Ella se giro para mirarlo y, por su expresion, se notaba que se debatia entre discutir u obedecer. Quinn oculto una sonrisa. Apreciaba la pasion que Miranda ponia en su trabajo.

Antes de que ella pudiera decir nada, el estiro el brazo, le apoyo la mano en el hombro y se lo apreto. Ella no lo esquivo. El contacto era agradable.

– Miranda, la frustracion que siento se parece mucho a la tuya. Hay pruebas aqui que bien podrian llevarnos hasta el asesino de Rebecca. Pero no nos servira de nada buscar en la oscuridad si no podemos ver las pistas. Manana por la manana volveremos y empezaremos por aqui. El equipo de balistica buscara la bala, y habra mas gente concentrada en la busqueda.

– Estamos cerca -murmuro ella-. Puedo sentirlo.

Quinn no dijo palabra, y Miranda se pregunto si acaso pensaba que estaba loca. A veces, cuando estaba sola y se sentia impotente, dudaba de su cordura. Cada dia que pasaba, pensaba en las chicas desaparecidas. Y en el.

En el Carnicero.

Puede que hubiera escapado viva, pero el le habia robado su vida.

– Tienes razon -dijo, con desgana-. Volvamos.

Quinn dejo caer su mano y ella sintio frio, como si hubiera perdido una conexion importante. Fruncio el ceno. Llevaba mucho tiempo viviendo sola. Cualquier contacto fisico humano, incluso un gesto tan inocuo como una palmadita en el hombro, la confundia.

Sobre todo viniendo de Quinn.

Abrio la marcha hasta el monte, agradecida de no tener que seguir mirando a Quinn. Verlo de nuevo significaba hurgar en demasiados sentimientos encontrados, demasiados pensamientos que habia enterrado durante esos diez anos desde que el la traicionara y le arrebatara lo que mas le importaba.

No su carrera, sino su confianza.

Miranda estaba despierta a medianoche, sola, fisicamente abatida y agotada. Habia llegado a duras penas hasta su cabana despues de haber comido una cena frugal, no porque tuviera hambre, sino para complacer a su padre, y puso al maximo la temperatura y las burbujas de su banera. Entro con cautela porque el agua casi la quemaba de lo caliente que estaba. Cuando acostumbro un pie a la temperatura, metio el otro. Al cabo de cinco minutos, se reclino contra el respaldo de la banera y tomo un trago de vino.

No podia dejar de pensar en Quinn.

– Vete -le murmuro al vacio.

Hubo un tiempo en que ella contaba los dias que faltaban para su proxima visita. Escuchaba su voz por telefono y sentia como un aleteo de mariposas en el vientre que la hacia sonreir.

Cuando el empezo a visitarla regularmente tras cerrarse la investigacion sobre el Carnicero por falta de pruebas, ella no sabia que pensar ni sentir, ni como reaccionar. Quinn le agradaba, le gustaba mucho, pero Miranda temia que en el fondo nunca seria capaz de amar a un hombre, nunca dejaria que un hombre la tocara intimamente. Estaba herida, tenia el cuerpo tan permanentemente marcado que la cirugia no podia remediarlo todo. Nunca seria una mujer normal, ni por dentro ni por fuera.

Con Quinn, se sentia como una princesa.

Daban largos paseos y el le tomaba la mano.

Hablaban durante horas de cualquier cosa, de la familia de el, de su carrera, sus suenos. De la familia de ella, de su pasado, de lo que esperaba del futuro. Y hablaban tambien del Carnicero.

Un dia Miranda sintio ganas de que el la besara. Pero el nunca tomaba la iniciativa. Ella se preguntaba como reaccionaria si el se decidia por fin a besarla.

En una ocasion, al atardecer, estaban sentados en el columpio del porche.

– ?Quinn? -pregunto ella, mirando sus dedos entrelazados.

– ?Mmm?

Ella miro su atractivo perfil, casi cincelado. Tenia los ojos cerrados y parecia estar en paz, con una media sonrisa en los labios. La luz del sol poniente daba a su piel un tono mas cobrizo, y ella penso que le apreciaba mucho mas de lo que queria reconocer.

Habia pasado un ano desde el ataque. Su vida pendia de una especie de hilo. Habia vuelto a la universidad, pero no era lo mismo. No encontro nada de interesante en sus estudios de empresariales, ni siquiera en las asignaturas optativas como literatura inglesa.

Estaba cansada de tanta inmovilidad. Queria y necesitaba seguir adelante.

Y queria que Quinn estuviera con ella a cada paso del camino.

– ?Quieres besarme?

Sintio que Quinn se ponia tenso. ?Se habria extralimitado en su sugerencia?

– Lo siento -dijo, y desvio la mirada.

El le cogio el menton con el dedo y la hizo volverse hacia el. Sus ojos marrones se oscurecieron, parecian negros. Miraba con expresion seria, y ella estuvo a punto de quedar sin aliento ante la pura belleza de su rostro.

– He tenido ganas de besarte desde que volvi en septiembre a verte. He querido besarte cada dia que hemos pasado juntos, y cada dia que hemos estado separados.

Miranda sintio un afecto calido, profundo y reconfortante que se aduenaba de ella, como si la sinceridad de sus palabras le acariciara el alma. Se inclino apenas hacia delante.

– Besame -dijo.

El ligero roce de sus labios la hizo temblar. Ella le puso lentamente los brazos alrededor del cuello. El la beso con mas urgencia y ella se inclino hacia el. Quinn la estrecho y la atrajo con fuerza, sus manos perdidas bajo el pelo en la nuca, sosteniendola con fuerza, aunque no demasiada. A cada movimiento que ella hacia, el se plegaba, cada caricia en la cara, los brazos y el pecho, todo lo aceptaba.

Ella queria algo mas que un beso.

– Quedate conmigo esta noche -le murmuro al oido.

El se movio para que pudieran mirarse a los ojos.

– Miranda, quiero quedarme contigo. Quiero hacerte el amor. Pero esta noche no. No nos precipitemos.

Ella parpadeo, y un velo de frialdad le cubrio el rostro.

Durante dos minutos, habia olvidado al Carnicero. Durante dos minutos gloriosos, lo habia borrado de su mente.

– Ha pasado un ano -dijo ella, con voz neutra, y se giro para apartarse de el -. No me he precipitado en nada.

– Lo se, carino, no te enfades. Quiero estar seguro de que deseas lo mismo que yo.

Ella se mordio el labio para no llorar. No por Quinn, sino porque su vida era tan diferente de lo que deseaba. Habria querido crear su propio negocio, algo relacionado con la vida al aire libre y el ocio. Organizar salidas en balsa por el rio en verano, ensenar a los chicos a esquiar en invierno y ayudar a su padre en la hosteria.

– Nada volvera jamas a ser lo mismo -murmuro.

El le acaricio la mejilla hasta que ella se giro. La emocion en sus ojos era un reflejo de su confusion interior.

– No, nada volvera a ser lo mismo. Pero tu eres la mujer mas fuerte que jamas he conocido. Tu voluntad de sobrevivir, no solo a lo que ocurrio hace un ano, sino tambien para reclamar tu vida, es algo que me da una leccion de humildad.

– No soy nada especial -dijo ella, sacudiendo la cabeza.

El estuvo a punto de echarse a reir.

– Miranda, eres increible -dijo, y la beso suavemente.

– Se que el hecho de que el asesino de Sharon ande suelto es como una herida abierta. Que no se cierra nunca. Quisiera haber hecho algo mas -dijo, con voz ronca, y se meso el pelo con gesto de arrepentimiento.

– Hiciste todo lo posible. -A ella le habia impresionado el FBI y la policia durante la investigacion. Pero ahora su caso quedaba cerrado. A menos que el Carnicero atacara a otra mujer, nunca lo capturarian. No era justo que otra mujer tuviera que ser agredida, que tuviera que morir, para encontrar al asesino de Sharon.

Miranda deseaba contribuir en algo. No solo para detener al Carnicero sino para encontrar a otros asesinos. Hombres que acechaban a las mujeres, que las maltrataban para satisfacer su alma torcida y enferma.

?Por que no podria? ?Por que no podia convertirse en un agente activo de esa idea? Llevaba un ano sin hacer

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