Mandamos las muestras a Portland, Oregon, al Departamento de Caza y Pesca de alli; ellos le daran la informacion, si es que se puede esperar. Te contestan diciendo: «Este es el ciervo numero uno», o lo llaman «el ciervo A», con un numero bien largo para el caso, porque supongo que sabe que los ciervos no' tienen nombre… Aqui de eso sabemos un poco.

A Starling le gustaba la cara de Moody, curtida por las muchas horas pasadas a la intemperie.

– Pues a este lo vamos a llamar «John Doe», [6] guarda Moody. Le agradezco que me haya informado de lo de Oregon, puede que tengamos que hacer negocios con ellos alguna vez. Gracias -dijo, y le sonrio hasta que el hombre se ruborizo y se puso a jugar con el sombrero.

Mientras estaba inclinada revolviendo en su bolso, el doctor Hollingsworth se la quedo mirando embelesado. La cara de la mujer se habia animado tras la charla con el pobre Moody. El antojo de la mejilla parecia mas bien una quemadura de polvora. Estuvo a punto de preguntarselo, pero se lo penso dos veces.

– ?Donde han guardado los papeles? No los han metido en bolsas de plastico, ?verdad? -le pregunto Starling al sheriff.

– En bolsas de papel. Una bolsa de papel nunca le ha hecho dano a una prueba -el sheriff se froto la nuca y miro fijamente a Starling-. Supongo que se imagina por que llame a su oficina, por que queria que viniera Jack Crawford. Me alegro de que viniera usted, ahora que me he dado cuenta de quien es. Nadie ha pronunciado la palabra «canibal» fuera de esta sala, porque la prensa saldria de estampida hacia el bosque y lo pondrian todo patas arriba. Lo unico que saben es que podria tratarse de un accidente de caza. Han oido rumores de que el cuerpo sufre alguna mutilacion. Pero no saben que a Barber le han dejado las costillas al aire. No hay muchos canibales entre los que elegir, agente Starling.

– No, sheriff, no demasiados.

– Y es un trabajo jodidamente limpio.

– Si, senor, una obra de arte.

– Puede que me se me haya ocurrido por haberlo visto tanto en los periodicos… pero ?cree usted que esto puede ser obra de Hannibal Lecter?

Starling se quedo mirando una arana que se colaba por el desague de la mesa de autopsias vacia.

– La sexta victima del doctor Lecter fue un cazador con arco -dijo.

– ?Se lo comio?

– A ese, no. Lo dejo colgado en un panel para herramientas con todas las heridas imaginables. Le dio el mismo aspecto que un grabado medico conocido como el «Hombre herido». Le interesan las cosas de la Edad Media.

El patologo senalo hacia los pulmones extendidos sobre la espalda de Donnie Barber.

– Usted ha dicho que se trataba de un ritual antiguo.

– Eso creo -respondio Starling-. No se si esto es obra del doctor Lecter. Si lo es, la mutilacion no tiene nada que ver con ningun fetichismo, y lo de las alas no forma parte de un comportamiento compulsivo.

– Entonces, ?que es?

– Un capricho -dijo Starling, mirandolos para comprobar si la definicion, que le parecia exacta, los habia desconcertado-. Es un capricho, parecido al que hizo que lo atraparan la ultima vez.

CAPITULO 59

El laboratorio de ADN era nuevo, olia a nuevo y el personal era mas joven que ella. A esto ultimo tendria que ir acostumbrandose, penso Starling con una punzada. Y muy pronto seria un ano mas vieja.

Un» joven cuya tarjeta de identificacion decia «A. BENNING» firmo el recibo de las dos flechas.

A. Benning habia tenido algun que otro disgusto en la recepcion de pruebas, a juzgar por su evidente alivio cuando vio los dos proyectiles fijados con esmero al tablero de pruebas de Starling con alambres forrados de plastico.

– No se imagina lo que me encuentro algunas veces cuando abro estas cosas -le confeso A. Benning-. Supongo que sabe que no podre decirle nada enseguida, esto no es cosa de cinco minutos…

– Claro -la tranquilizo Starling-. No hay referencias sobre el RFLP [7] del doctor Lecter. Se escapo hace mucho tiempo y las muestras antiguas han pasado por un centenar de manos y ya no son fiables.

– El laboratorio tiene demasiado trabajo como para examinar todas las muestras, no podemos comparar catorce cabellos de una habitacion de motel, como nos traen a veces. Si pudiera traerme…

– Escucheme -la interrumpio Starling-, y luego hable. He pedido a la Questura italiana que me manden el cepillo de dientes que creen pertenecio al doctor Lecter. Podra conseguir celulas epiteliales de el. Haga tanto la prueba del RFLP como la de secuencias recurrentes de genomas. Esta flecha de ballesta ha estado bajo la lluvia, asi que dudo que le sirva de mucho. Pero mire esto…

– Lo siento, no imaginaba que usted supiera… Starling consiguio sonreir.

– No se apure, A. Benning, ya vera como nos entendemos de maravilla. Fijese, las dos flechas son amarillas. La de ballesta, porque la han pintado a mano; no es un mal trabajo, pero se notan las pinceladas. Mire aqui, ?que le parece eso que se ve bajo la pintura?

– ?Un pelo del pincel?

– Puede. Pero fijese que esta curvado hacia un extremo y tiene una especie de bultito al final. ?Y si ruera una pestana?

– Y si conserva el foliculo…

– Exacto.

– Mire, puedo hacer las polimerasas y las secuencias del genoma, es decir, tres colores a la vez, en la misma linea de gel y aislar tres localizaciones de ADN al mismo tiempo. Haran falta trece para los tribunales, pero bastaran un par de dias para saber con toda seguridad si es de el.

– A. Benning, estaba segura de que me ayudarias.

– Eres Starling, ?verdad? Quiero decir la agente especial Starling. Perdona si he empezado con mal pie. Es que los polis mandan las pruebas en unas condiciones… No tenia nada que ver contigo.

– Ya lo se.

– Creia que eras mayor. Todas las chicas… las mujeres te conocen, bueno, todo el mundo te conoce; pero para nosotras eres… -A. Benning aparto la mirada- algo especial -luego levanto el rechoncho pulgar y dijo-: Buena suerte con el Otro. No te importa que lo llame asi, ?verdad?

CAPITULO 60

El mayordomo de Mason Verger, Cordell, era un hombreton de rasgos excesivos que habria sido guapo de haberles dado un poco de animacion. Tenia treinta y siete anos, y no podria volver a trabajar en la sanidad suiza, ni en cualquier otro oficio que lo pusiera en contacto con ninos en aquel pais.

Mason le pagaba un salario generoso para que organizara aquella ala del edificio, y era responsable del cuidado y alimentacion del invalido. Le habia demostrado ser de absoluta confianza y capaz de cualquier cosa. Mientras Mason interrogaba a las criaturas, Cordell habia presenciado a traves de la pantalla actos de crueldad que hubieran provocado la rabia o las lagrimas de cualquier otro.

Ese dia Cordell estaba un tanto preocupado por el unico asunto que consideraba sagrado, el dinero.

Llamo a la puerta con los nudillos dos veces, como de costumbre, y entro a la habitacion de Mason. Estaba completamente a oscuras excepto por el resplandor del acuario. La anguila se percato de su presencia y salio del agujero, esperanzada.

– ?Senor Verger?

Paso un momento antes de que Mason se despertara.

– Necesito comentar algo con usted. Tengo que hacer un pago extra en Baltimore esta semana a la misma persona de la que hablamos antes. No se trata de ninguna emergencia, pero seria prudente. Ese nino negro llamado Franklin comio veneno para ratas y estaba en estado critico a principios de semana. Le ha contado a su madre

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