– ?Y antes?
– Estuve en los marines.
– Ya veo. Y cuando estaba en el hospital psiquiatrico vio a Clarice Starling y a Hannibal Lecter juntos. Digame, ?asistio a alguna de sus conversaciones?
– Me parecio que ellos…
– Vamos a empezar con lo que vio, no con lo que penso sobre lo que vio. ?Le parece?
– Es lo bastante listo como para dar su opinion -interrumpio Mason-. Barney, tu conoces a Clarice Starling.
– Si.
– Y viste al doctor Lecter durante seis anos.
– Si.
– ?Y como era su relacion?
Al principio a Krendler le costo entender la voz aspera y aguda de Barney; sin embargo, fue el quien hizo la pregunta pertinente.
– ?Se comportaba Lecter de una forma especial durante sus entrevistas con Starling, Barney?
– Si. La mayoria de las veces ni siquiera se molestaba en contestar a los que lo visitaban -dijo Barney-. Otras abria los ojos lo justo para humillar a algun psiquiatra que estaba intentando comprender el funcionamiento de su cerebro. Hizo llorar a un catedratico que lo visito. Con Starling era duro, pero le contestaba a casi todo. Ella le interesaba. Lo intrigaba.
– ?Como?
Barney se encogio de hombros.
– Practicamente no veia mujeres. Ella es bastante atractiva…
– No me interesa su opinion al respecto -lo corto Krendler-. ?Eso es todo lo que sabe?
Barney no respondio. Lo miro como si los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro de Krendler fueran dos perros enganchados.
Margot revento otras dos nueces.
– Continua, Barney -dijo Mason.
– Eran sinceros el uno con el otro. El te desarma con esa actitud. Tienes la sensacion de que no se rebajara a mentir.
– ?Que no se «que»? -lo interrumpio Krendler.
– Rebajara -respondio Barney.
– Erre, e, be, a, jota… -se oyo decir a Margot Verger desde la oscuridad-. O se avendra. O condescendera, senor Krendler.
– El doctor Lecter -prosiguio Barney- le conto a Starling cosas desagradables sobre si misma, y luego le dijo algunas agradables. Ella aguanto el tipo con las malas, y despues pudo disfrutar mas de las buenas sabiendo que no eran palabreria barata. El la consideraba encantadora y divertida.
– ?Quien es usted para juzgar lo que el doctor Lecter encontraba divertido? -dijo el doctor Doemling-. ?Como ha llegado a semejantes conclusiones, celador Barney?
– Oyendolo reir, loquero Doemling. Nos lo ensenaron en la escuela de enfermeria, en una conferencia titulada «La sanacion por el descojone».
O era Margot aguantandose la risa o es que el acuario burbujeaba mas de la cuenta.
– Tranquilo, Barney. Cuentanos el resto -lo animo Mason.
– Si, senor Verger. A veces el doctor Lecter y yo hablabamos por la noche, cuando habia tranquilidad. Hablabamos de los cursos que yo hacia y de otras cosas. El…
– ?Estaba usted siguiendo algun curso de psicologia a distancia, por casualidad? -tuvo que preguntarle Doemling.
– No, senor, no considero la psicologia una ciencia. Ni el doctor Lecter tampoco -Barney continuo rapidamente, sin dar tiempo a que el respirador permitiera a Mason intervenir para reprenderlo-: Me limito a repetir lo que me dijo. El doctor era capaz de ver en que se estaba convirtiendo la chica. Era encantadora de la misma forma que un cachorro, un pequeno cachorro que cuando crezca se habra convertido en uno de esos tigres enormes. Con el que ya no podras jugar. Tenia la testarudez de un cachorro, decia el doctor. Tenia todas las armas, en miniatura y en continuo crecimiento, y el sabia como luchar con cachorros como ella. Eso divertia a Lecter.
»Creo que la forma en que empezo todo entre ellos puede decirles mucho. La primera vez el doctor fue cortes, pero no le dio la menor importancia; entonces, cuando ella iba a marcharse, otro interno le tiro semen a la cara. Aquello avergonzo al doctor Lecter, lo saco de sus casillas. Fue la unica vez que llegue a verlo realmente enfadado. Ella tambien se dio cuenta y trato de usarlo a su favor. Tengo la impresion de que el doctor Lecter la admiraba por su coraje.
– ?Cual fue la actitud de Lecter hacia el otro interno, hacia el que arrojo el semen? ?Tenian algun tipo de relacion?
– No exactamente -respondio Barney-. El doctor Lecter se limito a matarlo aquella misma noche.
– ?No estaban en celdas separadas? -pregunto Doemling-. ?Como pudo hacerlo?
– Estaban separados por tres celdas y en distintos lados del corredor -puntualizo Barney-. En mitad de la noche el doctor Lecter le hablo un rato y luego le dijo que se tragara la lengua.
– Asi que Clarice Starling y Hannibal Lecter se llevaban bien, ?no es eso? -pregunto Mason.
– Tenian una especie de acuerdo -matizo Barney-. Intercambiaban informacion. El doctor Lecter le proporcionaba pistas sobre el asesino en serie tras el que andaba Clarice, y ella le correspondia con informacion personal. El doctor Lecter llego a decirme que Starling daba la impresion de tener mas nervio del que le convenia, un «exceso de celo», lo llamo. En su opinion la chica era capaz de trabajar demasiado proxima al filo si pensaba que su mision lo exigia. Y en cierta ocasion dijo que Starling tenia «la maldicion del buen gusto». Sigo sin saber lo que quiso decir con aquello.
– Doctor Doemling, ?quiere follarsela, matarla, comersela o que cono quiere? -pregunto Mason, procurando agotar las posibilidades.
– Probablemente las tres cosas -respondio Doemling-. No me gustaria tener que predecir el orden en que le gustaria llevarlas a cabo. Pero hay algo que si estoy en condiciones de decirles. Da igual que la prensa amarilla, y los que tienen mentalidad de prensa amarilla, quieran darle al asunto un toque romantico y traten de convertirlo en «La Bella y la Bestia»; el objetivo de Lecter es la degradacion de esa mujer, su sufrimiento y, en ultimo termino, su muerte. Ha salido en su defensa dos veces: cuando la ultrajaron arrojandole semen a la cara y cuando se le echaron encima los medios por disparar a aquella gente. Se presenta con el disfraz de un padre, pero lo que lo excita es la desgracia. Cuando se escriba la historia de Hannibal Lecter, y se escribira, sera presentada como un caso de «avunculismo de Doemling». Clarice Starling solo conseguira atraerlo estando en desgracia.
En el ancho y elastico entrecejo de Barney habia aparecido un profundo surco.
– Senor Verger, ?puedo decir algo, ya que me lo ha preguntado antes? -no espero a obtener permiso-. En el manicomio, el doctor Lecter cambio de actitud hacia ella cuando vio que conservaba la calma, se limpiaba la leche de la cara y seguia haciendo su trabajo. En las cartas la llama una guerrera, y le recuerda que salvo a aquel nino durante el tiroteo. Admira y respeta su coraje y su disciplina. Dice por propia voluntad que no tiene intencion de ir a por ella. Y una de las cosas que nunca hace es mentir.
– Ahi tienen exactamente el tipo de mentalidad de periodico basura de la que les hablaba -dijo Doemling-. Hannibal Lecter carece de emociones como la admiracion y el respeto. No es capaz de sentir aprecio o afecto. Esa es una equivocacion romantica, muy propia de quienes han recibido una educacion deficiente.
– Doctor Doemling, ?no me recuerda, verdad? -dijo Barney-. Yo era el responsable del corredor de los violentos cuando usted intento hablar con el doctor Lecter, como mucha otra gente. Pero si no recuerdo mal fue usted el que salio llorando. Despues el doctor Lecter escribio una resena de su libro para el American Journal of Psychiatry. No puedo culparlo si el articulo volvio a hacerle llorar.
– Ya esta bien, Barney -dijo Mason-. Ve a encargarme el almuerzo.
– Desde luego no hay nada peor que un autodidacta de tres al cuarto -dijo Doemling cuando Barney salio de la habitacion.
– No me habia contado usted que habia entrevistado a Lecter, doctor -dijo Mason.
– En aquella epoca estaba catatonico, fue imposible obtener de el la menor colaboracion.
– ?Y por eso se echo a llorar…?
– Eso no es cierto.