acerque sin ninguna proteccion.
– Eso va contra las normas -corto Eldredge.
Starling no se molesto en replicar.
– Avance hacia el coche en posicion de alerta, con los brazos extendidos y el canon apuntando al suelo. Marquez Burke agonizaba en la calzada a unos pasos de mi. Alguien se acerco corriendo y trato de pararle la hemorragia. Evelda salio del coche con el nino. Le pedi que me ensenara las manos; dije algo como «Evelda, no lo hagas».
– Ella disparo y usted lo hizo a continuacion. ?Cayo al suelo enseguida?
Starling asintio.
– Se le doblaron las piernas y quedo sentada en la calle, inclinada sobre, el nino. Estaba muerta.
– Usted cogio al nino y corrio hacia la manguera. Su angustia era evidente -afirmo Pearsall.
– No se si era o no era evidente. La criatura estaba cubierta de sangre. Yo no sabia si era o no seropositivo. Pero si que lo era su madre.
– Y penso que su disparo podia haber herido al nino… -le apunto Krendler.
– No. Sabia adonde habia disparado. ?Puedo hablar claramente, senor Pearsall? -como el hombre rehuia su mirada, Starling continuo-: La operacion fue una autentica chapuza. Me vi abocada a una situacion en la que la alternativa era dejarme matar o disparar a una mujer con un nino. Elegi, y lo que me vi obligada a hacer me esta quemando las entranas. Dispare a una madre que tenia a su hijo en brazos. Ni los que llamamos «animales» hacen una cosa semejante. Senor Sneed, puede que quiera volver a asegurarse de que le queda cinta, ahora que estoy admitiendo esto. Estoy pasando un infierno por lo que ocurrio. No pueden imaginarse como me siento… -vio la imagen de Brigham boca abajo en la acera, y no pudo contenerse-: Los veo a todos ustedes intentando escurrir el bulto, y me dan ganas de vomitar.
– Starling… -Pearsall, visiblemente nervioso, la miro a la cara por primera vez.
– Sabemos que todavia no ha tenido ocasion de redactar su 302 -dijo Larkin Wainwright-. Cuando podamos estu…
– Si, senor, la he tenido -lo atajo Starling-. Ya he enviado una copia a la Oficina de Responsabilidades Profesionales, y llevo otra encima por si no quieren esperar. En ella consta todo lo que vi e hice durante la operacion. Ya ve, senor Sneed, que no hacia falta grabarme.
Starling veia las cosas con claridad meridiana, una senal de peligro que no le costo reconocer, y bajo la voz consciente de que lo hacia:
– La operacion se fue al garete por un par de motivos. El informador del BATF mintio sobre el nino porque estaba desesperado por que la operacion se llevara a cabo antes de presentarse ante un gran jurado federal en Illinois. Y, ademas, Evelda Drumgo sabia que ibamos a por ella. Salio con el dinero en una bolsa y la droga en otra. Su busca seguia teniendo el numero de la cadena de television WFUL. Le dieron el chivatazo cinco minutos antes de que llegaramos. El helicoptero de la WFUL llego al mismo tiempo que nosotros. Pidan una orden para requisar las grabaciones telefonicas de la cadena y sabran el origen de la filtracion. Es alguien con intereses locales, caballeros. Si hubiera sido el BATF, como en Waco, o la DEA, lo habrian filtrado a los medios nacionales, no a la television local.
Benny Holcomb salio en defensa de la ciudad.
– No hay la mas minima evidencia de que nadie del Ayuntamiento o del Departamento de Policia de Washington filtrara absolutamente nada.
– Pidan la orden y lo sabran -insistio Starling.
– ?Tiene usted el busca de la Drumgo? -le pregunto Pearsall.
– Esta registrado en el deposito de pruebas de Quantico.
El busca del propio director adjunto Noonan empezo a pitar. Arrugo la nariz al ver el numero y salio del despacho tras pedir que lo disculparan. Al cabo de un instante, requirio a Pearsall para que se reuniera fuera con el.
Wainwright, Eldredge y Holcomb se pusieron a mirar por el ventanal hacia Fort McNair con las manos en los bolsillos. Viendolos cualquiera habria dicho que estaban esperando en la sala de urgencias de un hospital. Paul Krendler capto la atencion de Sneed y le senalo a Starling.
Sneed apoyo una mano en el respaldo del sillon de la agente y se inclino sobre ella.
– Si su testimonio en una audiencia es que, mientras estaba cedida por el FBI para una operacion concreta, su arma mato a Evelda Drumgo, el BATF esta dispuesto a firmar una declaracion en la que conste que John Brigham le pidio que… prestara una atencion especial a Evelda con el fin de detenerla de forma pacifica. Fue su arma la que acabo con ella, y su servicio es el que tiene que cargar con la responsabilidad. No habra intercambio de mierda entre las agencias sobre las respectivas responsabilidades, y no nos veremos obligados a sacar a la luz sus declaraciones hostiles en la furgoneta sobre Evelda.
Starling vio a Evelda por un instante, saliendo por la puerta del mercado, saliendo del coche, con la cabeza erguida y, a despecho de los desatinos y la nulidad de su vida, dispuesta a defender a su hijo y a hacer frente a sus enemigos en vez de huir de ellos.
Starling se inclino a la altura del microfono clavado en la corbata de Sneed y dijo alto y claro:
– No tengo ningun reparo en declarar que clase de persona era, senor Sneed; era bastante mejor que usted.
Pearsall volvio al despacho solo y cerro la puerta.
– El director adjunto ha tenido que volver a su despacho. Caballeros, voy a declarar concluida esta reunion. Me pondre en contacto con ustedes individualmente, por telefono -los informo.
Krendler levanto la cabeza. Husmeo la intervencion de alguna instancia politica.
– Aun tenemos que tomar algunas decisiones -repuso Sneed.
– No, no tenemos.
– Pero…
– Bob, creeme, no tenemos que tomar ninguna decision. Me pondre en contacto contigo. Y Bob…
– ?Si? -Pearsall cogio el hilo por detras de la corbata de Sneed y tiro hacia abajo con fuerza; saltaron los botones de la camisa y se oyo la cinta adhesiva al despegarse de la piel-. Vuelve a entrar en mi despacho con un microfono y te juro que te lo meto por el culo.
Ninguno miro a Starling al salir, excepto Krendler. Mientras avanzaba hacia la puerta arrastrando los pies para no tener que mirar donde los ponia, hizo girar su largo cuello, como una hiena que recorre un rebano con la vista hasta localizar su presa, y le clavo los ojos. En su rostro se mezclaban los deseos; su ambigua naturaleza le permitia admirar las piernas de Starling al tiempo que pensaba en como desjarretarlas.
CAPITULO 8
Ciencias del comportamiento es la unidad del FBI que investiga los asesinatos en serie. En sus dependencias, situadas en los sotanos del edificio, el aire esta quieto y fresco. Los decoradores con sus muestrarios de colores han intentado en los ultimos anos iluminar ese espacio subterraneo. El resultado no ha sido mejor que el de los cosmeticos que emplean las empresas de pompas funebres.
El despacho del jefe de unidad conserva los tonos marrones y canela originales, y las cortinas a cuadros de color cafe en sus altas ventanas. Alli, rodeado de sus infernales archivos, estaba sentado Jack Crawford, escribiendo sobre la mesa.
Oyo un golpe de nudillos en la puerta y, al levantar los ojos, se encontro con una vista que siempre le resultaba agradable; Clarice Starling estaba en el umbral.
Crawford sonrio y se puso en pie. Starling y el hablaban de pie a menudo; era una de las formalidades tacitas que habian acabado por imponer a su relacion. No necesitaban estrecharse la mano.
– Me han dicho que fue al hospital -dijo Starling-. Me hubiera gustado verlo.
– Me alegro de que te soltaran tan pronto -contesto Crawford-. Y la oreja, ?como va?
– Estupendamente, si le gusta la coliflor. Me han dicho que la mayor parte se me caera.
El cabello se la cubria y Starling no se ofrecio a ensenarsela. Se produjo un momento de silencio.
– Querian que cargara con el muerto por lo de la operacion, senor. Lo de Evelda Drumgo, para mi solita. Se