mecanica huida de la diabolica imaginacion de Jawahal. Le basto con aproximarse para reconocer el tren que habia creido ver atravesar los muros del orfanato noches atras, envuelto en llamas y transportando en su interior las almas atrapadas de cientos de ninos que pugnaban por escapar de aquel infierno perpetuo. El tren yacia ahora inerte y oscuro, sin ofrecer indicio alguno que le permitiese suponer que sus companeros pudieran estar en su interior.

Una corazonada, sin embargo, le llevaba a creer lo contrario. Dejo atras la locomotora y recorrio lentamente el convoy de vagones en busca de sus amigos.

A medio camino, se detuvo a mirar a su espalda y comprobo que la cabeza del tren se habia perdido ya en las sombras. Al disponerse a reanudar la marcha, advirtio que un rostro palido y mortecino le observaba desde una de las ventanas del vagon mas proximo.

Ben giro la cabeza bruscamente y sintio que el corazon le daba un vuelco. Un nino de no mas de siete anos le observaba atentamente, sus profundos ojos negros clavados en el. Trago saliva y avanzo un paso en su direccion. El nino abrio los labios y las llamas asomaron entre ellos y prendieron su imagen como una hoja de papel seco que se deshizo ante sus ojos. Ben sintio un frio glacial en la base de la nuca y continuo caminando, ignorando el espeluznante murmullo de voces que parecia provenir de algun lugar oculto en las entranas del tren.

Finalmente, cuando alcanzo el vagon de cola del convoy, se acerco a la puerta de entrada y empujo la manija. La lumbre de cientos de velas ardia en el interior del vagon. Ben se adentro y los rostros de Isobel, lan, Seth, Michael, Siraj y Roshan se iluminaron de esperanza. Ben suspiro de alivio.

– Ahora ya estamos todos. Tal vez podamos empezar a jugar -dijo una voz familiar junto a el.

Ben se giro lentamente, los brazos de Jawahal rodeaban a su hermana Sheere. La puerta del vagon se sello como una compuerta acorazada y Jawahal solto a Sheere. La muchacha corrio hasta Ben y el la abrazo.

– ?Estas bien? -pregunto Ben.

– Por supuesto que esta bien -objeto Jawahal.

– ?Estais todos bien? -pregunto Ben a los miembros de la Chowbar Society, que permanecian atados en el suelo, ignorando a Jawahal.

– Perfectamente -confirmo Ian. Ambos intercambiaron una mirada que explicaba mas que mil palabras. Ben asintio.

– Si alguno luce un rasguno -aclaro Jawahal- se lo ha infligido su propia torpeza.

Ben se volvio a Jawahal y aparto a Sheere a un lado.

– Diga lo que quiere claramente. Jawahal mostro una mueca de extraneza.

– ?Nervioso, Ben, o con prisa por acabar? Yo he esperado dieciseis anos este momento y puedo esperar un minuto mas. Especialmente desde que Sheere y yo gozamos de nuestra nueva relacion.

La idea de que Jawahal hubiese revelado su identidad a Sheere pendia sobre Ben como la espada de Damocles. Jawahal parecia haber leido su mente y disfrutar de la situa-cion.

– No le escuches, Ben -dijo Sheere-. Este hombre mato a nuestro padre. Cuanto diga o pretenda hacernos creer no tiene mas valor que la porqueria que cubre este agujero.

– Duras palabras para pronunciarlas de un amigo -comento Jawahal pacientemen-te.

– Moriria antes que ser su amiga…

– Nuestra amistad, Sheere, es cuestion de tiempo -murmuro Jawahal.

La sonrisa ecuanime de Jawahal se desvanecio al instante. A un gesto de su mano, Sheere salio proyectada contra el otro extremo del vagon, embestida por un ariete invisi-ble.

– Ahora descansa. Muy pronto estaremos juntos para siempre…

Sheere impacto contra la pared de metal y cayo al suelo inconsciente. Ben se lanzo tras ella, pero la ferrea presion de Jawahal le retuvo.

– Tu no vas a ninguna parte- dijo Jawahal y despues, dirigiendo una mirada helada a los demas, anadio-: El proximo que tenga algo que decir vera sus labios sellados por el fuego.

– Suelteme -gimio Ben sintiendo que la mano que le asia el cuello estaba a punto de descoyuntarle las vertebras.

Jawahal le solto instantaneamente y Ben se desplomo contra el suelo.

– Levantate y escucha -ordeno Jawahal-. Tengo entendido que formais una espe-cie de fraternidad en la que habeis jurado ayudaros y protegeros hasta la muerte. ?Es cier-to?

– Lo es -dijo Siraj desde el suelo. Un puno invisible golpeo con fuerza al muchacho y lo derribo como a un muneco de trapo.

– No te he preguntado a ti, chico -dijo Jawahal-. Ben, ?piensas responder o experi-mentamos con el asma de tu amigo?

– Dejele en paz. Es cierto -respondio Ben.

– Bien. Entonces permiteme felicitarte por la fabulosa labor que has desempenado al traer a tus amigos hasta aqui. Proteccion de primera clase.

– Dijo que nos iba a conceder una oportunidad -recordo Ben.

– Se lo que dije. ?En cuanto valoras la vida de cada uno de tus amigos, Ben?

Ben palidecio.

– ?No entiendes la pregunta o quieres que averigue la respuesta de otro modo?

– La valoro como la mia. Jawahal sonrio languidamente. -Me cuesta creerlo -afir-mo.

– Lo que usted crea o deje de creer me trae sin cuidado.

– Entonces vamos a comprobar si tus bonitas palabras se corresponden con la realidad, Ben -indico Jawahal-. Este es el trato. Sois siete, sin contar a Sheere. Ella queda fuera de este juego. Por cada uno de vosotros siete, hay una caja cerrada que contiene… un misterio.

Jawahal senalo una hilera de cajas de madera pintadas en diferentes colores y que se alineaban una junto a la otra como una fila de pequenos buzones.

– Cada una de ellas tiene un orificio en la parte delantera que permite meter la mano, pero no sacarla hasta despues de unos segundos. Es como una pequena trampa para curiosos. Imagina que cada una de esas cajas contiene la vida de uno de tus amigos, Ben. De hecho, asi es, pues en cada una hay una pequena Placa de madera con el nombre de todos vosotros. Puedes introducir tu mano y sacarla. Por cada caja en la que metas tu mano y extraigas su pasaporte, liberare a uno de tus amigos. Pero, por supuesto, hay un riesgo. Una de las cajas, en vez de la vida, contiene la muerte.

– ?Que quiere decir con eso? -pregunto Ben.

– ?Has visto alguna vez un aspid, Ben? Una pequena bestia de temperamento vola-til. ?Sabes algo de serpientes?

– Se lo que es un aspid -replico escuetamente Ben, sintiendo que las rodillas le flo-jeaban.

– Entonces te ahorrare los detalles. Te basta con saber que una de las cajas oculta un aspid.

– Ben, no lo hagas -dijo Ian, Jawahal le dirigio una mirada maliciosa.

– Ben. Estoy esperando. No creo que nadie te ofrezca un trato mas generoso en toda la ciudad de Calcuta. Siete vidas y solo una posibilidad de error.

– ?Como se que no miente? -pregunto Ben. Jawahal alzo un largo dedo indice y nego lentamente frente al rostro de Ben.

– Mentir es una de las pocas cosas que no hago, Ben. Y lo sabes. Ahora decidete o, si no tienes valor para afrontar el juego y demostrar que tus amigos te son tan caros como nos quieres hacer creer, dilo claramente y le pasaremos el turno a otro con mas agallas.

Ben sostuvo la mirada de Jawahal y asintio finalmente.

– Ben, no -repitio Ian.

– Dile a tu amigo que se calle, Ben -indico Jawahal-, o lo hare yo.

Ben dirigio una mirada suplicante a Ian. -No lo hagas mas dificil, Ian.

– Ian tiene razon, Ben -dijo Isobel-. Si nos quiere matar, que lo haga el. No te dejes enganar.

Ben alzo una mano pidiendo silencio y se encaro a Jawahal.

– ?Tengo su palabra? Jawahal le miro largamente y, por fin, asintio. -No perdamos mas tiempo -concluyo Ben dirigiendose hacia la hilera de cajas que le aguardaban.

Ben contemplo detenidamente las siete cajas de madera pintadas en diferentes colores y trato de imaginar en cual de ellas Jawahal podia haber ocultado la serpiente. Intentar descifrar la mentalidad con la cual habian sido dispuestas era como tratar de reconstruir un puzzle sin conocer la imagen que componia. El aspid podia estar

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