Capitulo 38
Nueva Orleans 1995
El asesino de Blancanieves habia vuelto a actuar. Santos lo supo a las tres de la madrugada. Veintiseis minutos mas tarde aparcaba su coche frente a la catedral de San Luis. Los primeros agentes de policia ya habian acordonado la zona. La medico forense habia llegado, al igual que el grupo de investigacion de criminologia, una furgoneta del Canal de television y varios periodistas.
Santos espero a que se apartaran los periodistas antes de bajar del coche. Miro a su alrededor. La catedral estaba iluminada como un arbol de navidad. Una pequena multitud se habia reunido en el lugar, compuesta por residentes, noctambulos y personas que trabajaban en la zona. Al menos habia media docena de policias controlando la situacion.
Respiro profundamente. En diez anos en el cuerpo habia visto multitud de situaciones semejantes. No le afectaban demasiado, pero aquello era distinto. Era su caso. Era un asunto personal.
Queria detener a aquel canalla y hacer que pagara por todos sus crimenes. Pero no habia llegado a ninguna parte. Era un individuo muy inteligente y organizado. Todo un depredador.
Cruzo la linea de seguridad. Dos turistas le sacaron una fotografia, cegandolo con el flash.
– Como son estos turistas -comento a un companero-. Sacan fotografias de cualquier cosa.
El agente se encogio de hombros.
– Tal y como estan las cosas en este pais, visitar una ciudad sin sacar una fotografia de un crimen es como no haber estado.
– Si, supongo que tienes razon.
– ?Detective Santos?
Santos se dio la vuelta. Otro agente uniformado se dirigio a el.
– Hola, Grady, ?que tenernos aqui?
– Otro asesinato. Aun no hay confirmacion, pero parece evidente que se trata del mismo tipo. Actua cada cuatro meses.
– Lo se. Sigue.
– Una pareja de turistas borrachos la encontraron. Se tropezaron con el cuerpo.
– Otra vez esos turistas… Al alcalde no va a gustarle nada.
– He oido que esta de camino.
– ?Donde estan esos turistas? Quiero hablar con ellos.
El agente indico a una pareja que se encontraba sentada en un banco de la catedral, tapada con una manta.
– Alli los tienes.
– ?Y el cadaver?
– La dejaron en la misma puerta de la catedral. ?Puedes creerlo? Ya no respetan nada.
Santos asintio y se dirigio al portico. Tal y como habia dicho el agente, el cuerpo se encontraba ante la puerta. A diferencia de otros asesinos, que dejaban a sus victimas en posiciones degradantes, o que sencillamente los mutilaban, aquel se tornaba muchas molestias esteticas. Todos los cuerpos aparecian con las manos cruzadas sobre el pecho, las piernas juntas y los ojos cerrados. Como Blancanieves en su ataud de cristal. Parecian dormidas, o rezando.
Pero estaban muertas.
Santos se inclino sobre el cuerpo. La medico forense, una mujer de mediana edad con pelo canoso, pecas y rostro agradable, lo miro.
– Hola, detective. Parece que nuestro amigo ha estado ocupado.
– Ya lo veo. ?Que tenemos?
– Una mujer blanca, de pelo oscuro, joven, y yo diria que de dieciocho a veinte anos.
– ?Prostituta?
– Lo supongo, si tratamos con el mismo tipo. ?La conoces? Santos nego con la cabeza. Habia estado tres anos en la brigada antivicio del barrio frances, antes de trasladarse a homicidios, pero las prostitutas no duraban demasiado en la calle, sobre todo las jovenes. Por otra parte, el asesino de Blancanieves tenia la extrana costumbre de banar a las victimas despues de matarlas; les arreglaba el pelo, les quitaba las joyas y el maquillaje y las vestia con virginales camisones blancos. Al final, resultaba dificil reconocerlas.
Santos miro a Grady y dijo:
– Hay unas cuantas chicas entre la multitud. Ve a ver si alguna puede reconocerla.
Grady asintio y se alejo.
– ?Causa de la muerte?
– Imagino que la ahogo. No hay senales de pelea, ni una simple herida.
– Parece que ha muerto hace poco tiempo.
– Si. El asesino actuo con rapidez.
– Creo que intenta burlarse de nosotros -opino Santos-. ?Y la manzana?
– Ya la hemos encontrado. Como siempre, tiene dos bocados. Pero a diferencia de las otras victimas, no he encontrado residuos en sus dientes. Fijate en esto.
El forense destapo el cadaver y senalo sus manos. Empezaban a mostrar los rasgos del rigor mortis, pero Santos pudo ver con claridad que en sus palmas habia dos cruces, grabadas a fuego. Lo mismo de siempre. Por suerte, habian mantenido en secreto aquel detalle. La prensa no lo sabia.
– ?Es posible que se trate de un asesino distinto?
– No, pero ya veremos que dicen las pruebas.
– Bueno, te llamare manana -se despidio Santos.
– De acuerdo, pero llama tarde -dijo la mujer-. Tengo otros cadaveres.
Santos no dijo nada. Ya estaba pensando en los turistas y en las preguntas que haria.
Horas mas tarde, Santos se detuvo frente a un restaurante de aspecto elegante. Se quito la chaqueta y se aflojo la corbata. El sol de la tarde, bastante calido para ser marzo, golpeaba con fuerza el barrio frances. Estaba cansado, tenia calor y se sentia frustrado. Habia pasado cuatro horas trabajando en la calle, visitando establecimientos de todo tipo, ensenando fotografias de la ultima victima en la espera de que alguien pudiera reconocerla.
Pero no habia conseguido nada.
Y ahora se veia obligado a entrar en El jardin de las delicias terrenales. Su companero se la habia vuelto a jugar.
Santos entro en el restaurante, un tipico lugar para ejecutivas con dinero. Miro a su alrededor buscando a su companero y amigo. No resulto muy dificil. Ademas del encargado, era el unico hombre. Por si fuera poco se trataba de un hombre bastante alto, calvo y tan negro como el carbon. Santos se sento en su mesa y dijo:
– Odio este lugar.
Jackson rio.
– Es nuevo. He oido que es bastante bueno.
– Tal vez lo sea para Helga la horrible.
– Cuida tus palabras, companero -entrecerro los ojos-. Estas hablando de mi esposa.
– Es una buena mujer. Pero con un gusto horrible en lo relativo a los restaurantes.
– Pierdete.
Santos rio y tomo el menu.
– Espero que tengan algo que no sea comida para conejos.
Santos y Andrew Jackson no se parecian en nada. Jackson era un hombre casado y con hijos, todo un hombre de familia. En su trabajo actuaba de forma practica y fria, cuidando todos los detalles. Era un policia excelente, que olvidaba sus casos por completo cuando terminaba su turno.