– Por Berlin -susurro.

– Si -murmuro el, abrazandola-. Por Berlin.

Un amanecer brillante y hermoso. Las vias del tren, que un rato antes mostraban un color gris mojado, brillaban de repente como oro a la luz de la manana. Nubes de vapor subian desde los railes. Nick y Sarah estaban separados en la plataforma. Nick, con la gorra baja y un cigarrillo colgando de los labios, se apoyaba en un poste de la plataforma y resultaba irreconocible.

En la distancia se oyo el ruido de un tren que se acercaba. Fue como una senal que hizo que la gente se levantara de los bancos. Avanzaron como una ola hacia el borde de la plataforma esperando que parara el tren de Antwerp. Se formo una cola de pasajeros: hombres de negocios con traje, estudiantes con vaqueros y mochilas, mujeres bien vestidas que volverian pronto a casa con bolsas de la compra.

Desde su puesto casi al final de la cola, Sarah vio a Nick apagar el cigarrillo con el zapato y subir al tren. Segundos despues aparecio su rostro en la ventanilla. No se miraron.

La cola se hizo mas corta. Unos metros mas y ella tambien estaria a bordo. Entonces vio algo por el rabillo del ojo y una premonicion de miedo la hizo volverse despacio. Lo que habia visto era el sol reflejandose en unas gafas de sol plateadas.

Se quedo paralizada. Al lado de la taquilla habia un hombre de pelo palido, un hombreque tenia la vista clavada en la puerta del tren. A Sarah se le paro el corazon. Era el mismo que la habia mirado desde la ventanilla del Peugeot azul. El de la sonrisa mortal. Y ella avanzaba directamente hacia su linea de vision.

Diez

Su primer impulso fue echar a correr, perderse entre los viajeros de la plataforma. Pero un movimiento subito atraeria la atencion de el. Tenia que seguir adelante, esperando, contra toda esperanza, que no la reconociera.

Busco en el tren la ventanilla donde habia visto a Nick con intencion de pedirle ayuda. Pero la ventanilla habia quedado atras y ya no se veia.

– ?Senora?

Se sobresalto al sentir una mano en el brazo. Un viejo tiraba de su manga. Lo miro y el empezo a hablar en un frances muy rapido. Intento soltarse, pero el siguio agitando un panuelo de mujer. Repitio la pregunta y senalo el suelo. La joven, que entendio al fin, nego con la cabeza y le dijo por gestos que el panuelo no era suyo. El viejo se encogio de hombros y se alejo.

Casi llorando, se volvio para subir a bordo, pero algo le corto el camino.

Levanto la cabeza y vio su rostro aterrorizado reflejado en unas gafas de sol.

El hombre rubio sonrio.

– ?Senora? -dijo con suavidad-. Vamos…

– ?No, no! -susurro ella, retrocediendo.

El albino avanzo hacia ella y en sus manos brillo una navaja. Sarah penso en el arco que formaria en el aire… sintio casi el dolor en la carne. Se noto caer hacia atras y comprendio como en una nube que no era ella la que se movia sino el tren. Se marchaba sin ella.

Vio la puerta del tren alejandose lentamente por el final de la plataforma… Era su ultima oportunidad de escapar.

Noto que el hombre se colocaba frente a ella para cortar el paso a la presa que creia que podia echar a correr.

Y echo a correr. Pero en direccion contraria. En lugar de hacia la calle, en persecucion del tren.

El movimiento inesperado le hizo ganar un segundo precioso. El tren aumentaba la velocidad. Solo quedaban unos diez metros de plataforma y estaria fuera de su alcance. Sus pies parecian de plomo; oyo los pasos de el detras de ella. Con el corazon a punto de explotar corrio los ultimos metros. Sus dedos tocaron acero frio. Lucho por aferrarse a la barra… por subir a bordo.

Subio los escalones y se derrumbo, abriendo la boca para coger aire. Casas y jardines pasaban con rapidez a su lado, convertidos en imagenes veloces de luz y de color. El dolor de la garganta se disolvio en un sollozo de alivio. ?Lo habia conseguido!

Una sombra cruzo la luz del sol. El escalon crujio con un peso nuevo y un escalofrio recorrio su cuerpo anunciandole la muerte. No le quedaban fuerzas para luchar ni lugar al que retirarse. No podia hacer nada excepto quedarse quieta mientras el se acercaba a ella.

Paralizada por el terror, lo vio inclinarse hacia ella, tapando los ultimos trozos de luz solar. Espero que se la tragara su sombra.

Entonces, de algun lugar detras de ella llego un grunido de rabia. Capto un movimiento mas que lo vio, un pie que golpeaba salvajemente un cuerpo. La sombra que la cubria cayo hacia atras con un grunido.

El hombre rubio parecio quedar suspendido en una caida interminable. Se precipito despacio desde los escalones y el ruido del tren ahogo su ultimo juramento. Y ella seguia viva, respirando; la pesadilla habia terminado por el momento.

– ?Sarah! Dios mio…

Unas manos la levantaron del suelo, apartandola del borde, alejandola de la muerte. Estremecida, se abrazo a Nick. Este la estrecho con tal fuerza que pudo oir los latidos de su corazon.

– Ya ha pasado -murmuraba una y otra vez-. Ya ha pasado.

– ?Quien es? -lloro ella-. ?Por que no nos deja en paz?

– Sarah, escuchame, escuchame. Tenemos que salir de este tren. Tenemos que cambiar de rumbo antes de que lo intercepte.

La joven queria gritar, pero se contuvo. Se abrazo mas a el.

Nick miro el paisaje. Iban demasiado deprisa para saltar.

– La proxima parada -dijo-. Tendremos que seguir el viaje de otro modo. Andando. Autostop. Cuando crucemos la frontera con Holanda, podremos tomar otro tren hacia el este.

Sarah seguia aferrada a el y no oia sus palabras. El peligro habia adquirido proporciones irracionales. El hombre de las gafas de sol se habia convertido en algo mas que humano. Era sobrenatural, un horror superior a todo lo que existia en el mundo real. Cerro los ojos y lo imagino esperandola en la proxima estacion de tren y luego en la siguiente. Nick no podria espantarlo siempre.

Miro las vias del tren y rezo por que la proxima parada llegara pronto. Tenian que salir antes de que los atraparan.

Pero las vias parecian extenderse de modo interminable. Y le daba la impresion de que el tren se habia convertido en un ataud de acero que los llevaba directamente a las manos del asesino.

Kronen examino el golpe del rostro en el espejo y una oleada de rabia lo envolvio como magma caliente. La mujer habia escapado por segunda vez. La habia tenido en sus manos y habia huido.

Clavo el puno en el espejo. Ese hombre, Nick O'Hara, se habia interpuesto ya dos veces en su camino. No sabia quien era, pero se juro matarlo en cuanto volviera a encontrarlo. Aunque quiza eso no fuera tan facil, ya que habian desaparecido.

Cuando los hombres de Kronen interceptaron el tren en Antwerp, la mujer y su acompanante se habian desvanecido. Podian estar en cualquier parte. No sabia adonde se dirigian ni por que.

Tendria que pedir ayuda al viejo otra vez. Y esa idea lo enfurecio. Contra la mujer por escapar, y contra su acompanante por entrometerse. Ella pagaria muy caras todas las molestias que habia causado.

Se puso las gafas de sol. El golpe resultaba bien visible encima del pomulo derecho. Un recuerdo humillante de que habia sido derrotado por una criatura tan patetica como Sarah Fontaine.

Pero solo era un contratiempo pasajero. El viejo la buscaria, y tenia ojos en todas partes, incluidos los lugares mas insospechados. Si, la encontraria.

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