– ?La llave? -pregunto Ben-. ?Donde?

– Aqui -respondio Sheere senalando su cabeza con el dedo indice. Las cerraduras de esta casa no pueden abrirse con una llave convencional. Existe una clave.

Ben e Ian se aproximaron, intrigados. Al llegar a la puerta, ambos pudieron compro-bar que en el centro se encontraba una serie de cuatro ruedas superpuestas sobre un eje, de mayor a menor diametro a medida que se encontraban mas alejadas de la superficie. En el perimetro de las ruedas se podian distinguir diferentes signos labrados sobre el metal, igual que las horas en la esfera de un reloj.

– ?Que significan esos simbolos? -pregunto Ian tratando de desvelarlos en la pe-numbra.

Ben extrajo un fosforo de la caja de cerillas que siempre llevaba encima como medida de precaucion y lo prendio frente a las ruedas dentadas del mecanismo de cerradura. El metal brillo a los ojos de los tres muchachos.

– ?Alfabetos! -afirmo Ben-. Cada rueda tiene un alfabeto grabado. Griego, latino, arabigo y sanscrito.

– Fabuloso -suspiro Ian-. Esto sera pan comido…

– No desespereis -intervino Sheere-. La clave es sencilla. Basta componer una palabra de cuatro letras con los diferentes alfabetos.

Ben la observo detenidamente.

– ?Cual es esa palabra?

– Dido -respondio la muchacha.

– ?Dido? -pregunto Ian-?Que significado tiene?

– Es el nombre de una reina de la mitologia fenicia -explico Ben.

Sheere asintio e Ian sintio celos del brillo que parecia fluir entre las miradas de ambos hermanos.

– Sigo sin entenderlo -objeto Ian-. ?Que pintan los fenicios en Calcuta?

– La reina Dido se lanzo a una pira funeraria ardiente para apaciguar la ira de los dioses, en Cartago -explico Sheere-. Es el poder purificador del fuego… Tambien los egipcios tenian su mito, el ave fenix.

– El mito del pajaro de fuego -anadio Ben. -?No es ese el nombre del proyecto mi-litar del que hablaba Seth? -pregunto Ian.

Ben asintio. -Este asunto me esta empezando a poner los pelos de punta -afirmo Ian-. ?No pensareis en serio entrar ahi dentro? ?Que vamos a hacer ahora?

Ben y Sheere intercambiaron una mirada decidida. -Muy simple -contesto Ben-. Vamos a abrir esta puerta.

Los parpados del orondo bibliotecario Mr. De Rozio empezaban a tener la consistencia de losas de marmol ante los cientos de documentos que le rodeaban. El oceano de palabras y cifras que habia rescatado de los archivos del ingeniero Chandra Chatterghee habia emprendido una sinuosa danza caprichosa que parecia susurrarle una irresistible cancion de cuna.

– Chicos, creo que habria que dejarlo hasta manana por la manana -empezo Mr. De Rozio.

Seth, que habia estado temiendo ese anuncio durante largo rato, afloro en el acto de entre el maremagnum de carpetas y exhibio una sonrisa sacramental.

– ?Dejarlo ahora, Mr. De Rozio? -objeto amablemente Seth-.?Imposible! No podemos abandonar ahora.

– Es solo cuestion de segundos el que me desplome sobre la mesa hijo, replico De Rozio-. Y Shiva, en su infinita bondad, me ha otorgado un peso que, en la ultima com-probacion efectuada el pasado mes de febrero, oscilaba entre las 250 y 260 libras. ?Sabes lo que es eso?

Seth sonrio jovialmente. -Unos 120 kilogramos -calculo. -Exacto confirmo De Rozio-. ?Has intentado mover alguna vez a un adulto de 120 kilos, hijo?

Seth medito la cuestion.

– No tengo constancia de ello en este momento. Sin embargo…

– ?Un momento! -exclamo Michael desde algun punto invisible de la sala atestada de carpesanos, cajas y pilas de papel amarillento-. ?He encontrado algo!

– Espero que sea una almohada -protesto De Rozio, incorporando su imponente masa con fastidio.

Michael aparecio tras una columna de estanterias polvorientas portando una caja repleta de pliegos de papel y sellos timbrados que el tiempo habia descolorido sin piedad. Seth alzo las cejas y rogo por que el hallazgo valiese la pena.

– Creo que es el sumario de un juicio por una serie de asesinatos -dijo Michael-. Estaba bajo un pliego de citaciones a nombre del ingeniero Chandra Chatterghee.

– ?El juicio a Jawahal? -salto Seth visiblemente excitado.

– Dejame ver -ordeno De Rozio-.

Michael deposito la caja sobre el escritorio del bibliotecario. Una nube de polvo amarillento inundo el cono de luz dorada que proyectaba la lamparilla electrica. Los grue-sos dedos del bibliotecario repasaron cuidadosamente los documentos, mientras sus ojos diminutos escrutaban su contenido. Seth observo el rostro del bibliotecario con el corazon encogido a la espera de alguna palabra o signo clarificador. De Rozio se detuvo en una hoja que parecia llevar diversos sellos y la acerco a la luz.

– Vaya, vaya -murmuro el bibliotecario para si.

– ?Que es, senor? -suplico Seth-. ?Que ha encontrado?

De Rozio alzo la mirada y blandio una amplia sonrisa felina.

– Tengo en mis manos un documento firmado por el Coronel Sir Arthur Hewelyn. En el, alegando razones de estado mayor y secreto militar, ordena sobreseer el procedimiento judicial N? 089861 /A de la sala cuarta del Tribunal Mayor de justicia de la ciudad de Calcuta, en el que se inculpa al ciudadano Lahawaj Chandra ingeniero, de presunta implicacion, encubrimiento y/o ocultamiento de pruebas en una investigacion de asesinato, y trasladarlo a la corte suprema de justicia militar del ejercito de Su Majestad quedando anuladas todas las resoluciones previas asi como las pruebas aportadas por la defensa y el ministerio fiscal en la vista. Fecha: 14 de septiembre de 1911.

Michael y Seth contemplaron, atonitos a Mr. De Rozio, sin acertar a pronunciar palabra.

– Bien, hijos -concluyo De Rozio-, ?Quien de vosotros sabe hacer cafe? Esta puede ser una noche muy larga…

La cerradura de las cuatro ruedas de alfabeto emitio un crujido casi inaudible y, tras unos segundos, la masa ferrea de la puerta se abrio lentamente en dos laminas, dejando escapar con una exhalacion el aire que habia permanecido atrapado en el interior de la casa durante anos.

Ian palidecio en la sombra. -Se ha abierto -susurro tembloroso-.

– Siempre el gran observador -comento Ben-.

– No es momento para bromas -replico Ian-. No sabemos lo que hay ahi dentro.

Ben extrajo su caja de fosforos y la agito en el aire haciendolos sonar.

– Eso es solo una cuestion de tiempo -afirmo-. ?Quieres ser el primero en entrar?

Ian le ofrecio una sonrisa recalcitrante. -Te cedo los honores replico.

– Yo ire primero -dijo Sheere, adentrandose en la casa sin esperar la respuesta de los dos amigos.

Ben se apresuro a prender otro fosforo y seguir sus pasos. Ian echo un ultimo vistazo al cielo nocturno, como si temiese que aquella fuese su ultima oportunidad para contemplarlo, y tras inspirar profundamente, se sumergio en el interior de la casa del ingeniero. Un instante despues, la puerta se cerro a sus espaldas con la misma suavidad y precision con que les habia franqueado el paso.

Los tres muchachos se detuvieron el uno junto al otro y Ben alzo la cerilla en alto. Ante sus ojos se desplego un impresionante espectaculo que excedia las ensonaciones que ninguno de ellos habia albergado respecto a aquel lugar.

Se encontraban en una sala sostenida por gruesas columnas bizantinas y coronada por una boveda concava cubierta por un fresco monumental. En el se podian apreciar cientos de figuras de la mitologia hindu formando una interminable cronica en imagenes que constituian circulos concentricos alrededor de una figura central esculpida en relieve sobre la pintura: la diosa Kali.

Las paredes de la sala estaban formadas por estantes atestados de libros que dibujaban dos semicirculos de mas de tres metros de altura. El suelo estaba cubierto por un mosaico de brillantes esmaltes negros y puntas de cristal de roca, lo que conseguia crear la ilusion de un firmamento de constelaciones y estrellas. Ian observo

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