que el periodo que habian determinado sus companeros para reunirse en aquel punto habia prescrito ampliamente.

Se apoyo contra la pared de ladrillo ennegrecido de la torre y constato que su idea de separar al grupo en pos de una mayor eficacia en la busqueda no parecia haber dado el fruto esperado. La unica diferencia entre aquel instante y el momento en que habia cruza-do el umbral de Jheeter's Gate es que ahora estaba solo; al igual que a Sheere, habia perdi-do al resto de sus companeros.

La tormenta lanzo un furioso rugido como si hubiese partido el cielo en dos de una dentellada. Ben decidio empezar a buscar a sus companeros. Poco le importaba si necesitaba una semana o un mes para dar con su paradero; a la vista de las cartas servidas, aquella era la unica jugada que podia contemplar. Se dirigio al anden central, en direccion al ala trasera de Jheeter's Gate, donde se albergaban las antiguas oficinas, las salas de espera y la pequena ciudadela de bazares, cafeterias y restaurantes carbonizados tras ape-nas unos minutos de vida util. Fue entonces cuando diviso un manto brillante caido sobre el suelo en el interior de una de las zonas de espera. Su memoria le insinuo que la ultima vez que habia visto aquel lugar, antes de adentrarse en los tuneles, aquel pedazo de tela satinada no estaba alli. Apresuro el paso y, en su nervioso avance, no advirtio que alguien le esperaba en las sombras, inmovil.

Ben se arrodillo frente al manto y extendio una mano furtiva hasta el. La tela estaba impregnada de un liquido oscuro y tibio, cuyo tacto le resultaba vagamente familiar y le producia una repulsion instintiva. Bajo el manto se adivinaban las formas de lo que a Ben se le antojo como las piezas sueltas de algun objeto. Extrajo la caja de cerillas que guarda-ba y se dispuso a encender una para examinar detenidamente el hallazgo, pero comprobo que solo le quedaba un ultimo fosforo. Resignado, lo guardo para mejor ocasion y forzo la vista, intentando recoger el mayor numero de detalles en pos de una pista que diese luz sobre el paradero de alguno de sus amigos.

– Toda una experiencia, contemplar tu propia sangre derramada, ?no es asi, Ben? -dijo Jawahal a su espalda-. La sangre de tu madre, al igual que yo, no encuentra descan-so.

Ben sintio que el temblor se apoderaba de sus manos y se volvio lentamente. Jawahal reposaba sentado en el extremo de un banco de metal, un siniestro rey de las sombras en su trono erigido entre escombros y destruccion.

?No vas a preguntarme donde estan tus amigos, Ben? -ofrecio Jawahal-. Tal vez temas obtener una respuesta poco esperanzadora.

– ?Me responderia si lo hiciera? -replico Ben, inmovil junto al manto ensangrenta-do.

– Tal vez -sonrio Jawahal.

Ben trato de no descansar su mirada en los ojos hipnoticos de Jawahal y, sobre todo, de alejar de su mente aquella absurda idea que alguien parecia gritar desde el interior de su cerebro intentando convencerle de que aquella sombra funesta con la que conversaba en un escenario robado del mismo infierno era su padre, o lo que quedaba de el.

– ?Las dudas te asaltan, Ben? -Pregunto Jawahal, que parecia estar disfrutando de la conversacion.

– Usted no es mi padre. El nunca haria dano a Sheere -espeto Ben nerviosamente.

– ?Quien te ha dicho que voy a hacerle dano? Ben enarco las cejas y observo como Jawahal alargaba su mano enfundada en un guante y la impregnaba de la sangre que ya-cia a sus pies.Luego se llevo los dedos tenidos en sangre al rostro y la esparcio sobre sus rasgos angulosos.

– Una noche, hace muchos anos, Ben -dijo Jawahal-, la mujer cuya sangre fue de-rramada aqui mismo fue mi esposa y la madre de mis hijos, uno de los cuales se llamaba como tu. Es curioso pensar como los recuerdos se convierten a veces en pesadillas. Aun la anoro. ?Te sorprende? ?Quien crees que es tu padre, ese hombre que vive en mis recuer-dos o esta sombra sin vida que tienes frente a ti? ?Que te hace creer que existe alguna diferencia entre ambos?

– La diferencia es obvia -replico Ben-. Mi padre era un buen hombre. Usted no es mas que un asesino.

Jawahal bajo la cabeza y asintio lentamente. Ben le dio la espalda.

– Nuestro tiempo se agota -dijo Jawahal-. Es hora de que nos enfrentemos a nuestro destino. Cada cual al suyo. Ahora ya somos todos adultos, ?no es asi? ?Sabes cual es el significado de la madurez, Ben? Deja que tu padre te lo explique. Madurar no es mas que el proceso de descubrir que todo aquello que creias cuando eras joven es falso y que, a su vez, todo cuanto rechazabas creer en tu juventud resulta ser cierto. ?Cuando piensas madurar tu, hijo mio?

– No creo que me interese su filosofia -Insinuo con desprecio Ben.

– El tiempo te la recordara, hijo.

Ben se volvio a contemplar a Jawahal con odio.

– ?Que es lo que quiere? -exigio Ben.

– Quiero cumplir una promesa, la promesa que mantiene viva mi llama.

– ?Cual es? -pregunto Ben-. ?Cometer un crimen? ?Esa es su hazana de despedi-da?

Jawahal entorno los ojos pacientemente.

– La diferencia entre un crimen y una hazana suele depender de la perspectiva del observador, Ben. Mi promesa no es otra que la de encontrar un nuevo hogar para mi alma. Y ese hogar me lo proporcionareis vosotros, Ben. Mis hijos. Ben apreto los dientes y sintio que la sangre le hervia en las sienes.

– Usted no es mi padre -dijo serenamente-. Y si alguna vez lo fue, me averguenzo de ello.

Jawahal sonrio paternalmente.

– Hay dos cosas en la vida que no puedes elegir, Ben. La primera son tus enemigos. La segunda, tu familia. A veces la diferencia entre unos y otra es dificil de apreciar, pero el tiempo te ensena que, al fin y al cabo, tus cartas siempre podrian haber sido peores. La vida, hijo mio, es como la primera partida de ajedrez. Cuando empiezas a entender como se mueven las piezas, ya has perdido.

Ben se lanzo subitamente contra Jawahal con toda la fuerza de su rabia contenida. Jawahal permanecio inmovil en el extremo del banco y, cuando Ben atraveso su imagen, la silueta se desvanecio en el aire en una escultura de humo. Ben se precipito contra el suelo y sintio que uno de los tornillos oxidados que asomaban bajo el banco le abria un corte en la frente.

– Una de las cosas que aprenderas pronto -dijo la voz de Jawahal a su espalda- es que, antes de combatir a tu enemigo, debes saber como piensa.

Ben se limpio la sangre que le caia por el rostro y se volvio en busca de aquella voz en la penumbra. La silueta de Jawahal se recortaba claramente sentada en el extremo opuesto del mismo banco. Por unos segundos el muchacho experimento la desconcertante sensacion de haber intentado atravesar un espejo y haber sido victima de un enrevesado truco de geometria bizantina.

– Nada es lo que parece -dijo Jawahal-. Ya deberias haberlo advertido en los tuneles. Cuando disene este lugar, me guarde varias sorpresas que solo yo conozco, ?Te gustan las matematicas, Ben? La matematica es la religion de las gentes con cerebro, por eso tiene tan pocos adeptos. Es una lastima que ni tu ni tus ingenuos companeros vayais a salir jamas de aqui, porque podrias revelar al mundo algunos de los misterios que oculta esta estructura. Con un poco de suerte, obtendriais a cambio las mismas burlas, envidias y desprecios que colecciono quien los invento.

– El odio le ha cegado, le cego hace mucho tiempo.

– Lo unico que el odio ha hecho conmigo -replico Jawahal- es abrirme los ojos. Y ahora mas vale que abras bien los tuyos porque, aunque me tomas por un simple asesino, vas a comprobar que tu dispondras de una oportunidad para salvarte y salvar a tus amigos. Algo que yo nunca tuve.

La figura de Jawahal se alzo y se acerco a Ben. El muchacho trago saliva y se apresto a echar a correr. Jawahal se detuvo a dos metros de el, cruzo las manos con parsimonia y le ofrecio una leve reverencia.

– Me ha gustado esta conversacion, Ben -dijo amablemente-. Ahora. preparate y buscame.

Antes de que Ben pudiese articular una palabra o mover un solo musculo, la silueta de Jawahal se escindio en un torbellino de fuego y se proyecto a velocidad vertiginosa a traves de la boveda de la estacion describiendo un arco de llamas. En pocos segundos, el haz de fuego se sumergio en los tuneles como una flecha ardiente y dejo tras de si una guirnalda de briznas ardientes que se desvanecian en la oscuridad, indicando asi a Ben el camino de su destino.

Ben dirigio una ultima mirada al manto ensangrentado y penetro de nuevo en los tuneles con la certeza de que esta vez, tomase el camino que tomase, todas las galerias convergirian en un mismo punto.

La silueta del tren emergio de las tinieblas. Ben contemplo el interminable convoy de vagones que exhibian la cicatriz de las llamas y, por un momento, creyo haber encontrado el cadaver de una gigantesca serpiente

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