unico ojo advertia a las parejas contra el monstruo.

Pazzi trabajo como un poseso.

Se puso en contacto con la Unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI para que le ayudaran a establecer el perfil psicologico del asesino, y leyo todo lo que pudo conseguir sobre los metodos utilizados por el Bureau.

Puso en marcha medidas preventivas, y asi, en muchos de los escondites favoritos de las parejas y en los lugares de citas de los cementerios habia mas policias que enamorados en el interior de los coches. No habia suficientes agentes femeninos para cubrir los turnos de vigilancia. En la epoca calurosa las parejas de agentes masculinos se turnaban para llevar peluca, y muchos tuvieron que sacrificar el bigote. Pazzi predico con el ejemplo y fue el primero en afeitarselo.

El Monstruo era cauteloso. Seguia golpeando, pero al parecer no necesitaba hacerlo a menudo.

Pazzi se dio cuenta de que el Monstruo habia permanecido inactivo durante largos periodos, el mas prolongado de los cuales habia durado ocho anos, y se concentro en ese hecho. Penosa, laboriosamente, exigiendo ayuda oficinesca de cualquier departamento al que pudiera amenazar, confiscando el ordenador a su sobrino para usarlo con el unico de que disponian en la Questura, Pazzi elaboro una lista de todos los delincuentes del norte de Italia cuyos periodos de encarcelamiento coincidieran con los lapsos de inactividad criminal del Monstruo. Eran noventa y siete.

El inspector jefe se adueno del viejo pero rapido Alfa Romeo GTV de un atracador de bancos encarcelado y, haciendo mas de cinco mil kilometros en un mes, vio personalmente a noventa y cuatro de los sospechosos e hizo que los interrogaran. Los otros estaban incapacitados o muertos.

En los escenarios de los crimenes apenas se habian recogido pruebas que permitieran ir descartando sospechosos. Ni fluidos corporales ni huellas dactilares del asesino.

Tan solo se habia encontrado un casquillo de bala, en la escena del crimen cometido en Impruneta. Era municion Winchester-Western del calibre 22 con el fulminante alrededor de la base y marcas de extractor que encajaban con una pistola Colt semiautomatica, posiblemente una Woodsman. Las balas extraidas de todos los cadaveres eran del mismo calibre y procedian de la misma pistola. No habia marcas que indicaran el empleo de un silenciador, pero tal posibilidad no podia descartarse por completo.

Como buen Pazzi, el inspector jefe era sobre todo ambicioso, y tenia una joven y encantadora esposa con una boquita que no se cansaba de pedir. Los esfuerzos de su marido arrebataron cinco kilos a su ya magra humanidad. Los miembros mas jovenes de la Questura comentaban a sus espaldas su creciente parecido con el Coyote de los dibujos animados.

Cuando alguno de aquellos listillos manipulo el ordenador de la Questura para conseguir que los rostros de los Tres Tenores se convirtieran en las jetas de un burro, un cerdo y una cabra, Pazzi se quedo mirando la pantalla durante un buen rato y le parecio que su propia cara se transformaba una y otra vez en la del burro.

La ventana del laboratorio de la Questura estaba adornada con una ristra de ajos para mantener alejados a los malos espiritus. Despues de haber visitado y encerrado al ultimo de los sospechosos sin obtener resultados, Pazzi se quedo apoyado en el alfeizar mirando al patio interior con desesperacion.

Penso en su mujer, con la que habia contraido matrimonio hacia poco, en sus esbeltos y firmes tobillos y en el antojo que tenia en el nacimiento de la espalda. Penso en la forma en que sus pechos temblaban y se agitaban cuando se lavaba los dientes, y en como se reia cuando lo sorprendia mirandola. Penso en las cosas que queria darle. La imagino abriendo los regalos. Pensaba en su mujer en terminos visuales; aunque tambien era fragante y maravillosamente suave, lo visual siempre acudia a su mente en primer lugar.

Considero la forma en que deseaba aparecer a sus ojos. Ciertamente no como el pelele de la prensa que era en esos momentos. La central de la Questura en Florencia ocupa un antiguo hospital psiquiatrico, y los caricaturistas estaban sacando todo el partido posible a semejante circunstancia.

Pazzi estaba convencido de que el exito llega como resultado de la inspiracion. Su memoria visual era excelente y, como mucha gente cuyo sentido mas agudo es la vista, se imaginaba la iluminacion como el desarrollo de una imagen que apareceria borrosa al principio y se iria perfilando poco a poco. Reflexionaba sobre la manera en que la mayoria de las personas buscamos los objetos perdidos. Evocamos su imagen mental y la comparamos con lo que vemos a nuestro alrededor, mientras renovamos la imagen muchas veces por minuto y la hacemos girar en el espacio.

Al cabo de unos dias, un atentado terrorista con bomba detras de la Galeria de los Uflizi reclamo la atencion del publico y la dedicacion exclusiva de Pazzi por un corto periodo.

Sin embargo, aunque el importante caso de la bomba del museo exigia toda su atencion, las imagenes relacionadas con el Monstruo no se le iban de la cabeza. Las veia perifericamente, como se mira alrededor de un objeto para distinguirlo en la oscuridad. Su imaginacion se detenia especialmente en la pareja asesinada en la plataforma de un camion en Impruneta. El asesino habia dispuesto los cuerpos con esmero, cubriendolos de petalos y enmarcandolos con una guirnalda de flores, y la chica tenia el pecho izquierdo al descubierto.

Cierta tarde, Pazzi acababa de salir de la Galeria de los Uffizi y estaba cruzando la Piazza della Signoria cuando algo le llamo la atencion al pasar junto al tenderete de un vendedor de postales.

No muy seguro del origen de la imagen, se detuvo justo en el lugar donde habia ardido Savonarola. Se dio la vuelta y miro a su alrededor. Los turistas abarrotaban la plaza. Pazzi sintio un escalofrio recorrerle la espalda. Puede que todo estuviera tan solo en su cabeza, la imagen, la sacudida… Volvio sobre sus pasos e hizo el mismo recorrido.

Alli estaba: un pequeno poster, cubierto de moscas y acartonado por la lluvia, de La Primavera de Botticelli. El cuadro original se exponia a sus espaldas, en el museo. La Primavera. La ninfa enguirnaldada a la derecha, con el pecho izquierdo al desnudo y flores asomandole por la boca, mientras el palido Cefiro alarga una mano hacia ella desde el bosque.

Alli estaba. La imagen de la pareja muerta en la plataforma del camion, con la guirnalda de flores, con flores en la boca de la chica. Exacto. Exacto.

Alli, en el mismo lugar donde su antepasado se habia asfixiado chocando contra el muro, le ilumino la idea, la imagen maestra que andaba buscando, una imagen creada quinientos anos antes por Sandro Botticelli, el mismo artista que habia pintado por cuarenta florines el ahorcamiento de Francesco de' Pazzi en el muro de la prision de Bargello. ?Como hubiera podido Pazzi resistirse a semejante inspiracion, teniendo un origen tan delicioso?

Necesitaba sentarse. Todos los bancos estaban llenos. Se vio obligado a ensenar su placa y hacer levantarse a un viejo cuyas muletas no vio hasta que el veterano de guerra se alzo sobre su unico pie y armo un escandalo de mil demonios.

La agitacion de Pazzi tenia dos motivos. Haber descubierto la imagen en que se inspiraba el Monstruo era todo un exito; pero habia algo mucho mas importante: el inspector jefe habia visto una reproduccion de La Primavera durante los interrogatorios a los sospechosos.

Sabia que era mejor no forzar la memoria; se recosto en el banco y dejo pasar los minutos, invitando al recuerdo. Volvio a los Uffizi y se puso delante del cuadro, pero no demasiado tiempo. Camino hasta el mercado de la paja y acaricio el morro del jabali de bronce conocido como Il Porcellino. Cogio el coche, condujo hasta el Ippocampo y, apoyado contra la capota del polvoriento Alfa Romeo, con el olor del aceite caliente del motor en la nariz, se quedo mirando a los chavales que jugaban al futbol.

Lo primero que vio mentalmente fue la escalera y el rellano del primer piso, luego la parte superior de la reproduccion de La Primavera apareciendo conforme subia los peldanos; se dio la vuelta mentalmente y vio el marco del portal, pero nada de la calle, ningun rostro.

Experto en los trucos de interrogatorio, se interrogo a si mismo, procurando sacar partido de sus cinco sentidos.

«Cuando viste el poster, ?que oiste?… Pucheros hirviendo en una cocina de la planta baja. Cuando llegaste al rellano y te paraste ante el poster, ?que oiste? La television. Una television en una sala de estar. Robert Stack interpretando a Eliot Ness en Los intocables. ?Olia a comida? Si, a comida. Vi el poster… No, no me cuentes lo que viste, lo que viste no me importa. ?Oliste algo mas? Seguia oliendo el Alfa, el interior recalentado, tenia pegado a la nariz el olor a aceite caliente, caliente porque… Raccordo, iba a toda velocidad por la autopista de Raccordo… Pero ?adonde? San Casciano. Tambien oi ladrar a un perro, en San Casciano… Un ladron y violador que se llamaba Girolamo no se que.»

El momento en que se establece la conexion, ese espasmo sinaptico de plenitud en que el pensamiento hace saltar los fusibles, es el placer mas intenso a que se pueda aspirar. Rinaldo Pazzi acababa de disfrutar el mejor momento de su vida.

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