las mas de las noches jugando al whist en el salon de fumadores, y cuando no (contadas eran las ocasiones), se dedicaba a pasear o contemplaba las aguas con gesto vago en compania de una hermosa joven de negros cabellos (la cual, por cierto, apenas si se dejaba ver a solas) cuya identidad Arledge aun desconocia, impidiendo asi cualquier tentativa por su parte de entablar amistad, o al menos conversacion, sin tener que rebajarse a aprender el significado de los naipes o entrometerse en la charla privada de dos personas a las que -por culpa de la indisposicion de Handl y de la idea, comun a todos los pasajeros excepto al que suponia tal cosa, de que todos los alli convocados se conocian intimamente- todavia no habia sido presentado. Y ni siquiera Leonide Meffre se dignaba irritarle con sus observaciones de mal gusto. La abulia se habia apoderado de el y tan solo, para su desgracia, algunas senoras abrumadoras le obsequiaban con atenciones que habia de tener en cuenta, mas que nada por la prolijidad de las mismas. Los investigadores, por otro lado, le anonadaban con sus espesas y metodicas descripciones de la Antartida, llenas de detalles tecnicos y de erudicion que para nada le interesaban; y unicamente la presencia (menos constante de lo deseado en tales circunstancias) tranquila y sosegada en extremo de un viejo cuentista ingles muy conocido en la epoca, cuyo nombre de letras era Lederer Tourneur -de salud delicada y semblante claro, siempre sentado en las sillas o hamacas de mimbre que abarrotaban la popa, en compania de su otonal esposa norteamericana-, era lo que le hacia desechar sus reiterados impulsos de abandonar el barco en la siguiente escala. Las escalas, por su parte, habian suscitado acaloradas discusiones y los consiguientes rencores generales. Kerrigan, Seebohm y los investigadores eran partidarios de hacerlas breves y escasas con el objeto de acelerar la marcha, y, en cambio, un grupo bastante nutrido de pasajeros, que habian de desembarcar en Tanger para regresar desde alli a sus respectivos lugares de residencia, exigia paradas continuas. El resultado de esta divergencia de opiniones (el peso de las ordenes de Seebohm no alcanzaba a los expedicionarios, que pagaban su salario) fue que el
Todo quedo, pues como estaba hasta que el
– Bien, capitan Seebohm -dijo McLiam entonces-, tengo entendido que han perdido a uno de los hombres de su tripulacion.
– En efecto, coronel -dijo Seebohm, titubeando.
– Y sin embargo no lo han notificado -continuo el coronel McLiam.
– Cierto, senor -dijo Kerrigan-. Pensabamos hacerlo aqui.
– Pero han pasado por Chipre, cuya administracion es britanica -replico McLiam-. Debieron dar parte a las autoridades alli mismo.
– Era una escala que no estaba prevista, senor. Y ya hacemos demasiadas; hemos perdido mucho tiempo y juzgamos conveniente esperar hasta que llegasemos a Alejandria -dijo Kerrigan-. ?Ha aparecido Collins acaso?
– ?Es ese su nombre, Collins? ?Que cargo ocupaba?
– Era el contramaestre.
– ?Un oficial? Eso es mucho mas grave, senores. Su cadaver ha sido hallado cerca del puerto. Su oficial, capitan Seebohm, fue asesinado. Pero ?como se explica que si lo perdieron antes de pasar junto a Nicosia Collins haya aparecido en Alejandria?
– Lo ignoro, senor, pero tambien echamos en falta un bote -mintio Seebohm, sin duda al ver las consecuencias que su negligencia habia tenido-. Es posible que fuera atacado por bandidos turcos, despues de desertar. Su campo de accion es muy extenso. Se que se los ha visto cerca de Port Said en mas de una ocasion. ?Como se produjo la muerte?
– Tenia un balazo en la cabeza, pero ademas su cuello presentaba grandes marcas, quiza del roce de una cuerda muy cortante. Parece que su muerte se debio a eso. Su cuello esta practicamente desgarrado.
– Pienso que es muy posible que los bandidos lo ahorcaran y mas tarde lo remataran pegandole un tiro en la frente.
– El tiro lo tenia en la nuca, y no he dicho que fuera ahorcado ni estrangulado, sino que tenia profundos cortes en el cuello que no eran de arma blanca. Por lo demas, supongo que, en efecto, todo es obra de bandidos turcos. Seguramente lo torturaron y murio. Bien, lamento tener que decirles que no podran reanudar su viaje hasta que yo lo permita. Les espero en la comandancia dentro de dos horas, senores: a las doce en punto. Tienen que reconocer el cadaver, darme sus datos personales y entregarme un informe en regla sobre la desaparicion. Espero que ya lo tendran redactado. Collins no llevaba documentacion alguna en sus pantalones, la unica prenda que tenia puesta. En los bolsillos solo encontramos briznas de tabaco y tres fajas de cigarros publicitarios gratuitos, de los que utilizaron para llamar la atencion sobre su viaje. Las fajas llevan impreso el nombre del
Una vez que McLiam hubo abandonado el barco, el miedo y el desconcierto cundieron entre los expedicionarios, informados por Kerrigan acerca de la conversacion. Alarmados, le asaetearon a preguntas con la pretension implicita de que les asegurara que no habia bandidos turcos ni de ningun otro pais a su alrededor y les dijera, practicamente, que la visita del coronel habia sido un producto de su imaginacion y que podrian continuar su crucero en cuanto lo desearan. El resto de los pasajeros, que no habia presenciado la llegada de McLiam, atraidos por el alboroto, aparecieron en cubierta y pidieron toda clase de explicaciones; y algunas mujeres, incluso, sugirieron que lo mas prudente seria dar por terminada la travesia y permanecer en Alejandria hasta que pudieran regresar a Europa escoltados por tropas britanicas. Mientras tanto, Seebohm reunio a los oficiales, cuyo sentido de la responsabilidad era precario, y les dio ordenes para que confirmaran, siempre que fueran preguntados, la desaparicion de un bote.
Arledge se alejo del griterio y se encamino hacia la popa, en busca de Lederer Tourneur y su esposa, pero alli no habia nadie salvo una joven que, ajena a lo que sucedia en otras partes del velero, descansaba sobre una hamaca con gesto de preocupacion. Arledge la reconocio en seguida: era la muchacha de cabellos negros que a veces paseaba con Hugh Everett Bayham. Excitado, se sento junto a ella -dejando una hamaca libre por medio- sin que ella, echada hacia el lado contrario, le viera. Arledge penso que aquella era una buena ocasion para darse a conocer y con ello introducirse en la esfera del pianista, pero no sabia cual podria ser la frase mas indicada para iniciar una conversacion, sobre todo cuando, por culpa de las voces alteradas de los pasajeros, que se oian a lo lejos y que delataban la irregularidad del momento, el tema del tiempo resultaba demasiado artificial y por ello quedaba descartado. Hacer algun comentario acerca de la muerte de Collins y de las consecuencias que habia traido consigo le parecia de mal gusto, puesto que se trataba de una desconocida; y la preocupacion de la joven no era tan evidente que le permitiera ofrecerle su incondicional ayuda para resolver cualquier problema que se le