– Por amor de Dios, Margot… -dijo, con la voz alterada. Ella bajo los ojos.
– Maldita sea, Barney. No…
Barney estiro el cuello e, inclinandose hacia delante, intento besarla en cualquier parte de la cara sin tocarla con el miembro, pero no pudo evitarlo. Ella se aparto y miro el hilillo de cristalino fluido que salia del hombre y lo unia a su vientre liso; como un rayo, le planto en el pecho un antebrazo digno de un defensa, que le hizo perder el equilibrio y lo dejo sentado sobre el suelo de la ducha.
– Jodido bastardo -farfullo Margot-. Tenia que habermelo imaginado. ?Cabron! Coge tu cosa y metetela por el culo.
Barney se levanto y salio del vestuario. Se puso la ropa sin secarse y se fue del gimnasio sin abrir la boca.
La habitacion de Barney estaba en un edificio separado de la casa, unas antiguas cuadras con techo de pizarra convertidas en garajes con apartamentos en el piso superior. Por la noche se quedaba hasta tarde tecleando en su ordenador portatil. Estaba intentando concentrarse en el curso que seguia por Internet cuando sintio temblar el suelo, como si alguien enorme subiera las escaleras.
Un ligero golpe en la puerta. Cuando la abrio, se encontro con Margot, envuelta en un jersey grueso y cubierta con un gorro de lana.
– ?Puedo entrar un momento?
Barney se miro los pies unos segundos y luego se hizo a un lado.
– Barney, oye, siento lo que ha pasado -le dijo-. Me ha entrado el panico. Quiero decir, la he cagado y despues me he asustado. Me gustaba que fueramos amigos.
– A mi tambien.
– Pensaba que podiamos ser, no se, como colegas.
– Venga, Margot. Yo tambien dije que queria que fueramos amigos, pero no soy un puto eunuco. Te has metido en la jodida ducha conmigo. Y estabas impresionante, eso no es culpa mia. Entras desnuda en la ducha y me veo delante dos cosas que me gustan un monton.
– Yo y un cono -dijo Margot.
Se sorprendieron riendose al mismo tiempo.
Margot se le acerco y lo atrapo con un abrazo que hubiera lesionado a cualquiera menos fuerte que Barney.
– Escucha, si tuviera que haber un tio, serias tu. Pero no es lo mio. De verdad que no. Ni ahora ni nunca.
Barney asintio.
– Lo se. Ha sido superior a mis fuerzas.
Se quedaron callados unos instantes sin deshacer el abrazo.
– ?Quieres que intentenlos ser amigos?
Barney lo penso por un momento.
– Claro. Pero tendras que poner un poco de tu parte. A ver que te parece el trato: voy a hacer un esfuerzo enorme para olvidar lo que he visto en la ducha, y tu no volveras a ensenarmelo nunca mas. Y tampoco me ensenes las tetas, ya puestos. ?Que te parece?
– Puedo ser muy buena amiga, Barney. Ven a casa manana. Judy cocina y yo no me quedo atras.
– De acuerdo, pero seguro que no cocinas mejor que yo.
– Ponme a prueba -lo reto Margot.
CAPITULO 62
El doctor Lecter sostuvo una botella de Chateau Petrus a contraluz. El dia anterior la habia sacado del botellero y dejado en posicion vertical por si tenia posos. Miro el reloj y decidio que era el momento de abrirla.
Aquel era el tipo de cosas que el doctor Lecter consideraba un serio riesgo, superior a los que le gustaba correr. No queria ser brusco. Queria disfrutar el color del vino en una jarra de cristal. ?Y si, por descorchar la botella demasiado pronto, descubria que no habia ningun exquisito aroma que pudiera perderse al decantarla en el recipiente? La luz revelo un poco de sedimento.
Saco el corcho con el mismo cuidado con que hubiera trepanado un craneo, y dejo la botella en el escanciador, que mediante una manivela y un husillo inclinaba la botella milimetro a milimetro. Espero a que el aire salino hiciera su trabajo; luego, decidiria.
Encendio un fuego de carbon vegetal y se sirvio una copa de Lillet con hielo y una rodaja de naranja mientras consideraba el
El doctor Lecter machaco sus propias bayas de enebro y empezo a freir chalolas en una sarten de cobre. Ato un manojo de hierbas frescas haciendo un impecable nudo quirurgico a un cordel de algodon, y les echo encima el caldo utilizando un cucharon.
Saco de la cazuela de ceramica un solomillo, que la salsa habia vuelto oscuro y jugoso. Lo escurrio, lo enrollo sobre si mismo y lo ato procurando que tuviera el mismo diametro a todo lo largo.
Al cabo de un rato el fuego estuvo en su punto, con el carbon bien apilado formando una meseta. El filete siseo sobre la parrilla y el humo formo en el jardin una espiral azul que parecia danzar al compas de la musica de los altavoces. El doctor Lecter estaba oyendo la conmovedora composicion de Enrique VIII
Bien entrada la noche, con los labios tintos en Chateau Petrus y una copa pequena de cristal coloreada por el tono miel del Chateau d'Yquem reposando en el pedestal, el doctor Lecter interpretaba a Bach. En su mente Starling corria sobre las hojas caidas en el bosque. Los ciervos se espantaron y ascendieron la colina en la que permanecia sentado, completamente inmovil. Corriendo, corriendo, llego a la segunda de las
El doctor Lecter sostuvo la copa ante la vela, que brillaba tras ella como el sol en el agua, y el vino adquirio el color del sol invernal en la piel de Clarice Starling. Faltaba poco para su cumpleanos, recordo el doctor. Se pregunto si le quedaria alguna botella de Chateau d'Yquem de la cosecha del ano en que habia nacido. ?Por que no hacer un regalo a Clarice Starling, que tres semanas mas tarde habria vivido tanto como Cristo?
CAPITULO 63
En el momento en que el doctor Lecter levantaba su copa al trasluz de la vela, A. Benning, que se habia quedado hasta tarde en el laboratorio de ADN, levanto su ultima emulsion hacia la luz y observo las tinturas roja, azul y amarilla de las lineas de electroporesis. La muestra utilizada consistia en celulas obtenidas del cepillo de dientes del Palazzo Capponi enviado en la valija diplomatica italiana.
– Vaya, vaya -murmuro, y llamo al numero de Starling en Quantico.
Le respondio Eric Pickford.
– Hola, ?puedo hablar con Clarice Starling, por favor?
– Ya se ha marchado. Yo estoy de guardia, ?en que puedo ayudarla?
– ?Tiene un numero de busca donde pueda localizarla?
– Mire, esta aqui, pero en el otro telefono. ?Que ha conseguido?