– Si. Lo comprendo.
Los acompano a la puerta de atras. Fuera brillaban las estrellas en un cielo claro.
– ?Donde vais a dormir?
– Tenemos una habitacion cerca del Kudamm.
– Podeis quedaros aqui.
– Demasiado arriesgado. Hemos cruzado la frontera, asi que ya deben saber que estamos aqui. Si son listos, no tardaran en vigilar tu casa.
– ?Y como puedo comunicarme contigo?
– Te llamare yo. Me identificare como Barnes. Es mejor que no sepas donde estamos.
– ?No te fias de mi?
Nick vacilo.
– No es eso, Wes.
– ?Y que es?
– Es un asunto muy feo. Es mejor que no te mezcles demasiado.
Nick y Sarah se alejaron en la oscuridad, pero no sin antes oir decir a Wes:
– Ya estoy mezclado.
Al amanecer, Sarah yacia acurrucada en brazos de Nick. A pesar de su cansancio, ninguno de los dos podia dormir. Demasiadas cosas dependian de lo que ocurriera aquel dia. Por lo menos ya no estaban solos. Contaban con Wes Corrigan.
Nick se movio, y su aliento calento el pelo de ella.
– Cuando esto termine -susurro-, quiero que nos quedemos como estamos ahora. Asi mismo.
– No se si esto acabara alguna vez -suspiro ella-. Si volvere a casa.
– Volveremos. Juntos. Te lo prometo. Y Nick O'Hara siempre cumple sus promesas.
Sarah escondio el rostro en el hueco del hombro de el.
– Nick, te deseo mucho, pero ya no se si estoy ciega o si me da miedo el amor. Me siento muy confusa. ?Tu no?
– ?Sobre ti? No. Parece una locura, pero creo que te conozco bien. Y eres la primera mujer de la que puedo decir eso.
– ?Y tu mujer? ?A ella no la conocias?
– ?Lauren? Si. Supongo que si. Al final.
– ?Que fue lo que fallo?
Nick se recosto en la almohada. Se encogio de hombros.
– Supongo que no fue culpa de nadie, pero no puedo olvidar lo que hizo -la miro con tristeza-. Llevabamos tres anos casados. A ella le gustaba El Cairo. Le gustaba la vida de las embajadas. Era una gran esposa de diplomatico. Creo que fue uno de los motivos por los que se caso conmigo. Porque penso que podia ensenarle el mundo. Por desgracia, mi carrera incluia ir a lugares que no le parecian lo bastante civilizados.
– ?Como Camerun?
– Exacto. Yo queria aquel puesto. Solo habrian sido un par de anos. Pero ella se nego a ir. Entonces me ofrecieron Londres, que si le gustaba. Tal vez todo hubiera salido bien de no ser por… -se interrumpio y Sarah noto que se ponia rigido.
– No tienes que contarmelo si no quieres.
– Se quedo embarazada y me entere en Londres. No me lo dijo ella, sino el medico de la Embajada. Y durante seis horas fui tan feliz que creia estar flotando. Hasta que llegue a casa y descubri que ella no lo queria.
Sarah no podia decir nada para disminuir su dolor; solo confiar en que, cuando terminara de contarselo, encontrara consuelo en sus brazos.
– Yo queria tener aquel hijo. Le suplique que lo tuvieramos. Pero Lauren lo consideraba un inconveniente - miro a Sarah-. ?Un inconveniente! ?Te imaginas?
– No.
– Yo tampoco. Entonces me di cuenta de que no la conocia. Nos peleamos y ella volo a casa y… soluciono el problema. No regreso. Un mes despues me envio los papeles del divorcio. De eso hace cuatro anos.
– ?La echas de menos?
– No. Casi fue un alivio recibir los papeles. He estado solo desde entonces. Asi es mas facil. No sufres -le toco el rostro y en sus labios se dibujo una sonrisa-. Luego, entraste tu en mi despacho con tus gafas graciosas y… Al principio no preste atencion a tu aspecto, pero luego te quitaste las gafas y te vi los ojos. Y alli empece a desearte.
– Voy a tirar esas gafas.
– Jamas. Me encantan.
Sarah se echo a reir, agradecida a las cosas divertidas que suelen decir los enamorados. Por primera vez en su vida se sentia casi hermosa.
– ?Sarah? ?Has pensado en lo que ocurrira cuando lo encontremos?
– No puedo pensar tanto.
– Todavia lo amas.
La joven movio la cabeza.
– Ya no se a quien quiero. A Simon Dance no. Quiza el hombre al que yo queria no ha existido nunca. Nunca fue real.
– Pero yo si -susurro Nick-. Yo soy real. Y no tengo nada que ocultar.
Once
?Seria alli donde lo encontrara?
Sarah no podia dejar de pensar en eso mientras el autobus circulaba por las avenidas de tiendas en direccion oeste.
Media hora antes habian llamado al numero de la factura de Eve y descubierto que era una floristeria. La mujer del otro lado se mostro amable y deseosa de ayudarlos. Les indico como llegar hasta la floristeria.
No era un barrio muy bueno. Sarah noto que las calles amplias daban paso a callejuelas cubiertas de cristales y a un vecindario de casas destartaladas. Los ninos jugaban en la calle y los viejos se sentaban en los escalones de su porche. ?Estaria Geoffrey escondido en una de aquellas casas? ?Los esperaria en el sotano de la floristeria?
Salieron del autobus en una esquina. Una manzana mas alla, encontraron la direccion que buscaban. Era una tienda pequena, de escaparates sucios. En la acera se veian cubos de plastico rebosantes de rosas. La puerta al abrirse hizo sonar una campanilla de bronce.
El olor a flores resultaba abrumador. Una mujer robusta, de unos cincuenta anos, les sonrio desde el otro lado del mostrador lleno de lazos, rosas y verde. Estaba haciendo ramos. Miro a Nick.
– Guten tag -dijo.
El hombre asintio.
– Guten tag.
Se movio por la tienda, mirando los frigorificos con sus puertas de cristal y los estantes con jarrones, figuritas de china y flores de plastico. Cerca de la puerta habia una corona funeraria envuelta en plastico y lista para entregar. La tendera quito las espinas de las rosas y empezo a enrollar cinta en torno a los tallos. Era un ramo de novia. Mientras trabajaban, tarareaba una cancion, nada incomoda por el silencio de sus dos visitantes. Al fin dejo el ramo y miro a Sarah.
– Ja? -pregunto con suavidad.
Sarah saco la foto de Geoffrey y la dejo sobre el mostrador. La mujer la miro, pero no dijo nada. Nick senalo