podrian estar en mejores manos -le aseguro Giordino, en voz baja y dura como el cemento.
Pitt iba de un edificio a otro, siempre al amparo de las sombras y lejos de las farolas y los focos instalados en los techos. No era algo sencillo. El complejo estaba iluminado de un extremo a otro. Habian instalado focos en todos los edificios que bordeaban las calles para disuadir a cualquiera que intentase escapar. Debido a la iluminacion, Pitt utilizaba los prismaticos en lugar de las gafas de vision nocturna para observar la zona y detectar la presencia de los guardias que pudieran estar agazapados en las sombras.
– Es curioso que no veamos a ningun guardia recorriendo las calles -murmuro.
– Eso es porque los guardias sueltan a los perros hasta la manana -dijo Hilda.
Giordino se detuvo bruscamente.
– Usted no menciono a los perros en ningun momento.
– No me lo preguntaron -respondio la mujer.