La sorpresa de los guardias al ver al grupo que salia del ascensor fue un calco de la de Pitt al verles a ellos. Tres vestian los monos azules de los guardias de seguridad; el cuarto integrante era una mujer vestida de verde. Pitt adivino que ella tenia el mando: a diferencia de los hombres, no llevaba un fusil de asalto. Su unica arma era una pequena pistola automatica, en una cartuchera que le colgaba sobre la cadera.
Pitt se apresuro a tomar la iniciativa. Se acerco a la mujer.
– ?Es usted quien esta al mando? -pregunto con voz calma y autoritaria.
La mujer, pillada por sorpresa, respondio sin vacilar:
– Yo estoy al mando. ?Que estan haciendo aqui?
Mas tranquilo al ver que hablaba ingles, Pitt senalo al matrimonio Lowenhardt.
– Encontramos a estos dos rondando por el cuarto piso. Nadie parecia saber como es que habian llegado alli. Nos dijeron que los entregaramos a los guardias en la azotea. Esos son ustedes.
La mujer miro a los Lowenhardt, que a su vez miraban a Pitt con una expresion de asombro y miedo.
– Conozco a estas personas. Son cientificos que trabajan en el proyecto. Tendrian que estar encerrados en sus habitaciones.
– Hubo un incidente, un vehiculo incendiado. Debieron de escapar en medio de la confusion.
La mujer, que vacilaba, no pregunto como era que los Lowenhardt habian acabado en el edificio de oficinas.
– ?Quien le dijo que los trajera a la azotea?
Pitt se encogio de hombros.
– Una senora con un mono lavanda.
Los tres guardias que empunaban los fusiles de asalto parecieron relajarse. Al parecer se habian tragado el cuento, aunque su superior dudaba.
– ?Cuales son sus puestos de trabajo? -pregunto la mujer.
Giordino dio unos cuantos pasos hacia el helicoptero y lo miro como si lo estuviese admirando. Pitt miro a la mujer directamente a los ojos.
– Trabajamos en los tuneles. Nuestro supervisor nos mando a la superficie para que disfrutaramos de dos dias de descanso.
Por el rabillo del ojo vio que Giordino se situaba detras de los guardias con mucho disimulo. La historia habia funcionado antes; rezo para que lo hiciera de nuevo. Funciono. La mujer asintio.
– Pero eso no explica por que estan ustedes en las oficinas centrales a estas horas de la noche.
– Nos han ordenado que bajemos manana y nos dijeron que vinieramos aqui para recoger nuestros pases. - Esto ultimo fue un error.
– ?Que pases? A los trabajadores de los tuneles no les dan pases. Basta con la tarjeta de identificacion.
– Oiga, solo hago lo que me dicen -replico Pitt, con tono enojado-. ?Se hara cargo de los prisioneros o no?
Antes de que ella pudiera responder, Giordino ya tenia el pistolon en la mano. Con un movimiento velocisimo, descargo un golpe tremendo con el canon en la cabeza de uno de los guardias, y sin solucion de continuidad golpeo al segundo. El tercero dejo caer el fusil cuando vio que la pistola calibre.50 de Giordino le apuntaba entre los ojos.
– Esto pinta mucho mejor -comento Pitt en tono bajo. Le sonrio a Giordino-. Un buen trabajo.
– Gracias. -Giordino le devolvio la sonrisa.
– Quitales las armas.
La mano de la mujer amago un gesto hacia la cartuchera.
– Yo en su lugar no lo haria -le advirtio Pitt.
El rostro de la mujer estaba desfigurado por la colera, pero era lo bastante lista como para saber que no tenia posibilidades. Levanto las manos mientras Giordino le quitaba la pistola.
– ?Quien es usted? -pregunto, furiosa.
– Me gustaria que dejaran de preguntarmelo. -Pitt senalo al unico guardia que seguia en pie-. Quitese el uniforme. ?Deprisa!
El guardia se apresuro a abrir la cremallera del mono y se lo quito. Pitt hizo lo mismo con su mono negro, y se vistio con el azul.
– Ponganse boca abajo en el suelo, junto a sus companeros -ordeno a la mujer y al guardia en calzoncillos.
– ?Que te propones? -pregunto Giordino tranquilamente.
– Al igual que las companias aereas, detesto despegar con un avion con la mitad del pasaje.
Giordino no necesito hacer mas preguntas. Se situo delante de los prisioneros para que vieran el arma que les apuntaba a la cabeza. Miro a los Lowenhardt.
– Es hora de abordar -dijo con voz firme.
La pareja mayor obedecio sin rechistar. Subieron al helicoptero, mientras Pitt entraba en el ascensor. Un par de segundos mas tarde, se cerro la puerta y desaparecio.
En el decimo piso habia habitaciones, a cual mas lujosa. La
Dos mujeres ocupaban un gran divan de marmol, reclinadas comodamente sobre los cojines. En la mesa de cristal tallado junto al divan habia un cubo y una botella de champan, con la etiqueta lavanda. Una de las mujeres vestia una tunica dorada, y la otra la misma prenda pero de color rojo. Sus largas cabelleras rojas tenian exactamente el mismo tono y peinado, como si hubiesen compartido el frasco de tinte y el peluquero. Si no se estuvieran moviendo, un espectador habria creido que formaban parte del extravagante decorado.
La dama de rojo bebio un sorbo de champan y despues dijo, con voz carente de inflexion:
– Estamos cumpliendo los plazos. Tendremos acabadas diez millones de unidades Macha para la venta al detalle cuando se produzca la primera nevada. Luego, nuestros amigos chinos tendran las lineas de montaje a pleno rendimiento. Sus nuevas fabricas estaran listas para finales del verano y la produccion subira a dos millones de unidades mensuales.
– ?Ya estan preparados los canales de distribucion? -pregunto su companera, que era una belleza despampanante.
– Los almacenes que se han construido o alquilado en toda Europa y el nordeste de los Estados Unidos ya estan recibiendo el producto transportado por la flota de carga china.
– Nos ha favorecido mucho que Druantia ocupara el lugar de su padre. Ha garantizado el abastecimiento de platino que nos era imprescindible.
– De no haber sido por eso, nunca habriamos podido atender la demanda.
– ?Ya han calculado cual sera el mejor momento para abrir los tuneles?
La dama de rojo asintio.
– Nuestros cientificos han calculado que el diez de septiembre. De acuerdo con sus estimaciones, tardaran sesenta dias en bajar la temperatura de la corriente del Golfo a un valor que origine un frio extremo en las latitudes boreales.
La dama de dorado sonrio, al tiempo que llenaba las copas.
– Entonces todo esta a punto.
La otra levanto la copa para ofrecer un brindis.
– A tu salud, Epona, que no tardaras en convertirte en la mujer mas poderosa en la historia del mundo.
– Por ti, Flidais, que lo has hecho posible.