facturas clasificadas por temas, penosamente reunidas y reveladoras del modo de vida de Lecter en Italia, y en Estados Unidos antes de que lo confinaran en el hospital psiquiatrico. Era un catalogo provisional de sus gustos.
Usando un escaner plano como soporte, Starling habia dispuesto un servicio de mesa individual con lo que habia sobrevivido de su hogar en Baltimore: porcelana, plata, cristal, manteleria de un blanco radiante y un candelabro; un metro cuadrado de elegancia que contrastaba con el grotesco decorado del despacho.
Krendler cogio el ancho vaso de vino e hizo sonar el cristal golpeandolo con la una de un dedo.
El ayudante del inspector no habia tocado nunca a un criminal, ni habia rodado por el suelo con ninguno, y se imaginaba al doctor Lecter como a una especie de demonio inventado por los medios de comunicacion, y como una oportunidad de medrar. Se imaginaba su propia fotografia formando parte de un despliegue como aquel en el museo del FBI una vez muerto Lecter. Se imaginaba las sumas astronomicas de su campana. Krendler tenia la cara pegada a la radiografia del espacioso craneo del doctor, y cuando Starling abrio la boca, dio un respingo y mancho la placa con la grasa de la nariz.
– ?Puedo ayudarlo, senor Krendler?
– ?Que hace sentada ahi, a oscuras?
– Estaba pensando, senor Krendler.
– Los del Capitolio quieren saber que estamos haciendo respecto a Lecter.
– Esto es lo que estamos haciendo.
– Hagame un resumen, Starling. Pongame al dia.
– ?No prefiere que el senor Crawford…?
– Y ese, ?donde anda?
– El senor Crawford esta en los juzgados.
– Tengo la impresion de que anda un poco perdido, ?no le parece?
– No, senor, a mi no me lo parece.
– ?Que esta haciendo? Los de la universidad nos llamaron hechos una furia cuando usted se llevo todo esto de su biblioteca. Este asunto podia haberse manejado con mas delicadeza.
– Hemos reunido todo lo que hemos podido encontrar sobre Lecter en este despacho, tanto objetos como documentacion. Sus armas estan en Armas de Fuego y Herramientas, pero tenemos duplicados. Y tenemos lo que queda de sus papeles personales.
– Y todo esto, ?a santo de que? ?Usted que quiere, capturar a un criminal o escribir una tesis doctoral? - Krendler hizo una pausa para almacenar aquella estupenda rima en su polvorin mental-. Imaginese que un peso pesado de los republicanos en la Comision de Seguimiento Judicial me pregunta lo que usted, agente especial Starling, esta haciendo para capturar a Hannibal Lecter. A ver, ?que le digo?
Starling dio todas las luces. Comprobo que Krendler seguia gastandose el dinero en trajes caros y ahorrandolo en camisas y corbatas. Los huesos de sus velludas munecas le asomaban por las mangas.
Starling se quedo un momento mirando la pared, atravesandola con la mirada y tratando de no perder los estribos. Se obligo a ver a Krendler como a un alumno de la Academia de Policia.
– Sabemos que el doctor Lecter tiene una identidad solida -empezo diciendo-. Lo mas probable es que tenga otra igual de buena, tal vez mas. Respecto a eso siempre ha sido muy escrupuloso. No cometera un error tonto.
– Al grano.
– Es un hombre de gustos refinados, algunos bastante exoticos, en comida, vino, musica… Si vuelve, querra esas cosas. Tendra que apanarselas para conseguirlas. No estara dispuesto a privarse de ellas.
»E1 senor Crawford y yo hemos examinado las facturas y papeles que se han podido recuperar de su vida en Baltimore, antes de que lo detuvieran, y todas las que la policia italiana ha podido proporcionarnos, asi corno las denuncias de sus acreedores presentadas tras su detencion. Hemos elaborado una lista de algunas de las cosas que le gustan. Aqui la tiene. El mismo mes en el que el doctor Lecter sirvio las lechecillas del flautista Benjamin Raspail a los miembros del patronato de la Orquesta Filarmonica de Baltimore, compro dos cajas de burdeos Chateau Petrus a tres mil seiscientos dolares la caja. Ademas, compro cinco cajas de Batard-Montrachet a mil cien dolares la caja, y distintos vinos mas baratos.
«Despues de su huida, pidio el mismo vino al servicio de habitaciones del hotel de Saint Louis, y volvio a comprarlo en Vera dal 1926, en Florencia. Es un producto nada corriente. Estamos investigando las ventas de cajas de los mayoristas e importadores.
»Encargo
Krendler resoplo por la nariz.
– Mire, en este pleito civil le reclaman el pago de un candelabro Steuben, y el concesionario de coches Galeazzo de Balrimore lo demando para que devolviera un Bentley. Estamos controlando las ventas de Bentleys, tanto nuevos como de segunda mano. No puede decirse que sean muchas. Y las ventas de Jaguars con compresor de sobrecarga. Hemos enviado faxes a los proveedores de restaurantes especializados en caza para que nos informen de sus ventas de jabalies, y emitiremos un boletin la semana previa a la llegada de Escocia de las perdices patirrojas -tecleo en el ordenador y consulto una lista, despues se separo de la pantalla al sentir el aliento de Krendler en el cuello-. He solicitado fondos para comprar la cooperacion de algunos revendedores de estrenos, los buitres culturales, en Nueva York y San Francisco; hay un par de orquestas y unos cuantos cuartetos de cuerda por los que siente especial predileccion, le gustan las filas seis o siete y siempre compra asientos de pasillo. He distribuido las mejores fotografias de que disponemos en el Lincoln Center y en el Kennedy Center, y en la mayoria de las salas de conciertos. Tal vez con su intervencion, senor Krendler, el Departamento de Justicia podria aportar dinero -al ver que no se daba por aludido, prosiguio-: Estamos comprobando las suscripciones recientes a publicaciones culturales que Lecter recibia hasta ahora, de antropologia, linguistica, matematicas, musica, la
– ?Y que me dice de putas sadomasoquistas? ?No contrata chaperos?
Starling era consciente del placer que experimentaba Krendler haciendole semejante pregunta.
– No que nosotros sepamos, senor Krendler. Fue visto hace anos en conciertos con distintas mujeres muy atractivas, un par de ellas personalidades prominentes de la vida social de Baltimore que participaban en obras beneficas y esa clase de cosas. Tenemos las fechas de sus cumpleanos para comprobar los regalos que les envian. Por lo que sabemos ninguna de ellas sufrio el menor dano, y ninguna ha querido hablar sobre el nunca. No sabemos absolutamente nada sobre sus preferencias sexuales.
– Siempre he pensado que era homosexual.
– ?Algun motivo en especial, senor Krendler?
– Todas esas sandeces artisticas que se gasta. Musica de camara y comida de
– Si, senor.
– Asegurese de hacerlo -dijo Krendler ya en la puerta-. Esta es su oportunidad de mejorar su situacion aqui. Su carrera, por llamarla de algun modo, necesita toda la ayuda que pueda conseguir.
El futuro cuarto oscuro ya estaba equipado con un extractor de aire. Mirandolo a la cara, Starling presiono el interruptor y el aparato empezo a succionar el olor de su locion para el afeitado y su betun. Krendler desaparecio tras las cortinas sin decir adios.
El aire vibraba ante los ojos de Starling como el calor reverberando en la galeria de tiro.