En hora y media Pazzi tuvo a Girolamo Tocca bajo custodia. La mujer de Tocca apedreo el pequeno convoy que se llevo a su marido.
CAPITULO 18
Tocca era el sospechoso ideal. De joven habia cumplido una condena de nueve anos por el asesinato de un hombre al que encontro abrazando a su novia al aire libre. Tambien habia sido juzgado por abusos deshonestos a sus hijas y por violencia domestica, y habia estado en la carcel por violacion.
La Questura casi destrozo la vivienda de Tocca intentando encontrar pruebas. Al final fue el propio Pazzi quien, buscando por los alrededores de la casa, hallo la caja de municion, una de las pocas pruebas fisicas que pudo presentar el fiscal.
El juicio causo sensacion. Tuvo lugar en un edificio de alta seguridad llamado «el bunker» donde se celebraban los juicios a los terroristas en los anos setenta, frente a las oficinas locales del periodico
Los siguientes meses fueron un sueno. Un Pazzi no habia sido tan festejado en Florencia desde hacia quinientos anos, cuando Pazzo de' Pazzi regreso de la primera cruzada trayendo piedras del Santo Sepulcro.
En compania del arzobispo, Rinaldo Pazzi y su hermosa mujer presenciaron desde el Duomo la ceremonia tradicional del dia de Pascua en la que aquellas mismas piedras sagradas se usan para encender la mecha de la paloma-cohete que, volando desde la catedral a lo largo de un alambre, hacia explotar un carro de fuegos artificiales en medio del entusiasmo popular.
Los periodicos se hicieron eco de las palabras con las que Pazzi atribuyo parte del merito a sus subordinados, que habian llevado a cabo un trabajo improbo. Se entrevistaba a la senora Pazzi, esplendida con los modelos que los disenadores la animaban a ponerse, para pedirle consejo sobre la moda. Los invitaban a tomar el te en las aburridas mansiones de los poderosos, y compartieron mesa con un conde en su castillo lleno de armaduras.
Lo animaron a emprender una carrera politica, recibio elogios en el vocinglero parlamento italiano y se le encomendo la tarea de encabezar los esfuerzos italianos en la cooperacion con el FBI norteamericano contra la Mafia.
Este encargo, y una beca para estudiar y tomar parte en seminarios de criminologia en la Universidad de Georgetown, condujo a los Pazzi a Washington, D.C. El inspector jefe paso muchas horas en la Unidad de Ciencias del Comportamiento de Quantico, y sonaba con crear una division similar en Roma.
Y de pronto, al cabo de dos anos, el desastre. En una atmosfera mas calmada, un tribunal de apelacion exento de la presion del publico acepto revisar la sentencia de Tocca. Pazzi tuvo que volver a casa para hacer frente a la investigacion. Los antiguos colegas que habia dejado atras lo esperaban con las navajas abiertas.
Un tribunal de apelacion revoco la condena de Tocca y amonesto a Pazzi por considerar verosimil que el policia hubiera manipulado las pruebas.
Sus antiguos apoyos en las altas esferas le dieron la espalda como a un apestado. Seguia ocupando un cargo importante en la Questura, pero estaba acabado y todos lo sabian. El gobierno italiano es lento de reflejos, pero mas pronto que tarde el hacha silbaria sobre su cuello.
CAPITULO 19
Durante la epoca amarga en que Pazzi esperaba la inminente caida del hacha, este vio por primera vez al hombre que los eruditos florentinos conocian como doctor Fell…
Rinaldo Pazzi ascendia por las escaleras del Palazzo Vecchio para cumplir una tarea rutinaria, una de tantas que alguno de sus antiguos subordinados en la Questura le encomendaba regodeandose al verlo humillado por la adversidad. Mientras subia los peldanos a lo largo del muro cubierto de frescos, Pazzi no veia mas que las puntas de sus propios zapatos sobre el gastado marmol, indiferente a las maravillas artisticas que lo rodeaban. Quinientos anos antes, su antepasado habia subido, a rastras y sangrando, por aquella misma escalinata.
Al llegar a un rellano, enderezo los hombros y se obligo a mirar los ojos de los personajes que poblaban los frescos, algunos pertenecientes a su propia familia. Podia oir el alboroto de las discusiones en el Salon de los Lirios del piso superior, donde los directores de la Galeria de los Uffizi y del Comitato delle Belle Arti estaban reunidos en sesion plenaria.
La mision de Pazzi para aquel dia era la siguiente: habia desaparecido el veterano conservador del Palazzo Capponi. La opinion general era que el viejo se habia fugado con una mujer, con el dinero de alguien o con ambas cosas. Habia faltado a las cuatro ultimas reuniones que la junta de la que dependia celebraba una vez al mes en el Palazzo Vecchio.
Se habia designado a Pazzi para proseguir la investigacion del caso. El inspector jefe, que tras el atentado terrorista habia sermoneado agriamente a aquellos malencarados directores de los Uffizi y miembros del rival Comitato delle Belle Arti por las deficiencias en la seguridad, se veia obligado en esa ocasion a hacer acto de presencia en circunstancias muy distintas para interrogarlos sobre la vida amorosa de un conservador. No era, desde luego, plato de su gusto.
Los dos comites formaban una asamblea desaforada y suspicaz; durante anos ni siquiera habian sido capaces de ponerse de acuerdo sobre un lugar de reunion, ya que ambas partes se mostraban reacias a jugar en campo contrario. Como solucion intermedia, habian optado por juntarse en el magnifico Salon de los Lirios del Palazzo Vecchio, convencidos de que la hermosa sala era el marco apropiado para su propia eminencia y distincion. Una vez establecidos alli, se negaron a reunirse en ningun otro sitio, incluso a pesar de que el Palazzo Vecchio estaba sufriendo una de sus innumerables reformas y habia andamios, lonas y maquinaria por todas partes.
El profesor Ricci, antiguo companero de colegio de Rinaldo Pazzi, estaba en el vestibulo inmediato al salon con un ataque de estornudos provocado por el polvo de la escayola. Cuando se recupero lo suficiente, puso los llorosos ojos en blanco y senalo hacia el salon.
–
Pazzi dejo a su amigo tanteandose los bolsillos en busca de panuelos de papel y entro en el historico salon, famoso por su techo de lirios de oro. Dos de los muros estaban cubiertos con lonas, lo que reducia el eco de la trifulca.
El nepotista, Sogliato, tenia la palabra, y la estaba usando a pleno pulmon:
– La correspondencia de los Capponi se remonta al siglo XIII. El doctor Fell podria sostener entre las manos, entre sus manos extranjeras, una nota del propio Dante Alighieri. ?La reconoceria? Yo creo que no. Ustedes han examinado sus conocimientos de italiano medieval, y no sere yo quien niegue que su dominio del idioma es admirable. Para un
Rinaldo Pazzi recorrio el salon con la mirada y no vio a nadie en quien pudiera reconocer al doctor Fell, aunque habia observado con detalle una fotografia del individuo en cuestion hacia menos de una hora. Y no lo veia, porque el doctor no estaba sentado con los demas. Primero oyo su voz y al cabo de un momento consiguio localizarlo.
El doctor Fell estaba de pie, completamente inmovil junto a la gran escultura en bronce de Judith y Holofernes, de espaldas al orador y al publico. Empezo a hablar sin darse la vuelta, de forma que era dificil decir de que figura procedia la voz: si de Judith, con la espada siempre a punto de abatirse sobre el cuello del monarca ebrio; de Holofernes, cuya cabeza aferra la mujer por los cabellos; o del doctor Fell, esbelto e inmovil junto a las criaturas esculpidas por Donatello. Su voz horado la algarabia como un laser atravesando el humo, y el academico gallinero