– Tratemos de poner algo de orden -sugirio Ben-. Tenemos por un lado a un brillante ingeniero que rechaza repetidamente generosas ofertas del gobierno britanico para trabajar a su servicio en obras publicas, debido a su manifiesto odio hacia el dominio colonial. Hasta ahi todo tiene sentido. Pero de pronto aparece este misterioso coronel y lo involucra en una operacion que, a todas luces, deberia haberle revuelto las entranas de asco: un arma secreta, un experimento para reprimir multitudes. Y el acepta. No encaja. A menos…
– A menos que el tal Hewelyn poseyera un poder persuasivo fuera de lo comun -completo Ian.
Sheere alzo las manos en senal de protesta.
– Es imposible que mi padre aceptase participar en un proyecto militar de ninguna clase. Ni al servicio de los britanicos ni al servicio de los bengalies. Mi padre detestaba a los militares y los consideraba meros matones a sueldo de gobiernos corruptos. Nunca hubiese prestado su talento a algo dirigido a matar en masa a su propia gente.
Seth la observo en silencio y calibro cuidadosamente sus palabras.
– Sin embargo, Sheere, hay documentos que acreditan que de algun modo participo -dijo Seth.
– Debe de haber otra explicacion -replico Sheere-. Mi padre construia cosas y escribia libros, no era un asesino de inocentes.
– Idealismos aparte, seguro que hay otra explicacion -matizo Ben- y eso es lo que estamos intentando encontrar. Volvamos al tema de los poderes persuasivos de Hewelyn. ?Que podria haber hecho el para obligar al ingeniero a colaborar?
– Probablemente su fuerza no estaba en lo que podia hacer -explico Seth, sino en lo que podia dejar de hacer.
– No comprendo -dijo Ian. -Esta es mi teoria -expuso Seth-. En todo el historial del ingeniero no hemos encontrado una sola mencion a Jawahal, su amigo de juventud, excepto en una carta del coronel Hewelyn dirigida al ingeniero Chandra y sellada en noviembre de 1911. En ella nuestro amigo el coronel anade una posdata en la que sucintamente sugiere que, si Chandra declina la invitacion a participar en el proyecto, se vera obligado a ofrecerle el puesto a su viejo amigo Jawahal. Lo que yo pienso es lo siguiente: el ingeniero habia conseguido ocultar su relacion de juventud con Jawahal, ahora encarcelado, y desarrollar su carrera sin que nadie supiese del encubrimiento que el le habia ofrecido. Pero supongamos que el tal Hewelyn se hubiera encontrado con Jawahal en la prision y este le hubiese revelado la verdadera naturaleza de su relacion. Esto le pondria en una excelente situacion para chantajearle y obligarle a colaborar.
– ?Como sabemos que Hewelyn y Jawahal se conocian? -cuestiono Ian.
– Es solamente una suposicion, pero no muy aventurada -sugirio Seth-. Sir Arthur Hewelyn, coronel del ejercito britanico, decide recabar la ayuda de un brillante ingeniero. Este se niega. Hewelyn le investiga y descubre un turbio juicio en el pasado que le involucra. Decide ir a visitar a Jawahal y este le explica lo que desea oir. Es sencillo.
– No puedo creerlo -dijo Sheere.
– A veces la verdad es lo mas dificil de creer. Recuerda lo que dijo Aryami -comento Ben-. Pero no nos precipitemos. ?Sigue De Rozio investigando el tema?
– En este mismo momento si -replico Seth-. La cantidad de papeles es tal que se necesitaria un ejercito de ratas de biblioteca para sacar algo en claro.
– Os habeis defendido bastante bien -ofrecio Ian.
– No esperabamos menos -Indico Ben-. Volved con el bibliotecario y no lo perdais de vista ni un segundo. Hay algo en todo esto que se nos escapa.
– ?Que vais a hacer vosotros? -pregunto Michael conociendo la respuesta de antemano.
– Iremos a la casa del ingeniero -repuso Ben-. Tal vez lo que buscamos este alli.
– Tal vez haya otra cosa… -apunto Michael. Ben sonrio. -Como dije, correremos el riesgo.
Sheere, Ian y Ben llegaron al pie de la verja que custodiaba la casa del ingeniero Chandra Chatterghee poco antes de la medianoche. Mirando hacia el Este, la silueta angulosa de la estrecha torre del Syambazaar se recortaba en la esfera de la Luna y proyectaba su sombra dibujando una aguja negra y afilada hacia el insondable jardin de palmeras y arbustos salvajes que ocultaba aquella enigmatica estructura.
Ben se apoyo sobre las lanzas metalicas que tejian la verja y examino las puntas afiladas y amenazadoras.
– Habra que saltar -comento-. Y no parece facil.
– No sera necesario -dijo Sheere junto a el-. Nuestro padre describio cada milimetro de esta casa en su libro antes de construirla y yo he pasado anos memorizando cada rincon de ella. Si lo que escribio es cierto, y no tengo duda alguna al respecto, tras esos arbustos hay una pequena laguna y, mas alla, se alza la casa.
?Y que me dices de estas lanzas? Inquirio Ben-. ?Hablaba tambien de ellas? No quisiera acabar la noche con un zurcido.
– Hay otro modo de entrar en esta casa sin necesidad de salvar esta verja -dijo Sheere.
– ?A que estamos esperando? -preguntaron Ian y Ben al mismo tiempo.
Sheere los condujo a traves de un estrecho callejon, apenas una brecha entre la verja de la casa y los muros de un edificio de aspecto colindante, hasta una abertura circular que parecia servir de desague o colector principal de las tuberias de la casa. Un hedor agrio y mordiente exhalaba del interior.
– ?Por ahi? -pregunto Ben. incredulo.
– ?Que esperabas? -espeto Sheere-. ?Alfombras persas?
Ben oteo el interior del tunel de alcantarillado y lo olfateo de nuevo.
– Divino -concluyo dirigiendose a Sheere-. Tu primero.
El pajaro de fuego
La boca del tunel emergia al aire libre bajo la arcada de un pequeno puente de madera, tendido sobre la laguna que se extendia formando un oscuro manto de terciopelo frente a la casa del ingeniero Chandra Chatterghee. Sheere condujo a los dos muchachos a traves de una angosta orilla arcillosa que cedia bajo sus pies hasta el extremo del estanque y se detuvo a contemplar el edificio con el que habia sonado durante toda su vida. Aquella noche podia verlo con sus propios ojos por primera vez bajo la boveda de estrellas y nubes en transito que dibujaban una fuga al infinito. Ian y Ben se unieron a ella en silencio.
La construccion era un edificio de dos plantas flanqueado por dos torres que se alzaban a cada extremo. Su fisonomia fundia rasgos de varios estilos arquitectonicos, desde los perfiles eduardinos a las extravagancias paladinescas y las siluetas que se dirian prestadas de un castillo perdido en los montes de Baviera. El conjunto, sin embargo conservaba una serena elegancia que desafiaba la mirada critica del observador. La casa parecia proyectar un embrujo seductor que, tras la primera impresion de perplejidad, sugeria que aquella imposible disparidad de estilos y trazos habia sido concebida para que conviviesen en armonia.
Oculta en la densa jungla de vegetacion salvaje que la camuflaba en el corazon de la ciudad negra, la morada del ingeniero ofrecia un solido aspecto palaciego y se erguia alti-va frente a la laguna, como un gran cisne negro contemplando su reflejo en un estanque de obsidiana.
– ?Es asi como la describio tu padre? -pregunto Ian.
Sheere asintio, maravillada, y se dirigio hacia el umbral de los escalones que ascendian hasta la puerta de la casa. Ben e Ian la observaron con reservas, preguntandose como pensaba entrar en aquella fortaleza. Sheere, por su parte, parecia desenvolverse en aquel enigmatico entorno como si hubiera sido su morada desde la infancia. La naturalidad con que rodeaba obstaculos que aparecian velados por el manto de la noche inspiraba en los dos muchachos una extrana sensacion de saberse intrusos, invitados accidentales al encuentro entre Sheere y el sueno que habia alimentado en sus anos nomadas. Al contemplarla ascender aquellos peldanos, Ben e Ian comprendieron que a-quel lugar desierto y envuelto en un halo fantasmal era el unico y verdadero hogar que la muchacha habia tenido.
?Vais a quedaros ahi toda la noche? -pregunto Sheere desde lo alto de la escalinata.
– Nos estabamos preguntando por donde ibamos a entrar -apunto Ben e Ian asintio suscribiendo la duda de su amigo.
– Yo tengo la llave -dijo la muchacha.