Margot, por mas que a Mason no parecia importarle.
– Esta casado y hace anos que tiene un asunto con una jueza del Tribunal de Apelacion del estado. La juez ha fallado a favor de varios de los contribuyentes a su campana. Lo mas probable es que sea pura casualidad, pero cuando la television lo condene estara acabado.
– ?El juez es una mujer? -pregunto Margot. Krendler asintio. Sin saber si Mason podia verlo, anadio:
– Si, una mujer.
– Que lastima -dijo Mason-. Hubiera sido mejor que fuera un invertido, ?no te parece, Margot? De todas formas, no puedes echarle esa mierda encima tu mismo, Krendler. No puede salir de ti.
– Hemos disenado un plan que ofrece a los votantes…
– Tu no puedes arrojarle esa mierda -repitio Mason.
– Me limitare a asegurarme de que el Comite de Inspeccion Judicial sepa adonde mirar, de forma que se le echen encima cuando salte la liebre. ?Dices que puedes ayudarme?
– Te ayudare con la mitad.
– ?Cinco?
– No seas timido, Krendler. ?Que es eso de «cinco»? Vamos a decirlo con el respeto que merece: cinco millones de dolares. El Senor me ha bendecido con mi dinero. Y con el pienso hacer Su santa Voluntad. Lo tendras solo si Hannibal Lecter llega limpiamente a mis manos -Mason respiro el tiempo de unos pocos latidos-. Si es asi, te convertiras en el senor congresista Krendler del distrito veintisiete, libre y limpio, y todo lo que te pedire en el futuro sera que te opongas al Acta de Derechos de los Animales. Si el FBI coge a Lecter, la pasma lo encierra donde sea y se libra de el con una inyeccion letal, despidete de mi.
– Si lo capturan dentro de una jurisdiccion local, no podre hacer nada. Ni si la gente de Crawford lo atrapa en un golpe de suerte. Eso no lo puedo controlar.
– ?En cuantos estados con pena de muerte hay cargos contra Lecter? -pregunto Margot con una voz aspera pero tan profunda como la de su hermano a causa de las hormonas.
– En tres, por asesinato multiple en primer grado en todos.
– Quiero que lo juzgen en el estado donde lo detengan -dijo Mason-. Nada de secuestro, ni violacion de los derechos civiles, ni ningun otro cargo supraestatal. Quiero que se libre de la pena de muerte, y lo quiero en una prision estatal, no en una jaula federal de maxima seguridad.
– ?Hace falta que pregunte por que?
– No a menos que quieras que te lo explique. No tiene nada que ver con el Acta de Derechos de los Animales, te lo aseguro -dijo Mason, que no pudo contener la risa.
Tanta charla lo habia extenuado. Hizo una sena a Margot.
La mujer cogio una libreta, se acerco a la luz y leyo sus propias anotaciones.
– Queremos toda la informacion que se consiga y la queremos antes que los de Ciencias del Comportamiento. Queremos los informes de la Unidad de Ciencias del Comportamiento en cuanto los introduzcan en la base de datos, y queremos los codigos de acceso al VICAP y al Centro Nacional de Informacion sobre el Crimen.
– Solo se puede acceder al VICAP llamando desde un telefono publico -dijo Krendler, que seguia hablando hacia la oscuridad como si no tuviera delante a la mujer-. ?Como piensa hacerlo?
– Es que no pienso hacerlo -replico Margot.
– Lo hara -susurro Mason-. Crea programas para las maquinas de los gimnasios. Es su pequeno negocio, para no tener que vivir a expensas de su hermanito.
– El FBI tiene un sistema cerrado y parte de el esta cifrado. Tendra que acceder desde una localizacion autorizada, exactamente como yo le diga, y bajar la informacion a un portatil programado en el Departamento de Justicia -explico Krendler-. De esa forma, si el VICAP introduce un virus trazador en la informacion, ira directamente al Departamento de Justicia. Compre un portatil potente y un buen modem con dinero en metalico a un mayorista, y no envie la garantia por correo. Compre tambien una tarjeta descompresora. Y no lo utilice para navegar en Internet. Lo necesitare de un dia para otro y lo quiero de vuelta cuando todo haya acabado. Me pondre en contacto con ustedes. Entonces, ya esta, eso es todo -y se puso en pie recogiendo sus papeles.
– No, no es todo, senor Krendler… -replico Mason-. Lecter no tiene ningun motivo para asomar las orejas. Tiene dinero para esconderse eternamente.
– ?De donde lo ha sacado? -pregunto Margot.
– A su consulta de psiquiatra iban unos cuantos viejos muy ricos -explico Krendler-. Consiguio que lo nombraran heredero de un monton de dinero y acciones, y los escondio bien. Hacienda no ha sido capaz de dar con ellos. Exhumaron los cuerpos de una pareja de benefactores para comprobar si los habia matado, pero no pudieron probar nada. El escaner no encontro toxinas.
– Asi que no lo cogeran en un atraco, tiene dinero de sobras -dijo Mason-. Hay que enganarlo para que salga de su escondite. Empieza a pensar en maneras de hacerlo.
– Se imaginara de donde le vino el golpe de Florencia -dijo Krendler.
– No me digas.
– Y te querra a ti.
– No estoy tan seguro. Yo le gusto tal como soy. Anda, Krendler, sigue pensando -dijo Mason, y se puso a tararear.
Todo lo que el inspector general adjunto oyo mientras salia fue el mosconeo de Mason, que tenia costumbre de canturrear himnos religiosos mientras tramaba algo: «Ya tienes tu cebo, Krendler. Pero ya hablaremos cuando hayas hecho un ingreso banCarlo que te incrimine. Cuando me pertenezcas».
CAPITULO 45
En el cuarto de Mason no queda mas que la familia, el hermano y la hermana.
Musica y luz suave. Musica del Magreb, laud y tambores. Margot esta sentada en el sofa, con la cabeza baja y los codos en las rodillas. Hubiera podido tratarse de una lanzadora de martillo olimpico esperando su turno, o de una levantadora de pesas descansando en el gimnasio despues de un entrenamiento. Respira un poco mas deprisa que el respirador de Mason.
La cancion termina y Margot se levanta y se acerca a la cabecera de la cama. La anguila asoma la cabeza por el agujero de la roca artificial y mira hacia su ondulado cielo de plata por si barrunta otro chaparron de carpa para esta noche. Margot se esfuerza por dulcificar su aspera voz.
– ?Estas despierto?
En un instante Mason esta presente tras su ojo siempre abierto.
– ?Ha llegado la hora de hablar de… -un siseo de inhalacion- lo que quiere Margot? Anda, sientate aqui, en las rodillas de Santa Claus.
– Ya sabes lo que quiero.
– Dimelo otra vez.
– Judy y yo queremos un nino. Queremos un Verger, nuestro propio hijo.
– ?Y por que no comprais un chinito? Estan mas baratos que los lechones.
– Seria una buena obra. Podriamos hacer eso tambien.
– ?Y que dira papa? «…A un familiar directo, confirmado como mi descendiente por el laboratorio Cellmark o uno similar mediante la prueba del ADN, todas mis propiedades una vez desaparecido mi querido hijo Mason.» Su querido hijo Mason: ese soy yo. «En caso de no existir tal heredero, el unico beneficiario sera la Convencion Baptista Surena, con clausulas especificas a favor de la Universidad Baylor de Waco, Texas.» A papa le jodio un monton lo de tus tortillas, Margot.
– Puedes pensar lo que quieras, Mason, pero no es por el dinero; bueno, un poco si, pero ?es que no quieres un heredero? Tambien seria tu heredero, Mason.
– ?Por que no te buscas un buen semental y le das un poco de metesaca? No puede decirse que no sepas hacerlo.
La musica marroqui vuelve a sonar, y el exasperante bordoneo del laud parece azuzar la ira contenida de Margot.
– Me he jodido yo misma, Mason. Se me han secado los ovarios con todo lo que me he metido. Ademas, quiero