que Judy participe. Quiere ser la madre. Mason, dijiste que si te ayudaba… Me prometiste tu esperma.
Los dedos de arana de Mason le hicieron un gesto.
– Sirvete tu misma. Si es que sigue ahi.
– Mason, lo mas probable es que tu esperma siga siendo viable, y te aseguro que es muy facil cosecharlo sin que sufras molestias…
– ?Cosechar mi esperma viable? Me parece que has estado hablando con alguien.
– Solo con la clinica de fertilidad, es confidencial -las facciones de Margot se suavizaron, incluso a la luz fria del acuario-. Seriamos unas madres estupendas, Mason. Hemos ido a clases de paternidad, y Judy viene de una familia numerosa y unida. Ademas, existe un grupo de apoyo para parejas de madres.
– Solias conseguir que me corriera cuando eramos ninos, Margot. Me hacias descargar como si tuvieras un motor en la muneca. Y a toda hostia.
– Me hiciste dano cuando era pequena, Mason. Me hiciste dano y me dislocaste el codo obligandome a lo otro. Sigo sin poder levantar mas de cuarenta kilos con el brazo izquierdo.
– Es que no querias comerte el chocolate. Y ya te dije que hablariamos de lo del nino algun dia, hermanita, cuando acabe este trabajo.
– Solo te pido que te hagas el analisis -dijo Margot-. El medico te sacara una muestra sin hacerte dano…
– ?Que dano me va a hacer, si no puedo sentir nada ahi abajo? Podrias chuparmela hasta ponerte azul, y te aseguro que no seria lo mismo que la primera vez. Ya me lo han hecho otros y no ha pasado nada.
– El medico te sacara un poco, solo para ver si tu esperma da senales de motilidad. Judy ya esta tomando Clomid. Estamos controlando su ciclo, hay un monton de cosas por hacer…
– En todo este tiempo, no he tenido el gusto de conocer a Judy. Cordell dice que es patizamba. ?Cuanto hace que os lo montais tu y ella, Margot?
– Cinco anos.
– ?Por que no la traes un dia? Podriamos… hacer algo juntos, por decirlo asi.
Los tambores magrebies acaban con un seco manotazo que deja un silencio resonante en los oidos de Margot.
– ?Por que no te apanas con el Departamento de Justicia tu solito? -le susurro pegando la boca a su oreja-. ?Por que no intentas llegar a una cabina telefonica con el jodido portatil? ?Por que no pagas a unos cuantos espaguetis mas para coger al tio que convirtio tu cara en comida para perros? Dijiste que me ayudarias, Mason.
– Y lo hare. Solo tengo que pensar en el mejor momento.
Margot revento dos nueces y dejo caer las cascaras sobre la sabana.
– No te lo pienses mucho, preciosidad.
Su
CAPITULO 46
Ardelia Mapp cocinaba cuando le apetecia, pero una vez metida en harina el resultado era excelente. Su escuela era mitad jamaicana, mitad de la costa de Carolina del Sur, y en aquel momento se disponia a preparar pollo al estilo sureno. Estaba quitando las pepitas a un pimiento que sostenia con cuidado por el tallo mientras reganaba a Starling, atareada con los pollos, la cuchilla de carnicero y la tabla de cortar.
– Si dejas los trozos enteros, Starling, no van a coger el mismo gusto que si los cortas -le explico, y no por primera vez-. Asi -dijo cogiendo el hacha y golpeando una pechuga con tal fuerza que las esquirlas de hueso se le clavaron en el delantal-. ?Has visto? Pero ?como se te ocurre tirar las cabezas? Vuelve a echarlas ahi ahora mismo, anda -y un minuto mas tarde-: He estado en la oficina de correos, facturando los zapatos para mi madre.
– Yo tambien he ido. Podia haberlos llevado yo.
– ?Y no te han dicho nada?
– No.
Mapp, nada sorprendida, asintio.
– Los tambores dicen que estan controlando tu correo.
– ?Quien lo ha ordenado?
– Una directiva confidencial del inspector de Correos. No lo sabias, ?verdad?
– No.
– Pues di que te has enterado por otro conducto, no quiero que mi amigo de correos pague el pato.
– Vale -Starling dejo la hachuela un momento-. ?Dios, Ardelia!
Mientras estaba ante el mostrador de la oficina de correos comprando sellos, no habia notado nada en las caras inexpresivas de los atareados funcionarios, la mayoria afroamericanos y varios conocidos suyos. Estaba claro que alguien queria ayudarla, aunque hacerlo suponia arriesgarse a ser acusado de un delito y perder la pension. Estaba claro que ese alguien confiaba mas en Ardelia que en ella. Aunque angustiada, Starling se sintio feliz por haber recibido un favor de la comunidad afroamericana. Tal vez debiera interpretarlo como un reconocimiento tacito de que habia actuado en defensa propia en el asunto de Evelda Drumgo.
– Ahora coges las cebolletas, las machacas con el mango del cuchillo y las vas echando aqui. Machaca tambien lo verde -le indico Ardelia.
Finalizados los trabajos preparatorios, Starling se lavo las manos. Luego fue al cuarto de estar de Ardelia, tan ordenado como de costumbre, y se sento. Ardelia llego al cabo de un minuto secandose las manos en un pano de cocina.
– ?Que cono de mierda es esta, joder? -dijo Ardelia.
Tenia la costumbre de soltar una sarta de juramentos justo antes de enfrentarse a algo que tuviera autentica mala pinta, una version moderna del clasico silbido en la oscuridad.
– No tengo ni puta idea -contesto Starling-. ?Quien sera el cabron que anda mirandome las cartas?
– Mis amigos no pueden llegar mas arriba del inspector de Correos.
– Esto no tiene nada que ver con el tiroteo, ni con Evelda -aseguro Starling-. Si me estan leyendo el correo, tiene que ser por el doctor Lecter.
– Pero si siempre les has ensenado todo lo que te ha mandado… Tienes que aclarar esto con Crawford.
– Pero cagando leches. Si me esta controlando la Oficina de Responsabilidades Profesionales del Bureau, puedo averiguarlo. Creo. Si es la de Justicia, no lo se.
El Departamento de Justicia y su filial, el FBI, tienen Oficinas de Responsabilidades Profesionales separadas, que en teoria cooperan y a veces entran en conflicto. Esos conflictos se conocen puertas adentro como «competiciones de a-ver-quien-mea-mas-alto», y los agentes que se ven cogidos entre los dos chorros se ahogan en bastantes ocasiones. Para colmo, el inspector general del Departamento de Justicia, un cargo politico, puede intervenir cuando le parezca oportuno y zanjar un caso peliagudo.
– Si saben que Hannibal Lecter esta planeando algo, si creen que anda cerca, tienen que comunicartelo para que puedas tomar precauciones. Starling, ?alguna vez… lo has sentido a tu alrededor?
– No suelo pensar en el -dijo Starling sacudiendo la cabeza-. No de esa manera. Antes pasaba mucho tiempo sin acordarme siquiera. ?Sabes esa sensacion como de plomo, esa sensacion gris y pesada, cuando algo te da miedo? Ni siquiera siento eso. Solo pienso que, si estuviera en peligro, lo sabria.
– ?Que harias, Starling? ?Que harias si te lo encontraras frente a frente? ?Sin esperartelo? ?Lo has pensado alguna vez? ?Te le echarias encima?
– Si consiguiera encontrarmelo, se la meteria por el culo.
Ardelia se rio.
– Y luego, ?que?
La sonrisa desaparecio de los labios de Starling.
– Se le habria acabado el cuento.
– ?Podrias dispararle?
– ?Estas de broma? ?Para evitar que convirtiera mi higado en