– No porque no quiera. Pero no se nada.
– ?Puedes decirme por que ha ido Potter a Comisaria en tu puesto?
– Vale, eso si. Esta manana me llamaron de arriba para decirme que Potter llevaria el caso y que yo no debia mezclarme.
– ?Como de arriba?
– Mucho.
– ?Como arreglaron su puesta en libertad?
– A traves de la Inteligencia britanica, creo.
– ?Es un esfuerzo conjunto?
– Saca tus propias conclusiones.
– ?Cual es la participacion de Potter?
– ?Quien sabe? Es evidente que a la CIA le interesa tu viuda.
– ?Has estudiado el caso Fontaine?
– Brevemente. Antes de que me retiraran de el.
– ?Que te parece?
– Que el cargo de asesinato tenia lagunas importantes. Un buen abogado lo habria destrozado.
– ?Y de la muerte del marido?
– Irregular.
– ?Sabias algo de Eve Fontaine?
– No mucho. Me han dicho que compro su casa hace un ano. Que vivia muy recluida. Pasaba todo su tiempo en Margate. Pero seguro que tu sabes mucho mas que yo. ?No dices que la viuda esta en tu habitacion?
– Asi es. En mi vieja pension de Baker Street.
– Ah, en Kenmore -Lieberman archivo la informacion sin cambiar de expresion-. ?Que clase de mujer es?
Nick penso un momento.
– Callada -dijo al fin-. Inteligente. Y en este momento muy confusa.
– He visto la foto de su pasaporte. No me parecio… muy especial.
– A mucha gente no se lo parece.
– ?Puedo preguntar cual es tu interes?
– No.
Lieberman sonrio.
– Mira, Nick; yo no se nada mas. Si descubro algo, te llamare. ?Cuanto tiempo estaras en Kenmore?
Nick se puso en pie.
– Unos dias, supongo.
– ?Y Sarah Fontaine se quedara contigo?
Nick no tenia respuesta para eso. Si de el dependia, Sarah volveria a Washington enseguida. Solo imaginarla sola en su habitacion bastaba para ponerlo nervioso. La propietaria de Kenmore, una vieja conocida, le habia asegurado que sus dos musculosos hijos se ocuparian de resolver cualquier problema, pero estaba ansioso por regresar. No podia apartar de su mente la terrible muerte de Eve.
– Si Sarah se queda en Londres, yo tambien -dijo.
Se estrecharon la mano.
– A proposito -pregunto Nick-, ?has oido hablar de un tal Magus?
El rostro de Lieberman no se altero.
– No me suena de nada.
Nick se detuvo en el umbral.
– Una ultima cosa. ?Puedes darle un mensaje a Roy Potter?
– De acuerdo.
– Dile que retire a sus sabuesos. O por lo menos que nos sigan a una distancia mas discreta.
Lieberman fruncio el ceno.
– Se lo dire. Pero yo en tu lugar me aseguraria de que son ellos los que te siguen. Porque si no lo son, la alternativa puede ser bastante menos agradable.
– ?Menos agradable que la CIA? -pregunto Nick-. Lo dudo.
Cuando Nick regreso a su habitacion en la pension Kenmore, encontro a Sarah dormida. Se habia tumbado en la cama, con el rostro sobre la almohada y el brazo caido a un lado. Las gafas habian caido al suelo y el sol iluminaba su pelo cobrizo.
La miro con atencion. Fuera cual fuera la razon, a el le parecia muy hermosa.
No en el sentido clasico. No como Lauren, su ex mujer, quien, con su pelo moreno y sus ojos verdes hacia volver la cabeza a la gente.
La mujer que tenia delante no se parecia nada a Lauren. A Sarah le maravillaba que un hombre como Geoffrey se hubiera casado con ella. Pero no estaba dispuesta a abandonar a su marido. Queria creer en el. Y curiosamente, aquella lealtad hacia Geoffrey era lo que mas le gustaba de ella.
Se volvio hacia la ventana. En la calle habia un coche negro aparcado. La CIA seguia vigilandolos. Saludo con la mano, pensando como podia haber caido tan bajo el espionaje. Despues cerro las cortinas y se tumbo en la otra cama.
La luz del dia resultaba desconcertante. Estaba cansado, pero solo podia cerrar los ojos y pensar. ?Por que se habia colocado a si mismo en aquella posicion? Lo inteligente seria irse a casa y dejar que la CIA se ocupara de todo. Pero si le ocurria algo a Sarah, nunca se lo perdonaria.
Se fue quedando dormido poco a poco. Una vision se colo en sus suenos: una mujer de ojos color ambar. Deseaba tocarla, pero sus manos se enredaron en el pelo de ella. Sarah. ?Como era posible que alguien no la considerara hermosa? El rostro de ella se difumino y se quedo solo. Como siempre.
En una de las salas de Roy Potter sono una voz por la radio.
– O'Hara salio del despacho de Lieberman hace cuarenta minutos -dijo un agente-. Ha vuelto a Kenfmore. Hace una hora que no veo a la mujer. Las cortinas estan corridas. Creo que se han acostado.
– Y seguro que no para dormir -murmuro Potter a su ayudante.
El agente Tarasoff apenas sonrio. El agente Tarasoff no tenia sentido del humor. Vestia correctamente y hasta el modo en que comia su sandwich de ternera asada resultaba aburrido. Daba mordiscos pequenos y se limpiaba los dedos entre uno y otro. Potter, por otra parte, comia como una persona normal… sin demasiada pulcritud. Trago el ultimo bocado y tomo el microfono.
– Vale, chicos; no os movais y enteraros de quien pasa por ahi.
– Si, senor.
– ?Que tal estais situados?
– No podemos quejarnos. Hay un pub en la acera de enfrente.
– ?Os ha visto ya?
– Me temo que si. Antes nos hizo un gesto obsceno.
– ?Ya? ?Que le hicisteis? ?Ir a presentaros?
– No, senor; nos vio cuando salimos de Comisaria.
– Vale. Es la una y media. Dentro de dos horas podeis retiraros.
Dejo el microfono y lanzo a la papelera el papel que envolvia antes el sandwich; fallo por mucho, pero no le apetecia levantarse.
Tarasoff se incorporo y tomo el papel.
– ?Que piensa de todo esto, senor Potter?
El interpelado se encogio de hombros.
– No estoy muy seguro.
– ?Cree que ese tal O'Hara pueda ser espia de alguien?
Potter lanzo una carcajada.
– ?O'Hara? No, demasiao honrado. La clase de hombre que se pasa el dia preocupandose por ballenas muertas o esas cosas -miro el sandwich a medio comer del otro-. ?Piensas terminar eso?
– No, senor. Puede quedarselo.