cuchillos de caza. La figura se solidifico al instante y la arcilla seca desprendio una cortina de vaho. Michael se incorporo y escucho que la estructura de lodo crujia, mientras cientos de grietas se extendian sobre ella. Las fisuras del rostro se expandieron lentamente y los ojos de fuego de Jawahal se encendieron sobre el. La arcilla seca se desplomo en un mosaico de infinitas piezas. Jawahal asio a Michael por la garganta y acerco al muchacho a su rostro.

– ?Eres tu el dibujante? -pregunto Jawahal alzando a Michael en el aire.

El asintio.

– Bien -dijo Jawahal-. Tienes suerte, hijo. Hoy veras cosas que mantendran tu lapiz ocupado durante el resto de tu vida. Suponiendo, claro esta, que vivas para dibujarlas.

Roshan corrio hacia la puerta de salida sintiendo el latigazo de la adrenalina por sus venas como un reguero de gasolina encendida. Cuando apenas le separaban dos metros de la via de escape, salto y cayo de bruces sobre la superficie nitida y libre de barro de la galeria de distribucion. Al incorporarse, su primer impulso fue el de seguir corriendo hasta que su corazon se deshiciese en mantequilla. El instinto adquirido en sus anos previos a ingresar en el St. Patricks como ladronzuelo callejero en la jungla de Calcuta no se habia extinguido.

Sin embargo, algo le detuvo. Habia perdido el rastro de Michael cuando ambos se habian separado en el interior del subnivel y ahora ni siquiera escuchaba los gritos de su amigo corriendo desesperadamente por su vida. Roshan ignoro las advertencias que proferia su sentido comun y se acerco de nuevo hasta la entrada del subnivel. No habia senal de Michael ni de la criatura que los habia perseguido. Roshan sintio algo parecido al impacto de un puno de acero en el estomago al comprender que su perseguidor habia ido tras Michael y que, gracias a eso, el estaba ahora sano y salvo. Se asomo al interior y trato de encontrar de nuevo a su amigo.

– ?Michael! -grito con fuerza. Sus palabras se perdieron sin respuesta. Roshan suspiro abatido mientras se preguntaba cual seria su siguiente paso: ir a buscar a los demas y abandonar a Michael en aquel lugar o entrar a por el. Ninguna de las alternativas parecia ofrecer grandes visos de exito, pero alguien habia decidido ya por el. Dos largos brazos de lodo emergieron de la puerta a ras de suelo, dos proyectiles dirigidos a sus pies. Las garras se cerraron sobre sus tobillos. Roshan intento liberarse de la presa pero los dos brazos tiraron de el con fuerza, derribandole y arrastrandole de nuevo al interior del subnivel como un nino haria con un juguete roto.

De los cinco muchachos que habian prometido reunirse bajo el reloj en media hora, el unico en acudir a la cita fue Ian. Nunca la estacion le habia parecido tan desierta como en aquel momento. La angustia que le producia la incertidumbre del destino de Seth y de sus amigos le asfixiaba sin remedio. Aislado en aquel lugar fantasmal no era dificil imaginar que el era el unico que todavia no habia caido en las garras de su siniestro anfitrion.

Ian escruto nerviosamente la estacion desolada en todas direcciones, preguntandose que debia hacer: esperar alli inmovil o ir en busca de ayuda en mitad de la noche. La llovizna que se filtraba empezaba a formar pequenas goteras que caian desde alturas insondables. Ian tuvo que hacer una llamada a la serenidad para apartar de su mente la idea de que aquellas gotas que se estrellaban sobre los railes no eran sino la sangre de su amigo Seth, balanceandose en la oscuridad.

Por enesima vez, alzo la vista hacia la boveda con la vana esperanza de adivinar algun indicio del paradero de Seth. Las agujas del reloj mostraban su sonrisa flaccida y las gotas de la lluvia se deslizaban lentamente sobre la esfera formando canalillos brillantes entre las cifras en relieve. Ian suspiro. Sus nervios empezaban a traicionarle y supuso que, si no obtenia un signo inmediato de la presencia de sus amigos, se internaria el mismo en la red subterranea tras los pasos de Ben. No se le antojaba una idea particularmente inteligente, pero la baraja de alternativas estaba mas desprovista de ases que nunca. Fue entonces cuando escucho el chasquido de algo acercandose desde la boca de uno de los tuneles y respiro aliviado, al comprobar que no estaba solo.

Se aproximo al extremo del anden y observo la forma incierta que afloraba bajo el dintel del tunel. Un incomodo cosquilleo le recorrio la nuca. Una vagoneta se acercaba lentamente, impulsada por la inercia. Sobre ella se distinguia una silla y en ella, inmovil, una silueta con la cabeza oculta en una capucha negra. Ian trago saliva. La vagoneta desfilo lentamente frente a el hasta detenerse completamente. Permanecio clavado en el suelo contemplando la figura paralizada y se sorprendio dando voz temblorosa a la sospecha que albergaba en su corazon.

– ?Seth? -gimio. La figura sobre la silla no movio un musculo.

Ian se acerco hasta el extremo de la vagoneta y salto al interior. No habia senal de movimiento alguno en su ocupante. Recorrio con lentitud agonica la distancia que le separaba de el hasta detenerse a unos centimetros de la silla.

– ?Seth? -murmuro de nuevo.

Un extrano sonido emergio bajo la capucha, similar a un rechinar de dientes. Ian sintio que el estomago se le encogia hasta el tamano de una pelota de criquet. El sonido amortiguado se repitio de nuevo. Asio la capucha entre sus manos y conto mentalmente hasta tres. Cerro los ojos y arranco la capucha.

Cuando los abrio de nuevo, un rostro sonriente e histrionico le observaba con una mirada desorbitada. La capucha se le cayo de las manos. Era un muneco de rostro blanco como la porcelana y dos grandes rombos negros pintados sobre los ojos cuyo vertice inferior descendia por las mejillas en una lagrima de alquitran.

El muneco rechino los dientes mecanicamente. Ian examino la grotesca figura de aquel arlequin de feria ambulante y trato de dilucidar que se ocultaba tras aquella excentrica maniobra. Con cautela, alargo su mano hasta el rostro de la figura y trato de examinarla en busca del mecanismo que parecia sustentar su movimiento.

Con celeridad felina, el brazo derecho del automata cayo sobre el suyo y, antes de que pudiera reaccionar, lan comprobo que su muneca izquierda estaba presa de la anilla de unas esposas. La otra anilla rodeaba el brazo del muneco. Ian tiro con fuerza, pero el muneco estaba asido a la vagoneta y se limito a rechinar sus dientes de nuevo. Forcejeo desesperadamente y, cuando comprendio que no se libraria de aquella atadura por si solo, la vagoneta ya habia empezado a moverse; esta vez, sin embargo, de vuelta a la oscura boca del tunel.

Ben se detuvo en una interseccion entre dos tuneles y por un segundo estimo la posibilidad de que tal vez habia cruzado dos veces por el mismo sitio. Desde el momento en que se habia adentrado en los tuneles de Jheeter's Gate, aquella estaba empezando a resultar una sensacion recurrente e intranquilizadora. Extrajo uno de los fosforos que economizaba con criterio espartano y lo encendio aranando suavemente la pared con la punta. La debil penumbra a su alrededor se tino con la calida luz de la lumbre. Ben examino la union del tunel surcado por los railes y el amplio respiradero que lo atravesaba perpendicularmente.

Una bocanada de aire polvoriento apago la llama del fosforo y Ben regreso a aquel mundo de penumbras en el que, por mucho que caminase en una u otra direccion, nunca parecia llegar a ninguna parte. Empezaba a sospechar que tal vez se habia extraviado y que, si persistia en adentrarse mas en aquel complejo mundo subterraneo, podia llegar a tardar horas, o dias, en salir. El sentido comun le aconsejaba con prudencia rehacer sus pasos y volver en direccion a la seccion principal de la estacion. Por mas que trataba de visualizar mentalmente el laberinto de tuneles y el enrevesado sistema de ventilacion e intercomunicacion entre las galerias adyacentes, no conseguia eludir la absurda sospecha de que aquel lugar se movia a su alrededor; ensamblar en la oscuridad nuevos caminos solo le conduciria al punto de partida.

Resuelto a no dejarse aturdir por la confusa red de galerias, dio la vuelta y apreto el paso, preguntandose si ya se habria cumplido el plazo de tiempo que habian acordado para reunirse de nuevo bajo el reloj de la estacion. Mientras deambulaba por los interminables conductos de Jheeter's Gate, imagino que tal vez existia una extrana ley fisica que demostraba que, en la ausencia de luz, el tiempo corria mas aprisa.

Ben empezaba a tener la sensacion de haber recorrido millas enteras en la oscuridad cuando la diafana claridad que emanaba del espacio abierto bajo la gran cupula de Jheeter's Gate se insinuo al limite de la galeria. Respiro aliviado y corrio hacia la luz con la certeza de haber escapado de la pesadilla del laberinto tras un interminable peregrinaje.

Pero cuando rebaso finalmente la boca del tunel y enfilo el estrecho canal que se prolongaba entre los dos andenes colindantes, su inyeccion de optimismo se le revelo fugaz y pronto una nueva sombra de inquietud se abatio sobre el. La estacion aparecia desolada y no habia rastro alguno de los restantes miembros de la Chowbar Society.

Se aupo de un salto hasta el anden y recorrio la cincuentena escasa de metros que le separaban de la torre del reloj con la sola compania del eco de sus propios pasos y el ru-mor amenazador de la tormenta electrica. Rodeo la torre y se detuvo al pie de la gran esfe-ra, con sus agujas deformadas. No necesitaba reloj para intuir

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