pequenos pasos que das para llegar a algun sitio. La estrategia son los pasos que das cuando ya no hay ningun lugar al que ir.
Sheere alzo la vista y sonrio a Ben. -?Juegas al ajedrez, Ben? -pregunto Sheere. Ben no respondio.
– Ben deplora el ajedrez -explico Ian-. Segun el, es la segunda forma mas inutil de desperdiciar la inteligencia humana.
– ?Y cual es la primera? -pregunto Sheere, divertida.
– La filosofia -respondio Ben desde su atalaya.
– Ben dixit -sentencio Ian-. ?Por que no bajas ya, Ben? Los demas deben de estar al llegar.
– Esperare -dijo Ben, regresando a su lugar entre las nubes.
Ben no descendio hasta media hora mas tarde, cuando Ian estaba enfrascado en la explicacion del salto del caballo y Roshan y Siraj aparecieron por el umbral del patio del Palacio de la Medianoche. Poco despues, Seth y Michael hicieron lo propio y todos se reunieron en circulo a la lumbre de una pequena hoguera que improviso Ian con los ultimos restos de lena seca que guardaban en una nave cubierta y protegida de las lluvias en la parte trasera del Palacio. Los rostros de los siete muchachos adquirieron un tinte cobrizo al fuego mientras Ben pasaba una botella con agua que, si no estaba fresca, al menos no era portadora de fiebres letales.
– ?No esperamos a Isobel? -pregunto Siraj, visiblemente inquieto por la ausencia del objeto de su encandilamiento unidireccional.
– Tal vez no venga -dijo Ian.
Todos le miraron al unisono, perplejos. Ian explico sucintamente su conversacion con Isobel aquella misma tarde y comprobo que los rostros de sus amigos se iban ensombreciendo. Cuando hubo finalizado, les recordo que Isobel habia indicado que, con o sin su presencia, debian poner en comun sus averiguaciones y paso a ofrecer el primer turno a quien deseara hacer uso de el.
– Esta bien -dijo Siraj nervioso-. Explicare lo que nosotros hemos averiguado y un segundo despues saldre a buscar a Isobel. Solo a esa cabezota se le podria ocurrir salir de excursion nocturna esta noche, sola y sin decir a donde iba. -?Como has podido dejarla, Ian? Roshan salio en ayuda de Ian y coloco su mano sobre el hombro de Siraj. No se discute con Isobel -recordo Roshan-. Se escucha. Explica lo del jeroglifico y luego nos vamos los dos a por ella.
– ?Jeroglifico? -pregunto Sheere. Roshan asintio. -Hemos encontrado la casa, Sheere- explico Siraj-. Mejor dicho, sabemos donde esta
El rostro de Sheere se ilumino subitamente y su corazon empezo a latir con fuerza. Los muchachos se acercaron al fuego y Siraj extrajo una hoja de papel en la que aparecian copiados unos versos en la inconfundible caligrafia del endeble muchacho.
– ?Y eso? -pregunto Seth.
– Un poema -repuso Siraj.
– Leelo -Indico Roshan.
Los siete muchachos guardaron silencio tras la lectura del poema y por un segundo solo el sonido del fuego y la voz lejana de la ciudad silbaron en el viento.
– Conozco esos versos -murmuro Sheere-. Pertenecen a uno de los libros de mi padre. Vienen al final de mi cuento favorito, la historia de las lagrimas de Shiva.
– Exacto -corroboro Siraj-. Hemos pasado la tarde entera en el Instituto Bengali de Industria. Es un edificio increible, casi en ruinas, que apila pisos y pisos de archivos y salas enterradas en polvo y basura. Habia ratas y estoy seguro de que si fuesemos de noche podriamos averiguar que algo, se esconde…
– Cinamonos a lo esencial, Siraj -corto Ben-. Por favor.
– De acuerdo -convino Siraj dejando para otro momento su entusiasmo por el misterioso lugar-. En esencia, tras horas de investigacion (que no voy a contar, visto el clima), hemos dado con un legajo de documentos que pertenecio a tu padre y que estaba bajo la custodia del Instituto desde 1916, fecha del accidente de Jheeter’s Gate. Entre ellos habia un libro autografiado por el y, aunque no nos han permitido llevarnoslo, si hemos podido examinarlo. Y hemos tenido suerte.
– No veo en que -objeto Ben. -Tu deberias ser quien antes lo viese. Junto al poe-ma, alguien, supongo que el padre de Sheere, habia dibujado a pluma una casa -replico Siraj con una sonrisa misteriosa mientras le tendia el papel con el poema-.
Ben examino los versos y se encogio de hombros.
– No veo mas que palabras -dijo finalmente.
– Estas perdiendo facultades, Ben. Lastima que Isobel no este aqui para verlo -bromeo Siraj-. Lee de nuevo. Con atencion.
Ben siguio las instrucciones y fruncio el ceno. -Me rindo. Estos versos no tienen cuadratura o estructura aparente. Es solo prosa cortada a capricho.
– Exacto -corroboro Siraj. ?Y cual es la norma de ese capricho? Dicho de otro modo, ?Por que corta los versos en el punto en que lo hace si podria elegir cualquier otro?
– ?Para separar palabras? -aventuro Sheere. -O para unirlas… -murmuro Ben para si.
– Toma la primera palabra de cada verso y construye una frase -Indico Roshan.
Ben observo de nuevo el poema y miro a sus companeros.
– Lee -Indico Siraj- solo la primera palabra.
– «La casa a la sombra de la torre del gran bazar»-leyo Ben.
– Existen por lo menos seis bazares solo en el Norte de Calcuta -Indico Ian.
– ?Cuantos de ellos tienen una torre capaz de proyectar una sombra que llegue hasta las casas edificadas alrededor? -pregunto Siraj.
– No lo se -respondio Ian. -Yo si -repuso Siraj-. Dos: el Syambazaar y el Machuabazaar, al Norte de la ciudad negra.
– Aun asi -Indico Ben-, la sombra que una torre puede dibujar durante un dia se esparciria a lo largo de un abanico de un minimo de 180 grados, cambiando a cada minuto. Esa casa podria estar en cualquier lugar del Norte de Calcuta, que es lo mismo que decir en cualquier lugar de la India.
– Un momento -interrumpio Sheere-. El poema habla del crepusculo. Dice textualmente «La ciudad que amo vive al crepusculo».
– ?Habeis comprobado eso? -pregunto Ben. -Por supuesto -respondio Roshan-. Siraj fue al Syambazaar y yo, al Machuabazaar, unos minutos antes de que se pusiera el Sol.
– ?Y bien? -apremiaron todos.
– La sombra de la torre del Machuabazaar se pierde en un antiguo almacen abandonado -explico Siraj.
– ?Roshan? -pregunto Ian.
El muchacho sonrio, tomo un palo a medio quemar de la hoguera y trazo la silueta de una torre sobre los restos de ceniza.
– Como la aguja de un reloj, la sombra de la torre del Syambazaar acaba a las puertas de una amplia verja metalica tras la que hay un espeso patio de palmeras y maleza. Sobre las copas de las palmeras pude entrever la atalaya de una casa.
– ?Eso es fantastico! -exclamo Sheere.
Ben, sin embargo, no dejo de advertir la expresion inquieta que parecia haberse apoderado del rostro de Roshan.
– ?Cual es el problema, Roshan? -pregunto Ben
Roshan nego lentamente y se encogio de hombros.