adoptiva que usted le sugirio envenenar a su gato para que la policia no lo torturara. Asi que le dio el gato a un vecino y se tomo el veneno el mismo.

– Eso es absurdo -dijo Mason-. Yo no tuve nada que ver con semejante cosa.

– Por supuesto, senor Verger, es completamente absurdo.

– ?Quien se ha quejado, la mujer que te consigue los crios?

– A esa hay que pagarle ya.

– Cordell, tu no le hiciste nada a ese pequeno bastardo, ?verdad? No le verian nada en el hospital, ?o si? Ya sabes que lo acabare descubriendo.

– No, senor. ?En esta casa? Nunca, lo juro. Usted sabe que no soy ningun estupido. Y adoro mi trabajo.

– ?Donde esta Franklin?

– En el Hospital General de la Misericordia de Maryland. Cuando salga ira a un hogar comunitario. Ya sabe que la mujer con quien vivia fue borrada de la lista de hogares adoptivos por fumar marihuana. Ella es la que se esta quejando de usted. Tal vez convenga hablar con ella.

– Una negrata drogadicta, no sera mucho problema.

– No conoce a nadie a quien ir con el cuento. En mi opinion hay que manejarla con cuidado. Guantes de seda. La asistente social quiere que la hagamos callar.

– Pensare en ello. Adelante, pagale a la asistenta.

– ?Mil dolares?

– Pero que se entere de que es lo ultimo que va a sacarnos.

Tumbada a oscuras en el sofa de la habitacion de Mason, con las mejillas manchadas de lagrimas secas, Margot Verger escuchaba la conversacion entre su hermano y Cordell. Habia intentado razonar con Mason, hasta que se quedo dormido. Era evidente que Mason la creia lejos de la habitacion. Margot abrio la boca para respirar muy despacio aprovechando los siseos de la maquina. La luz del pasillo tino de gris la penumbra de la habitacion cuando salio Cordell. Margot siguio tumbada en el sofa. Espero casi veinte minutos, hasta que el respirador se adapto al ritmo del durmiente, y dejo la habitacion. La anguila la vio salir, pero Mason no.

CAPITULO 61

Margot Verger y Barney pasaban el tiempo juntos. No hablaban mucho, pero veian partidos de rugby en la sala de recreo, Los Simpsons y a veces conciertos en las cadenas educativas, y juntos siguieron Yo, Claudio. Cuando el turno de Barney le obligaba a perderse varios episodios, los grababan en video.

A Margot le gustaba Barney, le gustaba la camaraderia con que la trataba. Hasta entonces no habia conocido a nadie con tan pocos prejuicios. Barney era listo, y habia en el algo indefinible, como de otro mundo. Eso tambien le gustaba.

Margot tenia una solida formacion en Humanidades, ademas de su licenciatura en Informatica. Barney, que era autodidacta, tenia opiniones que iban de lo pueril a lo penetrante. Ella podia proporcionarle un contexto. Su propia educacion era una meseta amplia y abierta, aunque acotada por la razon. Pero la meseta descansaba encima de su mentalidad como la Tierra plana de los antiguos sobre una tortuga.

Margot le hizo pagar cara su broma sobre mear de pie. Estaba segura de tener las piernas mas fuertes que el, y el tiempo le dio la razon. Fingiendo grandes esfuerzos con pesos moderados, lo convencio para hacer una apuesta sobre levantamiento con las piernas, y recupero sus cien dolares. Ademas, aprovechando su menor peso, lo derroto haciendo levantamientos con un solo brazo, el derecho, pues el izquierdo nunca se habia recuperado de una lesion infantil originada en un forcejeo con Mason.

Algunas noches, cuando Barney habia acabado su turno con Mason, se entrenaban juntos ayudandose mutuamente en el banco. Era un trabajo serio durante el que apenas emitian otro sonido que el de sus respiraciones. A veces se limitaban a darse las buenas noches cuando ella guardaba sus cosas en la bolsa de deporte y desaparecia hacia las dependencias familiares, prohibidas al personal.

Aquella noche Margot entro en el gimnasio negro y cromo procedente de la habitacion de Mason, con los ojos arrasados en lagrimas.

– Pero, mujer -dijo Barney-, ?que te pasa?

– Nada, mierdas de familia, ?que te voy a contar? Estoy bien -respondio Margot.

Trabajo como una posesa, levantando mas de la cuenta, mas veces de las adecuadas.

En una ocasion Barney se acerco a coger una barra de discos y meneo la cabeza.

– Te vas a romper algo -le advirtio.

Ella seguia acelerando en una bicicleta fija cuando Barney decidio parar, se fue al vestuario y dejo que la humeante ducha hiciera desaparecer por el desague la larga jornada. Era una instalacion sin tabiques con cuatro alcachofas superiores y otras tantas a la altura de la cintura y los muslos. A Barney le gustaba abrir un par de duchas y dejarlas converger sobre su oscuro corpachon.

En unos segundos quedo envuelto en una espesa niebla que lo aislo de todo salvo del agua que azotaba su cabeza. La ducha era uno de sus lugares de reflexion favoritos. Nubes de vapor. Las nubes. Aristofanes. Las explicaciones del doctor Lecter sobre el lagarto que se meo encima de Socrates. Se le ocurrio que, antes de que lo aporreara el implacable martillo logico del doctor Lecter, alguien como Doemling hubiera conseguido avasallarlo.

Cuando oyo el chorro de otra ducha, no le presto mayor atencion y siguio frotandose. Otros empleados usaban el gimnasio, aunque por lo general a primera hora de la manana o a ultima de la tarde. Forma parte de la etiqueta masculina no prestar mucha atencion a los demas usuarios de las duchas comunes de un gimnasio; sin embargo, Barney no pudo evitar preguntarse de quien se trataba. Esperaba que no fuera Cordell, que le ponia los pelos de punta. Era extrano que alguien hubiera acudido alli a aquellas horas. ?Quien cono seria? Barney se dio la vuelta para que el agua le cayera sobre los hombros. Nubes de vapor, fragmentos del individuo que estaba a su lado, visibles entre los chorros como fragmentos de un fresco en una pared enyesada. Un hombro musculoso, una pierna… Una mano bien torneada restregando un grueso cuello y unas espaldas anchas, unas rojo coral… Esa era la mano de Margot. Los dedos de los pies, tambien pintados. La pierna de Margot.

Barney volvio a meter la cabeza bajo el potente chorro de la ducha y respiro hondo. Al alcance de su mano, la figura se habia vuelto y se frotaba con energia. Ahora se estaba lavando la cabeza. Aquel era el liso abdomen de Margot, sus pequenos pechos erguidos sobre los grandes pectorales, los pezones duros apuntando al chorro, las ingles de Margot, nudosas en el lugar donde el tronco se unia a los muslos, y eso tenia que ser la raja de Margot, enmarcada por una cresta rubia estrecha y desmochada con mimo.

Barney aspiro tanto aire como pudo y lo aguanto en los pulmones. Notaba el crecimiento del problema. La mujer brillaba como una yegua, hinchada al limite por la dura sesion de entrenamiento. Cuando su interes se hizo demasiado evidente, Barney se dio la vuelta. A lo mejor conseguia desentenderse de ella hasta que se marchara.

La ducha de al lado paro. En cambio, la voz se puso a hablar.

– Oye, Barney, ?como estan las apuestas por los Patriots?

– Con… con mi colega puedes conseguir Miami y cinco y medio.

Barney miro por encima del hombro.

Margot se estaba secando a la distancia justa para que el agua de la ducha de Barney no la alcanzara. El pelo empapado se le pegaba a los hombros. Ahora tenia la cara sonrosada y el rastro de las lagrimas habia desaparecido. Tenia una piel preciosa.

– Entonces, ?vas a aceptar los puntos? -le pregunto ella-. Las apuestas en la oficina de Judy estan a…

Barney no podia mirar otra cosa. El vellon de Margot, perlado de goticas, enmarcando el rosa de los pliegues. Tenia la cara ardiendo y una ereccion de caballo. Se sentia confuso y avergonzado. Volvio a ocurrirsele aquella idea desagradable. Nunca se habia sentido atraido por los hombres. Margot, a pesar de todos sus musculos, era muy distinta a un hombre, y le gustaba.

Y, ademas, ?que era aquella mierda de ir a la ducha con el?

Cerro su ducha y se quedo frente a ella, chorreando. Sin pararse a pensarlo, le puso la mano en la mejilla.

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