?Tenia una pagina web el diario sensacionalista? Tambien era posible que hubiera leido el resumen de lo ocurrido en la web abierta al publico del FBI, si disponia de ordenador en Italia. ?Que podria sacarse en claro a partir del ordenador del doctor Lecter?

Entre los objetos personales incautados en el Palazzo Capponi no figuraba ningun ordenador.

Pero Starling habia visto algo. Busco las fotos de la biblioteca del palacio. Ahi estaba la imagen del hermoso escritorio en el que Lecter le habia escrito la carta. Encima habia un ordenador. Un Phillips portatil. En las fotografias posteriores habia desaparecido.

Haciendo uso del diccionario, redacto con dificultad un fax dirigido a la Questura en Florencia: «Fra le cose personali del dottor Lecter, c'e un computer portatile?».

De esta forma, pasito a paso, Clarice Starling inicio la persecucion del doctor Lecter por los vericuetos de sus gustos, con mas confianza en sus piernas de la razonablemente justificada.

CAPITULO 43

Cordell, el secretario de Mason Verger, empleando una muestra enmarcada sobre su escritorio, reconocio la elegante letra de inmediato. El papel era del Hotel Excelsior de Florencia, Italia.

Como un creciente numero de ricos en la era de Unabomber, Mason hacia pasar su correspondencia por un fluoroscopio semejante al de la central de Correos.

Cordell se puso unos guantes y comprobo la carta. El fluoroscopio no detecto cables ni baterias. De acuerdo con las estrictas instrucciones de Mason, fotocopio la carta y el sobre manejandolos con pinzas, y se cambio de guantes antes de recoger las copias y entregarselas a Mason.

La inconfundible letra redonda de Lecter decia lo siguiente:

Querido Mason:

Gradas por ofrecer una recompensa tan sustanciosa por mi cabeza. Me gustaria que la aumentaras. Como sistema de localizarian a distancia, una recompensa es mas efectiva que un radar. Inclina a las autoridades de todas partes a olvidarse de su deber y perseguirme por cuenta propia, con los resultados que has podido ver.

En realidad, te escribo para refrescarte la memoria en lo referente a tu antigua nariz. En tu inspirada entrevista en el Ladies' Home Journal sobre la represion de la droga aseguras que diste tu nariz, junto con el resto de tu cara, a unos chuchos, Skippy y Spot, que meneaban sus colitas a tus pies. Estas muy equivocado: te la comiste tu mismo, como aperitivo. Por el sonido crujiente que hacias mientras la masticabas, yo diria que tenia una consistencia similar a la de las mollejas de pollo. «?Sabe apollo!», fue tu comentario en aquel momento. Me recordo los ruidos que hacen los franceses en los bistrots cuando se atiborran de ensalada de gesier.

?A que ya no te acordabas, Mason?

Hablando de pollos, durante la terapia me contaste que, mientras pervertias a los ninos desfavorecidos en tu campamento de verano, te diste cuenta de que el chocolate te irritaba la uretra. Tampoco te acordabas de eso, ?a que no?

?No se te ha ocurrido pensar que me contaste un monton de cosas de las que ahora no te acuerdas?

Hay un paralelismo indudable entre tu, Mason, y Jezabel. Como agudo estudioso de la Biblia que eres, te acordaras de que los perros se comieron el rostro de Jezabel, junto con todo lo demas, despues de que los eunucos la arrojaran por la ventana.

Tu gente podia haberme asesinado en la calle. Pero me querias vivo, ?verdad? Por el aroma de tus sicarios, es obvio como planeabas tratarme. Mason, Mason. Ya que tienes tantisimas ganas de verme, deja que te dedique unas palabras de consuelo. Y ya sabes que no miento nunca.

Antes de morir, me veras la cara.

Todo tuyo,

Hannibal Lecter, DM

PD. Me preocupa, sin embargo, que no vivas hasta entonces, Mason. Debes evitar las nuevas cepas de neumonia. Tienes que cuidarte, propenso como eres (y seguiras siendo) a contraerla. Te recomiendo vacunacion inmediata, asi como inyecciones para inmunizarte ante la hepatitis Ay B. No quiero perderte antes de tiempo.

Mason parecia un tanto sofocado cuando finalizo la lectura. Espero, espero y cuando cogio el ritmo del respirador dijo alguna cosa, que Cordell no consiguio entender.

El secretario se inclino junto a su boca y fue recompensado con una lluvia de saliva.

– Ponme al telefono con Paul Krendler. Y con el porquero.

CAPITULO 44

El mismo helicoptero en el que Mason recibia a diario los periodicos extranjeros traslado a Muskrat Farm al ayudante del inspector general, Paul Krendler.

La siniestra presencia de Mason y el cuarto a oscuras con los siseos y suspiros de la maquina y las danzas de la incansable anguila bastaban para que Krendler se sintiera incomodo; por si fuera poco, tuvo que tragarse el video de la muerte de Pazzi una y otra vez.

Siete veces contemplo a los Viggert posando alrededor de la virilidad del David, y otras tantas, la caida de Pazzi y el desbordamiento de sus visceras. A la septima, Krendler creyo que tambien al David se le saldrian las tripas.

Por fin se encendieron las potentes luces de la zona de visitas, que empezaron a achicharrar el cuero cabelludo de Krendler, brillante bajo el corte al cepillo.

Los Verger tenian un sexto sentido para la rapacidad, asi que Mason empezo por lo que Krendler queria para si. Su voz salio de la oscuridad ajusfando las frases al ritmo del respirador.

– No quiero que me expliques… todo tu programa politico… ?Cuanto hace falta?

Krendler queria hablar con Mason en privado, pero no estaban solos. Una figura de hombros anchos y magnifica musculatura recortaba su oscura silueta contra el resplandor del acuario. La idea de que un guardaespaldas escuchara la conversacion lo ponia nervioso.

– Preferiria que estuvieramos solos… ?Te importa decirle a tu amigo que se vaya?

– Es Margot, mi hermana -dijo Mason-. Puede quedarse.

Margot salio de la oscuridad haciendo sisear su culotte de ciclista.

– Oh, cuanto lo siento… -se disculpo Krendler, levantandose a medias del asiento.

– Que hay -dijo ella.

Pero en lugar de aceptar la mano que le ofrecia el hombre, cogio un par de nueces del cuenco de la mesa y, apretandolas en el puno hasta reventarlas con un crac, volvio a la penumbra del acuario, donde era de suponer que se las comio. Krendler oyo caer al suelo las cascaras.

– Muy bien, te escucho -dijo Mason.

– Por echar a Lowenstein del distrito veintisiete, diez millones de dolares minimo -Krendler, que no estaba seguro de la ubicacion de la cama, cruzo las piernas y dirigio la vista»a un punto de la oscuridad-. Lo necesitare solo para los medios de comunicacion. Pero te garantizo que es vulnerable. Estoy en condiciones de saberlo.

– ?Que problema tiene?

– Diremos simplemente que su conducta no…

– Bueno, pero ?que es, dinero o un chochete? Krendler no se sentia comodo diciendo «chochete» delante de

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