La voz era de hombre, con inconfundible acento norteamericano y muy tranquila.
– Tenga la bondad de comunicarme el motivo de su llamada.
– Creo tener informacion sobre Hannibal Lecter.
– Bien, le agradecemos que se haya puesto en contacto con nosotros. ?Conoce su paradero actual?
– Eso creo. La recompensa, ?es en efectivo?
– Asi es. ?Que prueba concluyente tiene usted de que se trata de el? Debe hacerse cargo de que recibimos muchas llamadas sin fundamento.
– Puedo decirle que se ha sometido a cirugia facial y se ha operado de la mano izquierda. Pero sigue tocando las
Una pausa.
– ?Por que no ha llamado a la policia? Mi obligacion es animarlo a que lo haga.
– La recompensa, ?se hara efectiva bajo cualquier circunstancia?
– La recompensa se entregara a quien proporcione informacion que conduzca al arresto y condena.
– Pero ?se pagaria aunque las circunstancias fueran… especiales?
– ?Se refiere al caso de alguien que en circunstancias normales no tendria derecho a cobrarlo?
– Si.
– Los dos trabajamos para conseguir un mismo fin. Asi que permanezca al telefono, por favor, y permita que le haga una sugerencia. Va contra las convenciones internacionales y contra la ley norteamericana ofrecer una recompensa por alguien muerto. Permanezca al aparato, por favor. ?Puedo preguntarle si llama desde Europa?
– Si, asi es, y eso es todo lo que pienso decirle.
– Muy bien, caballero, escucheme. Le sugiero que se ponga en contacto con un abogado para informarse sobre la legalidad de ese tipo de recompensa, y que no emprenda ninguna accion delictiva contra el doctor Lecter. ?Me permite que le recomiende un abogado? Puedo darle la direccion de uno en Ginebra con experiencia en este terreno. ?Me permite que le de su numero de telefono gratuito? Lo animo calurosamente a que lo llame y sea franco con el.
Pazzi compro una tarjeta telefonica e hizo la siguiente llamada desde una cabina en los grandes almacenes Bon Marche. Hablo con una voz de cerrado acento suizo. En cinco minutos habian acabado.
Mason pagaria un millon de dolares norteamericanos por la cabeza y las manos de Hannibal Lecter. Pagaria la misma cantidad por cualquier informacion que condujera a su arresto. Confidencialmente, pagaria tres millones de dolares por el doctor vivo, sin hacer preguntas y garantizando absoluta discrecion. Las condiciones incluian cien mil dolares por adelantado. Para hacerse acreedor al adelanto, Pazzi deberia entregar un objeto que tuviera al menos una huella dactilar del doctor Lecter. Si cumplia ese requisito, podria disponer del resto del dinero, depositado en una caja de seguridad suiza, a su conveniencia.
Antes de abandonar los almacenes en direccion al aeropuerto, Pazzi le compro a su mujer un salto de cama de moare color melocoton.
CAPITULO 23
?Como comportarse cuando se sabe que los honores convencionales son basura? ?Cuando, como Marco Aurelio, se esta convencido de que la opinion de las generaciones futuras importara tan poco como la de la presente? ?Es posible comportarse bien? ?Es inteligente comportarse bien?
Ahora Rinaldo Pazzi, del linaje de los Pazzi, inspector jefe de la Questura florentina, debia decidir cuanto valia su honor, o si existia una sabiduria superior a las consideraciones sobre el honor.
Llego de Paris a la hora de cenar, y durmio un poco. Hubiera querido consultar a su mujer, pero no fue capaz; sin embargo, obtuvo consuelo en ella. Permanecio despierto largo rato despues de que la respiracion de la mujer se sosegara. Bien entrada la noche, renuncio a dormirse y salio a la calle para dar un paseo y pensar.
La codicia no es un pecado desconocido en Italia; Rinaldo Pazzi la habia absorbido a bocanadas con el aire de su tierra. Pero su deseo de poseer cosas y su ambicion naturales se habian pulido en Norteamerica, donde todo se asimila rapidamente, incluidas la muerte de Jehova y la adoracion del becerro de oro.
Cuando Pazzi abandono las sombras de la Loggia y se planto en el lugar de la Piazza della Signoria donde Savonarola fue quemado, cuando alzo la vista hacia la ventana del iluminado Palazzo Vecchio bajo la que murio su antepasado, creia estar deliberando. Pero no era asi. Ya estaba decidido a sacar tajada.
Asignamos un momento concreto a la toma de una decision para dignificarla como resultado maduro de una sucesion de pensamientos racionales y conscientes. Pero las decisiones se forman a partir de sentimientos amasados; con frecuencia se parecen mas a un amasijo que a una suma.
Cuando tomo el avion a Paris, Pazzi ya se habia decidido. Y ya se habia decidido hacia una hora, cuando su mujer, con el salto de cama nuevo, se habia mostrado complaciente como una buena esposa. Y minutos mas tarde, cuando, acostado en la oscuridad, habia tomado su mejilla para darle un tierno beso de buenas noches y una lagrima se habia deslizado por la palma de su mano. En ese momento, sin saberlo, ella le habia enternecido el corazon.
?Honores, otra vez? ?Otra oportunidad para soportar la halitosis del arzobispo mientras los santos pedernales prendian el cohete en el culo de la paloma de trapo? ?Mas elogios de los politicos cuyas vidas privadas tan bien conocia? ?De que le serviria ser conocido como el policia que habia capturado al doctor Hannibal Lecter? Para un policia, la fama tiene una vida corta y vicaria. Mas valia venderlo.
La idea lo desgarraba, retumbaba en su cabeza, le hacia palidecer pero le daba resolucion. Cuando acabo de decidirse, a pesar de ser tan visual el contenido de su mente, dos olores se mezclaron en su recuerdo, el de su mujer y el de la brisa de Chesapeake.
VENDERLO. VENDERLO. VENDERLO. VENDERLO. VENDERLO. VENDERLO.
Francesco de' Pazzi no habia hundido su daga con mas fuerza en 1478, cuando derribo a Giuliano sobre el suelo de la catedral, cuando en su frenesi se apunalo el propio muslo.
CAPITULO 24
La tarjeta con las huellas dactilares del doctor Hannibal Lecter es una curiosidad y, en cierto modo, un objeto de culto. La original cuelga enmarcada en una pared de la Unidad de Identificacion del FBI. Siguiendo la practica del Bureau cuando hay que tomar las huellas a alguien con mas dedos de lo normal, el pulgar y los cuatro dedos adyacentes aparecen en el anverso de la tarjeta y el sexto en el reverso.
Tras la huida del doctor, se hicieron circular copias de la tarjeta por todo el mundo, y la huella del pulgar aparece aumentada en el aviso de Mason Verger con suficientes puntos distintivos marcados en ella como para que cualquier investigador minimamente preparado acierte.
La identificacion de huellas dactilares no requiere una habilidad extraordinaria; Pazzi podia recogerlas con la competencia de un profesional y estaba capacitado para hacer comparaciones fiables que confirmaran sus sospechas. Pero Mason Verger exigia una huella reciente, tomada in situ y entregada, no sobre papel, sino en el objeto donde habia quedado impresa, de forma que sus expertos pudieran examinarla con total independencia. A Mason lo habian enganado muchas veces con huellas recogidas hacia anos en los escenarios de los primeros crimenes del doctor.
Pero ?como conseguir las del doctor Fell sin levantar sus sospechas?
Ante todo tenia que evitar alarmarlo. Aquel hombre era capaz de desaparecer dejando a Pazzi con un palmo de narices y las manos vacias.
El doctor salia poco del Palazzo Capponi y hasta la siguiente reunion del Comitato delle Belle Arti quedaba un mes. Demasiado tiempo para esperar y poner un vaso de agua ante su asiento, ante cada asiento, porque el comite no dispensaba semejantes atenciones.
Una vez decidido a venderlo a Mason Verger, no le quedaba mas remedio que trabajar solo. No podia arriesgarse a atraer la atencion de la Questura sobre el doctor Fell pidiendo una orden de registro para entrar en el Palazzo Capponi, demasiado protegido por alarmas como para forzar la entrada y hacerse con las huellas.