Potter acepto la sugerencia y dio un mordisco.
– O'Hara no es tonto, pero es pura teoria, nada de practica. Habla cuatro idiomas. No es un mal diplomatico, pero no vive en el mundo real.
– ?Pero por que se ha mezclado en esto? No tiene sentido.
– ?Nunca has estado enamorado?
– Estoy casado.
– No, me refiero a enamorado.
– Bueno, si; supongo que si.
– Supones. Eso no es amor. Me refiero a algo apasionado, algo que te vuelve loco y te hace arriesgar tu vida. Quiza incluso casarte.
– ?Esta enamorado de Sarah Fontaine?
– ?Por que no?
Tarasoff movio la cabeza con gravedad.
– Yo creo que esta espiando.
Potter solto una carcajada.
– No subestimes el poder de las hormonas.
– Eso mismo dice siempre mi mujer -Tarasoff fruncio el ceno y miro la manga de la chaqueta de su superior-. Sera mejor que se limpie esa mostaza.
Potter miro la gota amarilla de su manga. Dia nuevo, mancha nueva. Busco una servilleta y acabo conformandose con un trozo de folio.
Lo arrojo a la papelera. Fallo. Se levanto de la silla con un grunido. Estaba levantando el papel cuando se abrio la puerta.
– ?Si? -pregunto. Luego, guardo silencio.
Tarasoff se volvio y miro al hombre que habia en el umbral. Era Jonathan Van Dam.
Potter carraspeo.
– Senor Van Dam. No sabia que estaba en Londres.
El recien llegado se sento en la silla que ocupaba antes Potter y aparto unos vasos de plastico de la mesa antes de colocar su maletin sobre ella.
– Siento curiosidad sobre un tema. Habiamos intervenido el telefono de Sarah Fontaine… ?y sabe lo que ocurrio hace unos dias? Recibio una llamada de su esposo. Toda una hazana, ?no le parece? ?O las comunicaciones han mejorado tanto?
Potter y Tarasoff se miraron.
– Senor, puedo explicar… -dijo el primero.
– Si -repuso Van Dam, muy serio-. Creo que debe hacerlo.
Nick y Sarah ofrecian el rostro al viento en los altos acantilados de Margate. Las gaviotas se lanzaban desde el cielo y sus gritos cortaban el aire como planideras. El sol brillaba con fuerza y relucia como cristales rotos. Hasta Sarah empezaba a cobrar vida bajo aquel toque magico.
Desde que saliera de Londres esa manana, se habia quitado la chaqueta y la bufanda. Ataviada ahora con una camisa de algodon blanca y la falda gris, se detuvo bajo el sol y levanto el rostro hacia el. Estaba viva. Un hecho que habia olvidado a menudo en las dos ultimas semanas.
– ?Sarah? -Nick le toco el brazo y senalo al sendero. Con su camisa y pantalones desgastados parecia mas un pescador que un burocrata-. ?Falta mucho?
– No. Esta encima de la colina.
El hombre echo a andar y ella lo observo. No conocia todavia sus razones para estar alli pero se fiaba de el. Era un amigo, y aquello era lo unico que importaba.
Nick miro hacia atras. No habia rastro de ningun perseguidor. Estaban solos.
– Me pregunto por que no nos siguen.
– A lo mejor se han cansado.
– Bien, sigamos.
– No te gusta la CIA, ?verdad? -pregunto ella.
– No.
– ?Por que?
– No me fio de ellos. Y de Roy Potter el que menos.
– ?Que te hizo el senor Potter?
– A mi nada. Excepto quiza enviarme de vuelta a Washington.
– ?Tan malo es Washington?
– No es el lugar ideal para la carrera diplomatica.
– ?Cual lo es?
– Los lugares calientes. Sudafrica. Africa.
– Pero tu estabas en Londres.
– No fue mi primera opcion. Me ofrecieron Camerun, pero tuve que rechazarlo.
– ?Por que?
– Por Lauren. Mi ex mujer.
– Ah.
La joven se pregunto que habia fallado entre ellos. ?Rutina? ?El aburrimiento? No podia imaginar que nadie se aburriera de Nick. Era un hombre de muchas capas, cada una mas compleja que la anterior. ?Podia llegar a conocerlo una mujer?
Cruzaron en silencio la fila de buzones y vieron la casa blanca detras de la valla de madera. El jardinero viejo no estaba a la vista.
– Es ahi -dijo ella.
– Vamos a ver si hay alguien -repuso Nick. Se acerco a llamar al timbre, pero no hubo respuesta-. Creo que esta vacia. Mejor.
– ?Nick? -lo siguio a la parte de atras y lo encontro moviendo el picaporte.
La puerta se abrio lentamente. La luz del sol ilumino el suelo de piedra pulida. A sus pies yacia un trozo de plato de porcelana. No se veia nada mas fuera de su sitio. Los cajones de la cocina estaban cerrados. En la ventana habia dos plantas. El goteo de un grifo era lo unico que se oia.
– Espera aqui -le susurro Nick
Desaparecio en la habitacion siguiente y ella miro a su alrededor. Se hallaba en el corazon de la casa. Alli cocinaba Eve y Geoffrey y ella reian juntos. La estancia parecia resonar todavia con su presencia. Y ella era una intrusa alli.
– ?Sarah? -la llamo Nick desde el umbral-. Ven a ver esto.
Lo siguio a la sala de estar. En los estantes habia libros encuadernados en piel. Figuritas de china decoraban la chimenea. En el hogar habia todavia cenizas. Solo habian tocado un escritorio. Habian vaciado los cajones y roto y tirado al suelo un monton de correspondencia.
– El robo no fue el motivo -dijo el, senalando las figuritas antiguas de la chimenea-. Creo que buscaban informacion. Una agenda, quiza. O un numero de telefono.
La joven miro a su alrededor. Un poco mas alla vio una puerta abierta. Una fascinacion inexplicable y dolorosa la atrajo hacia ella. Sabia lo que habia mas alla, pero no podia detenerse.
Era el dormitorio. Miro la colcha de flores de la cama doble con los ojos llenos de lagrimas. Era la cama de otra mujer. ?Cuantas noches habia pasado Geoffrey alli? ?Cuantas veces habian hecho el amor? ?La echaba de menos cuando no estaba alli?
Eran preguntas que solo el podia contestar. Tenia que encontrarlo o nunca seria libre.
Salio de la casa llorando y un momento despues miraba el mar desde el acantilado. Apenas oyo los pasos de Nick acercarse.
Pero sintio las manos de el posarse con suavidad en sus hombros. No hablo; se limito a acompanarla en silencio. Y eso era lo que ella necesitaba.
Despues de un rato, se volvio hacia el.
– Tengo que encontrar a Geoffrey -dijo-. Y tu no puedes venir conmigo.