grandes conmemoraciones. Cuando acabaron hubo una pausa y pude oir el tintineo de vasos y las toses caracteristicas de los entreactos y, poco despues, el piano de la joven y el violin de su padre interpretando la sonata a Kreutzer. Mi asombro fue mayusculo, sobre todo al comprobar que aquellos aficionados se podian codear con los mas prestigiosos profesionales, y no tuve mas remedio que admirarlos. Fue entonces cuando me pregunte si mi secuestro no se deberia a los celos de la competencia o al excesivo entusiasmo de algun amante de la musica que mas tarde -puesto que estoy aqui- habria de arrepentirse de su barbara accion. Me temo que jamas llegare a saberlo. Todos estos recuerdos son borrosos y alucinantes, lo cual me lleva a suponer que me hacian ingerir algun narcotico o droga con la leche, o, quien sabe, tal vez me la inyectaban mientras dormia. A pesar de todo, mi estancia alli, desde luego, fue monotona; nadie mas que aquel hombre que me golpeaba me visito, hasta el ultimo dia, es decir, ayer, por la manana -o al menos esa es la impresion que tengo, ya que, aparte de las sonatas para violin y piano, es lo unico que viene a mi memoria con nitidez y proximidad-. Creo que estaba leyendo una aburrida novela de Thackeray y escuchando una bonita pieza para piano que sin duda era composicion de la joven cuando la puerta se abrio y una muchacha de unos quince anos entro y se acerco a mi. Sus ojos azules despedian dulzura e inteligencia, su largo cabello negro caia por sus hombros desnudos y enmarcaba un palido rostro de pomulos pronunciados y delicados rasgos. No recuerdo que dijera nada, ni tampoco lo que sucedio despues de que acariciara mis labios con los suyos por primera vez. Es facil imaginarlo, sin embargo, y perdonen, senoras, la crudeza de la narracion. No es mi intencion ofender, y no creo que, de hecho, lo este haciendo, pues es evidente que mi estado no tenia nada que ver conmigo ni con mis verdaderos sentimientos, dando por descontado (y tal vez no deberia hacerlo) que lo que relato fue real y no un producto de mis fantasias. He de confesar, no obstante, que, fuera en un sueno o en una casa junto al mar de Escocia, yo no opuse ninguna resistencia. La joven partio y yo dormi largo tiempo, acompanado por las hermosas notas del piano que tocaba su hermana.
Esta manana me desperte en Maidstone, sobre la hierba de un parque, con dinero suficiente para regresar a Londres. Pueden creerme o no, se que mi historia es harto inverosimil y no muy digna de atencion, pero les doy mi palabra de honor de que es asi como la recuerdo. Aqui esta mi billete desde Maidstone, y mis ropas se encuentran en mi casa, sin lavar, desgastadas y llenas de guijarros y de arena de playa; mis hombros estan amoratados y mi nuca presenta un ligero abultamiento; manana ire a hacerme un reconocimiento medico a fin de comprobar si en efecto he sido drogado, y ya he avisado a la policia para que efectue las indagaciones pertinentes. Por lo demas me encuentro perfectamente y presumo que todo ha sido un error de mis secuestradores, quienes, al advertir su equivocacion, me dejaron en libertad. Todo ha pasado y desearia que no se volviera a hablar de ello en mi presencia. Seamos serios y yo tratare de que, por mi parte, los hechos acaecidos durante estos cuatro dias solo permanezcan, imborrables pero inofensivos, en mi memoria. Gracias por escucharme, queridos Esmond y Clara.'
Al dia siguiente un medico comprobo las suposiciones de Hugh Everett Bayham. La policia continua investigando sin ningun resultado positivo, y todo el mundo, salvando el episodio de la hermosa adolescente, cree en la veracidad de la aventura y la comenta con entusiasmo. Y con ellos -es bien patente-, yo, que me honro en tener la exclusiva de la version directa. Solo he visto a Margaret y a Bayham en una ocasion desde entonces, a la salida de un teatro, y si bien estaban un poco mas graves o menos joviales que de costumbre, parecian haber olvidado lo ocurrido.
Y bien, eso es todo por hoy, querido Victor. Espero tus noticias, y desde luego, si hay alguna novedad referente a este asunto, te lo comunicare inmediatamente, Saludos de Clara y los mejores deseos de tu amigo
Esmond Handl'
No hubo novedades. Tambien Arledge, como Handl y sus amigos, pensaba que parte de aquella fantastica historia era mentira, pero no se sentia inclinado, como ellos, a dudar de la existencia de la joven. Las palabras que Handl ponia en boca de Bayham eran, con toda seguridad, exactas, pues Esmond era un hombre capaz de recitar de memoria, con haberlo oido tan solo una vez, el papel de uno de los personajes de cualquier obra de teatro. Y era precisamente el tono empleado por el pianista lo que llamaba la atencion de Arledge; su impertinente desenfado del comienzo, su repentino alto en la narracion para anunciar la nebulosidad que envolvia a lo que iba a seguir, su subita seriedad al contar la aparicion de la muchacha, sus denodados esfuerzos por mostrar pruebas que garantizaran la autenticidad de los hechos, y aquel trato hosco y frio que habia dispensado a su mujer tras cuatro dias de angustiosa separacion, todo ello le hacia pensar que la media semana que Hugh Everett Bayham habia pasado fuera de Londres le habia afectado -en uno u otro sentido- mas de lo que a primera vista parecia, y fomentaba sus ya de por si muy logicos deseos de conocerle, que, unidos a otros mas ocultos y animosos, convertian su viaje en una verdadera obsesion.
Arledge no habia querido saber cuanto iba a el durar la travesia con exactitud, temeroso de que a la respuesta a esta pregunta pudiera disuadirle de participar en la aventurada empresa en el ultimo instante, pero llego un momento, aproximadamente diez dias antes de iniciar la marcha, en que tuvo la ocasion de comprobar que las bellas imagenes con que Kerrigan le habia tentado y convencido aquella manana en la rue Buffault habian pasado a segundo termino, e incluso era posible que hubieran desaparecido de su mente. Bajo ninguna circunstancia pensaba en el
El dia que zarpo el
LIBRO TERCERO
Victor Arledge empezaba a aburrirse en exceso cuando desaparecio el contramaestre. Hasta entonces, el tedio y las mujeres estupidas habian controlado los proyectos iniciales de correr riesgos y desobedecer el itinerario previamente acordado; y lo que era aun peor, habian controlado la cubierta. Esmond Handl, desde el segundo dia de viaje, se encontraba encerrado en su camarote, facil presa de la inestabilidad del barco, y Clara, su esposa, con una abnegacion rayana en la abominable solicitud con que se suele tratar a las personas de edad, se habia esfumado tras el; Kerrigan estaba demasiado atareado con sus idas y venidas, sus atenciones para con las damas y sus temores por la salud de los poneys de Manchuria; y Bayham, que decepcion, se pasaba los dias y