Pitt dedujo correctamente que las oficinas principales estarian en el ultimo piso, debajo de la azotea. Las secretarias y oficinistas se habian marchado hacia horas y los pasillos se veian desiertos cuando salio del ascensor. Vestido con el mono azul de los guardias, no tuvo ningun problema con los dos hombres encargados de la vigilancia, que apenas si le dedicaron una ojeada cuando entro en la antesala de la suite principal. No vio a nadie mas, de modo que abrio la puerta sigilosamente y entro. La cerro con el mismo cuidado y al volverse se quedo boquiabierto ante la decoracion.

Escucho voces en la otra habitacion y se deslizo entre la pared y las cortinas de la arcada, de color lavanda y sujetas con cordones dorados. Vio a dos mujeres comodamente reclinadas en un divan y observo la ostentosa habitacion que, a su juicio, convertia al mas lujoso prostibulo en una chabola junto a un vertedero. No habia nadie mas. Salio de detras de las cortinas y permanecio en el centro de la arcada, dedicado a admirar la extraordinaria belleza de las dos mujeres, que continuaban conversando sin advertir la presencia de un intruso.

– ?Te marcharas pronto? -le pregunto Flidais a Epona.

– En unos dias. Tengo que ocuparme del control de danos en Washington. Un comite del Congreso esta investigando nuestras actividades en las minas que compramos en Montana. Los politicos estan inquietos porque utilizamos todo el iridio extraido y no abastecemos a la industria privada norteamericana. -Epona se reclino en los cojines-. ?Que me dices de ti, mi querida amiga? ?Que tienes en tu agenda?

– He contratado una agencia internacional de detectives para que sigan la pista de los dos hombres que consiguieron saltarse nuestros sistemas de vigilancia y recorrieron los tuneles antes de escapar por el pozo de ventilacion del faro.

– ?Tienes alguna idea de su identidad?

– Sospecho que eran miembros de la National Underwater and Marine Agency. Los mismos de los que consegui escapar luego de que destruyeran nuestro yate.

– ?Crees que puede estar en peligro el secreto de nuestras actividades?

– No lo creo. -Flidais sacudio la cabeza para reforzar la negativa-. Al menos, no todavia. Nuestros agentes no han mencionado que las agencias de inteligencia norteamericanas hayan demostrado interes por investigar los tuneles. De momento hay un silencio absoluto. Es como si aquellos demonios de la NUMA hubiesen desaparecido de la faz de la tierra.

– No es necesario preocuparnos antes de hora. Ya es demasiado tarde para que los norteamericanos detengan nuestra operacion. Ademas, dudo que hayan descubierto la verdadera finalidad de los tuneles. Ademas, solo faltan ocho dias para abrirlos y que las bombas comiencen a desviar la corriente ecuatorial sur hacia el Pacifico.

– Espero que la razon de su silencio sea que no han conseguido atar cabos y descubrir la amenaza.

– Eso explicaria que no hayan emprendido ninguna accion.

– Por otro lado -senalo Epona con tono pensativo-, no deja de ser curioso que no busquen vengar el asesinato de un miembro de su tripulacion.

– Una ejecucion que fue necesaria -afirmo Flidais.

– No estoy de acuerdo -intervino Pitt-. El asesinato a sangre fria nunca es una cuestion de necesidad.

Fue como si se hubiese detenido el tiempo. La copa de champan cayo de la mano de Epona y rodo silenciosamente por la mullida alfombra. Ambas cabezas giraron a la vez, y las largas cabelleras imitaron el movimiento de un latigazo. En los ojos de largas pestanas la sorpresa fue reemplazada por la furia al verse interrumpidas por la intrusion no autorizada de uno de sus propios guardias. Luego reaparecio el asombro al verse encanonadas por una pistola.

Pitt advirtio la fugaz mirada de Epona hacia un pequeno mando a distancia dorado que estaba en la alfombra debajo de la mesa de cristal, y vio que movia un pie con mucho disimulo.

– Mas te vale que no lo intentes, querida -dijo tranquilamente.

El pie se detuvo, con los dedos muy cerca de uno de los botones. Luego Epona aparto el pie con un movimiento lento.

En aquel instante Flidais reconocio a Pitt.

– ?Tu! -exclamo con voz aguda.

– Hola, Rita, o como te llames. -Echo una ojeada a la habitacion-. Por lo que parece, has progresado.

Los ojos de color ambar castano lo miraron con una expresion furibunda.

– ?Como has entrado aqui?

– ?Es que no te agrada mi mono de diseno? -replico Pitt, que se movio como si estuviese exhibiendo un modelo en una pasarela-. Es sorprendente como abre todas las puertas.

– Flidais, ?quien es este hombre? -pregunto Epona, que observaba a Pitt como si fuese un animal en el zoologico.

– Mi nombre es Dirk Pitt. Su amiga y yo nos conocimos en la costa oriental de Nicaragua. Si no recuerdo mal, vestia un biquini amarillo y era propietaria de un precioso yate.

– Que echaste a pique. -Flidais parecia una cobra rabiosa.

– No recuerdo que nos ofrecieras alternativa.

– ?Que quiere? -pregunto Epona, que miraba fijamente al intruso con sus ojos color jade con reflejos dorados.

– Creo que es justo que Flidais… ?es asi como la llama?… responda por sus crimenes.

– ?Puedo saber como se propone hacerlo? -replico Epona, con una mirada enigmatica.

Esta mujer es una actriz de primera, penso Pitt. Nada la asustaba, ni siquiera el arma que la apuntaba.

– Me la llevare en un viaje al norte.

– Asi de sencillo.

– Asi de sencillo -confirmo Pitt.

– ?Que pasa si me niego? -exclamo Flidais, desafiante.

– Digamos que no te gustarian las consecuencias.

– Si no hago lo que quieres, me mataras. ?Es eso?

Pitt le apoyo el canon de la Colt.45 contra la sien, junto al ojo izquierdo.

– No, lo que hare sera destrozarte los ojos. Viviras los anos que te queden, ciega y convertida en un adefesio.

– Eres grosero y vulgar, como la mayoria de los hombres -le espeto Epona, indignada-. No esperaba menos.

– Es agradable saber que no he desilusionado a una mujer tan bella como astuta.

– No necesita ser paternalista conmigo, senor Pitt.

– No soy paternalista. Solo tolerante. -Sonrio para sus adentros al ver que la pulla la habia molestado-. Quiza volvamos a encontrarnos otro dia, en circunstancias mas agradables.

– No se haga ilusiones, senor Pitt. No creo que le espere un futuro placentero.

– Es curioso, no tiene usted aspecto de gitana.

Toco suavemente el hombro de Flidais con el canon del arma y la siguio fuera de la habitacion. Se detuvo un momento en la arcada y miro a Epona.

– Antes de que se me olvide: no creo que sea aconsejable abrir los tuneles y desviar la corriente ecuatorial sur para provocar un invierno glacial en Europa. Se de muchas personas que se enfadarian.

Cogio a Flidais de un brazo y la llevo a buen paso pero sin prisas por el pasillo hasta el ascensor. Una vez dentro de la cabina, Flidais se arreglo la tunica.

– No solo eres un plasta, Pitt, sino tambien un estupido.

– ?Ah, si?

– No conseguiras salir del edificio. Hay guardias en todos los pisos. No tienes la menor oportunidad de cruzar el vestibulo sin que te detengan.

– ?Quien ha dicho que saldremos por el vestibulo?

Flidais abrio los ojos como platos cuando el ascensor subio y se detuvo en la azotea. Pitt le indico que saliera en cuanto se abrio la puerta.

– No quiero darte prisa, pero en cualquier momento las cosas comenzaran a animarse por aqui arriba.

La mujer vio a los guardias tumbados en el suelo y a Giordino que los apuntaba con un fusil de asalto. Entonces se fijo en el helicoptero y comprendio que cualquier esperanza de que los guardias interceptaran a Pitt y su companero se habia esfumado en el aire nocturno. En su desesperacion por encontrar una salida, se volvio

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