No podia esconderse eternamente.
El piar de las palomas desperto a Sarah. Abrio los ojos y la luz del atardecer ilumino unas paredes de piedra y las aspas de madera del molino que giraban con lentitud. Una paloma se instalo en una ventana alta y comenzo a piar. Las aspas del molino crujian y chirriaban como madera en un barco viejo. Tumbada en la paja, se sentia embargada por una sensacion de paz, y el miedo a que le quedaran pocos momentos de aquellos por vivir. ?Y tenia tantas ganas de vida!
Se volvio hacia Nick, que dormia a su lado en la paja, con las manos unidas detras del cuello y el pecho elevandose y cayendo al ritmo de su respiracion. Habian hecho autostop hasta cruzar la frontera con Holanda y luego andado muchas horas. Estaban a un kilometro de la estacion de tren mas cercana y habian decidido esperar a que oscureciera. Encontraron aquel molino en mitad del campo y se quedaron inmediatamente dormidos en el.
Se tumbo al lado de Nick. Este desperto con un estremecimiento y la estrecho contra si.
– Pronto oscurecera -susurro ella.
– Hmmm.
– Me gustaria no tener que salir nunca de aqui.
– A mi tambien -suspiro el.
Se sentaron, y Nick empezo a quitarle trozos de paja del pelo.
– Tengo miedo -murmuro ella.
El hombre la abrazo.
– Viviremos el presente, tomando cada dia como venga. No podemos hacer otra cosa.
– Lo se.
– Eres fuerte, Sarah. En cierto modo, mas fuerte que yo.
La beso con fuerza, como un hombre sediento de su sabor. Los pajaros piaban encima de ellos, despidiendo a la ultima luz del dia. La noche cayo sobre los campos con su manto de proteccion y oscuridad.
Nick se aparto con un gemido.
– Si seguimos asi, perderemos el tren. No es que me importe, pero… -apreto los labios una ultima vez sobre los de ella-. Tenemos que irnos. ?Estas lista?
Sarah respiro hondo y asintio.
– Estoy lista.
El viejo estaba sonando.
Nienke estaba de pie ante el, con el largo pelo recogido en un panuelo azul. Su rostro amplio estaba manchado de tierra del jardin, y sonreia.
– Frank -dijo-, tienes que construir un sendero de piedra entre los rosales para que nuestros amigos puedan pasear entre las flores. Ahora tienen que andar alrededor de los matorrales, no en el medio de ellos, donde estan las de color lavanda y amarillo. Se las pierde. Tengo que llevarlos yo y se manchan de barro los zapatos. Un camino de piedra, Frank, como el que teniamos en la casita de Dordrecht.
– Por supuesto -dijo el-. Le dire al jardinero que lo haga.
Nienke sonrio. Se acerco a el. Pero cuando extendio una mano para tocarla, su panuelo azul se desvanecio. Lo que habia sido el pelo de Nienke era ahora un halo de fuego brillante. Intento arrancarselo antes de que llegara a la cara, y en sus manos quedaron mechones gruesos de pelo. Cuanto mas intentaba apagar las llamas, mas pelo y carne arrancaba. Destruia fragmento a fragmento a su mujer al intentar salvarla.
Bajo la vista y vio que sus brazos estaban en llamas, pero no sentia dolor; un grito silencioso exploto en su garganta al ver que Nienke lo dejaba para siempre.
Wes Corrigan tardo cinco minutos en contestar a la llamada en su puerta de atras. Cuando al fin la abrio, miro sorprendido a sus dos visitantes nocturnos. Al principio le parecieron extranos. El hombre era alto, de pelo canoso, sin afeitar. La mujer llevaba un jersey indefinible y una capa gris.
– ?Que ha sido de la antigua virtud de la hospitalidad? -pregunto Nick.
Wes dio un respingo.
– ?Que diablos…? ?Eres tu?
– ?Podemos pasar?
– Claro. Claro -Corrigan, atontado todavia, les indico la cocina y cerro la puerta. Era un hombre bajo y compacto de unos treinta y tantos anos. A la luz dura de la cocina, su piel se veia amarillenta y tenia los ojos cargados de sueno. Miro a sus visitantes y movio la cabeza confuso. Su mirada cayo sobre el pelo blanco de Nick.
– ?Tanto tiempo ha pasado?
El interpelado movio la cabeza y se echo a reir.
– Son polvos de talco. Pero las arrugas son todas mias. ?Hay alguien mas en casa?
– Solo el gato. ?Que diablos esta pasando?
Nick paso a su lado, salio de la cocina y entro en la sala de estar. No contesto. Wes se volvio hacia Sarah, que se quitaba en ese momento la capa.
– Ah, hola. Soy Wes Corrigan. ?Y usted?
– Sarah.
– Encantado de conocerla.
– La calle parece limpia -dijo Nick, volviendo a la cocina.
– Claro que esta limpia. La barren todos los jueves.
– Quiero decir que no estas vigilado.
Corrigan parecio triste.
– Bueno, llevo una vida muy aburrida. Eh, vamos, ?que ocurre?
Nick suspiro.
– Estamos en un lio.
Corrigan asintio.
– Si, a esa conclusion habia llegado ya. ?Quien os sigue?
– La CIA. Entre otros.
Ese lo miro con incredulidad. Se acerco a la puerta de la cocina, miro al exterior y echo el cerrojo.
– ?Teneis a la CIA detras? ?Que has hecho? ?Vender secretos de la nacion?
– Es una larga historia. Necesitamos tu ayuda.
Wes asintio con cansancio.
– Eso me temia. Vamos, sentaos, sentaos. Preparare cafe. ?Teneis hambre?
Nick y Sarah se miraron sonrientes.
– Mucha -dijo ella.
Corrigan se acerco al frigorifico.
– Marchando huevos con beicon.
Tardaron una hora en contarselo todo. Cuando terminaron, la cafetera estaba vacia. Nick y Sarah se habian comido media docena de huevos entre los dos y Corrigan se hallaba plenamente despierto y preocupado.
– ?Por que crees que esta mezclado Potter? -pregunto.
– Es evidente que esta al cargo del caso. Fue el el que hizo soltar a Sarah. Y debio ordenar a esos agentes que nos siguieran a Margate. Pero alli todo salio mal. Y aunque los de la CIA no son muy competentes, tampoco suelen meter tanto la pata sin algo de ayuda. Alguien mato a aquel agente. Y luego empezo a disparar contra nosotros.
– El hombre de las gafas de sol, quienquiera que sea -Wes movio la cabeza-. Esto no me gusta nada.
– A mi tampoco.
Corrigan parecio pensativo.
– Y quieres que investigue la ficha de Magus. Puede ser dificil. Si esta considerada muy secreta, no podre llegar a ella.
– Haz lo que puedas. No podemos hacerlo solos. Hasta que Sarah encuentre a Geoffrey y consiga algunas respuestas, no tenemos nada.