No lo sabia. Por eso la habia llamado.

Ella subio por el estrecho camino a mas velocidad de lo que debia, y casi acabo empotrada en la parte de atras de la camioneta del sheriff. Bajo del coche a toda prisa, con su rubia cabellera rebotando sobre los hombros.

– ?Maldito imbecil!

– Estaba husmeando por aqui.

– Tenemos que irnos. -Ella subio la escalera a grandes zancadas y se detuvo en la puerta-. ?Donde esta? ?Que has hecho con el cuerpo? ?Lo has enterrado?

– Esta con la chica.

Ella parpadeo y lo miro con ojos desmesuradamente abiertos.

– ?Por que habrias de arrastrar el cuerpo a kilometros de aqui? ?Por que no lo has enterrado aqui?

– Creo que no esta muerto.

– ?Y eso, por que cono?

El se encogio de hombros. No estaba en sus planes matarlo. Solo lo habia dejado fuera de combate. Habia sangrado un poco, pero no creia haberlo matado. De hecho, tirado ahi en el balcon, no le urgia demasiado matarlo. ?Que gracia tenia matar a alguien que no sabia lo que le esperaba?

En fin. El no tenia pensado dejar que el sheriff se largara. A la larga, moriria de hambre.

– Eres un imbecil. ?Un gilipollas de mierda! Ahora tenemos que irnos, abandonar Montana. Me has arruinado la vida. ?Maldito, maldito seas!

La Puta se paseaba a grandes zancadas, mesandose el pelo. El se encogio, apoyado en la pared exterior de la casa. No habia manera de saber que era capaz de hacer en ese estado de animo.

La Puta siguio farfullando y lanzando imprecaciones durante diez minutos antes de dirigirse a el con el indice en alto.

– Haz el equipaje. Nos vamos. Vamos a dejar a la chica, y a Nick Thomas. Estaran muertos antes de que los encuentren. Tengo algo de dinero guardado. Conseguiremos nuevas identidades, quiza en California. Si, California estaria bien. Los Angeles es una ciudad grande, y nos quitaremos de en medio.

– No.

Ella dejo de pasearse de arriba abajo y se lo quedo mirando.

– ?Que?

– No pienso irme. Theron y Aglaia han puesto huevos. No me puedo ir hasta que los polluelos rompan el cascaron.

– ?Piensas arriesgarlo todo por unos jodidos pajaros de mierda?

El se puso tenso.

– No son unos pajaros de mierda.

– Son pajaros. ?No me dijiste en una ocasion que estan por todas partes, que hasta construyen sus nidos en los tejados de los edificios en Los Angeles? Si quieres ver a esos malditos bichos, ya puedes ir pensando en mirarlos desde la calle en lugar de andar perdiendo el tiempo en medio de la porqueria en el culo del mundo. ?Maldita sea, esto va en serio! ?Has secuestrado al sheriff! No podemos quedarnos aqui. Tenemos que irnos. Y tu vendras conmigo.

Lo irritaba el desprecio que La Puta demostraba por Theron y Aglaia. Entretanto, ella pensaba en lo que le diria a su marido, o en como comprarian nuevos carnes de conducir, y cuando se largarian.

El no se largaria.

Ella mentia, igual que todas las demas. Ella siempre le decia que se sentia orgullosa de su trabajo, que admiraba su paciencia y su esmerado cuidado de los halcones. Pero ahora los llamaba pajaros de mierda. ?Como se atrevia? ?Como era posible que pensara eso de un animal tan elegante y veloz, tan libre y hermoso como Theron?

Sintio que se iba acumulando aquella rabia tan familiar, pero esta vez era diferente. La furia crecia por momentos, se hacia mas real. Sus propias necesidades ya no eran esenciales. La rabia no paraba de aumentar, hasta que lo supero.

Si el no volvia donde Theron, ?quien se ocuparia de el? ?Algun funcionario del Estado que identificaba a los pajaros por su frecuencia de radio? Nunca. Theron tenia una personalidad unica. El jamas permitiria que lo convirtieran en un simple numero, uno de tantos, es decir, en nada. Ahora que al halcon peregrino ya no se le consideraba un ave en peligro de extincion, a nadie le importaba tanto como a el.

Si el se marchaba, ?que les pasaria? ?Quien los vigilaria? ?Quien los seguiria o protegeria?

No, el no pensaba irse. Y ella no podia obligarlo.

Ademas, todavia no habia acabado con la rubia que tenia oculta. No podia marcharse antes de terminar con ella.

?Flas!

Se llevo una mano a la mejilla, mientras el calor del golpe le iba bajando de la cabeza al resto del cuerpo. Se la quedo mirando. Casi habia olvidado que ella estaba frente a el, hablandole.

– ?No has escuchado ni una palabra de lo que te he dicho! ?Joder, no eres mas que un pobre imbecil! Ve a buscar tus cosas. ?Ahora!

– No.

Parecia tranquilo. En realidad, se sentia libre. Y le gustaba ese sabor de su desafio.

– ?Que? -Ella parecia conmocionada. Bien.

– No me voy. Todavia no -dijo, y dio un paso hacia ella. El era quince centimetros mas alto que La Puta, pero nunca se habia sentido tan grande como en ese momento. Se irguio cuan alto era y la miro desde su altura.

Ella empezo por desviar la mirada. Luego dio un paso atras. ?Era miedo lo que se le pintaba en la cara? Si, lo era. El conocia bien esa mirada, pero nunca penso que llegaria el dia en que la viera en ella.

Durante anos, ella lo habia mimado e ignorado. Lo habia amado y odiado, lo habia protegido y tambien herido.

Ahora ya no tenia ningun poder sobre el. Los anos no habian pasado en vano.

Ella miro a derecha e izquierda, pero sonrio. Una sonrisa nerviosa.

Lo habia entendido.

– Carino -dijo, con esa voz melosa suya-. Se razonable.

– No pienso irme hasta que los polluelos rompan el cascaron.

– Pero…

El lanzo un manotazo y le dio en toda la cara. Ella trastabillo y se fue hacia atras.

El no sabia quien estaba mas sorprendido, si el o ella. Jamas le habia levantado la mano. Jamas lo habia pensado seriamente.

Pero ella nunca habia atacado a sus pajaros antes.

El se crecio ante el alcance del miedo de ella. La suerte se habia girado y ahora el poder estaba en sus manos.

– Tu puedes hacer lo que te de la maldita gana -aviso -. Yo no pienso irme.

Capitulo 23

Nick recordaba su primera borrachera. No se trataba de una simple intoxicacion. No, se trataba de una borrachera en toda regla, con el cerebro embotado, con nauseas que le hicieron vomitarlo todo, arrastrandose por el suelo.

Ahora cambiaria con gusto el dolor de cabeza por una resaca de tres dias.

De sus labios resecos escapo un gemido, y el leve ruido empeoro su dolor de cabeza. Sentia los parpados cubiertos y cerrados por la arena y un gran peso que le impedia abrirlos. Con solo pensar en moverlos, redoblaba el dolor.

Sin embargo, estaba vivo. Al menos de eso estaba seguro. Era evidente que si te morias, no podias sentir

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